Konstantín Dmítrievich Balmont (1867 – 1942): Poeta, narrador, ensayista y traductor. Publicó en vida treinta y cinco libros de poesía, veinte de narrativa, tradujo obras de William Blake, Edgar Allan Poe, Persy Bysshe Shelley, Oscar Wilde, Alfred Tennyson, Gerhard Hauptmnan, Lope de Vega, Charles Baudelaire, Hermann Sudermann, canciones españolas, épica eslovaca y georgiana, poesía de Yugoeslavia, Bulgaria, Lituania, México y Japón. Fue autor de prosa autobiográfica, testimonio, tratados filológicos, investigaciones histórico-literarias, y ensayos críticos.
Su cuaderno de poesía Edificios en llamas, publicado en 1900, lo lanzó a una fama rotunda, convirtiéndolo en uno de los más notables líderes del simbolismo del país. «A lo largo de una década Balmont reinó indivisiblemente en la poesía rusa. Los otros poetas lo seguían mansamente o, con un gran esfuerzo, defendían de su aplastante influencia un estilo propio», escribió el poeta y crítico Valeri Briúsov, hablando incluso de «la escuela de Balmont». En los siguientes años por toda Rusia aparecieron círculos literarios de «balmontistas» y muchos poetas reconocidos (como Mirra Lojvitskaia, Valeri Briusov, Viacheslav Ivanov, Maximilian Voloshin, Serguei Gorodetski, Andrei Beli entre otros) le dedicaban sus poemas, viendo en él a un indudable genio. Su siguiente libro de poesía, Seamos como el sol, publicado en 1902 Se considera su obra cumbre.
El 11 de marzo de 1912 en la plenaria de la Sociedad Neofilológica de la Universidad de San Petersburgo, ante más de mil personas presentes, K. D. Balmont fue nombrado Gran Poeta Ruso. En 1914 se publicó la colección completa de sus poemas en 10 tomos. A lo largo de su vida viajó a innumerables países, visitó todos los continentes del mundo, hablaba más de veinte lenguas, incluyendo chino y sánscrito.
El 25 de mayo de 1920 Balmont con su familia emigró a Francia. Murió pobre y demente en los suburbios de París. Fue nominado al Premio Nobel de Literatura en 1923.
Yo cazaba con mis sueños las sombras huidizas…
Yo cazaba con mis sueños las sombras huidizas,
Las sombras huidizas del día oscurecido,
Yo subía a la torre y temblaban los escalones,
Y temblaban los escalones bajo mis pisadas.
Y mientras más alto subía, más claros se delineaban,
Más claros se delineaban los contornos lejanos,
Y ciertos sonidos retumbaban como eco,
A mi alrededor retumbaban desde el Cielo y la Tierra.
Mientras más alto yo subía, más límpidas brillaban,
Más límpidas brillaban las montañas dormidas,
Y con su fulgor de despedida parecían acariciar,
Parecían acariciar la mirada brumosa.
Y abajo, a mis pies, ya había anochecido,
Ya había anochecido para la tierra soñolienta,
Para mí, sin embargo, resplandecía el astro,
El astro de fuego se extinguía distante.
Yo aprendí a cazar las sombras huidizas
Las sombras huidizas del día oscurecido,
Y subía más alto, y temblaban los escalones,
Y temblaban los escalones bajo mis pisadas.
1894
El bote de la angustia
Al príncipe A. I. Urusov
Un atardecer. Una playa. Los suspiros del viento.
Las exclamaciones ampulosas de las olas.
Se acerca una tormenta. En la orilla se agita
Un bote negro ajeno a los encantos,
Ajeno a los limpios encantos de la dicha,
El bote de la angustia, el bote de las ansias,
Ha dejado la orilla, se bate en la tormenta,
Busca el umbral de los sueños serenos,
Vuela por la costa, vuela por el mar,
Se entrega a la voluntad de las olas.
La luna mate lo observa,
La luna, llena de tristeza amarga,
Muere la tarde, la noche se enluta.
El mar protesta. La oscuridad crece.
El bote de la angustia está preso de sombras.
La tormenta aúlla en el abismo de las aguas.
1894
Sigilo
En la naturaleza rusa hay una ternura cansada,
Un dolor silencioso de tristeza oculta,
Una desolación dolorosa, una mudez, un infinito,
Una altura gélida, una lejanía inasible.
Ve al amanecer a la ladera del cerro:
Sobre el río tembloroso humea la frialdad,
Negrece la mole del bosque helado
Y el corazón duele tanto, el corazón no se alegra.
El junco está inmóvil. Las ramas no se agitan.
Un profundo silencio. El sigilo de la quietud.
Los pastos se escurren lejos, lejos.
Todo muestra un cansancio sordo y mudo.
Entra al atardecer, como en las olas frescas,
Al limpio interior de un jardín de campo:
Los árboles están silenciosos y oscuros
Y el corazón duele tanto, el corazón no se alegra,
Como si el alma hubiera pedido un deseo
Y le causaron un dolor inmerecido.
Y el corazón perdonó, pero quedó paralizado
Y llora, y llora, y llora, sin voluntad.
1900
Entre los tallos acuáticos
Se está bien entre los tallos acuáticos:
Una luz pálida. Silencio. Profundidad.
Nosotros sólo vemos las sombras de los barcos,
Las olas no nos alcanzan.
Los tallos inmóviles observan,
Los tallos inmóviles crecen.
Qué tranquilas son sus miradas verdes,
De qué forma tan impasible prosperan.
Es callado el fondo profundo,
No susurra la hierba marina.
Hemos amado hace mucho, en algún momento,
Hemos olvidado las palabras terrestres.
Piedras preciosas. Arena,
Fantasmas silenciosos de peces.
El mundo de pasiones y sufrimientos está lejos.
Qué bueno haber muerto en el mar.
1903
Yo soy la exquisitez del lento idioma ruso…
Yo soy la exquisitez del lento idioma ruso,
Otros poetas ante mí son solo anunciantes,
Fui el primero en descubrir las tendencias en su lenguaje,
Los sonidos cantarines, iracundos, tiernos.
Soy un viraje repentino,
Soy un trueno juguetón,
Soy un arroyo transparente,
Soy para todos y de nadie.
El chapoteo espumeante, roto y fundido,
Las piedras preciosas de la tierra genuina,
Los llamados forestales del mayo verde,
Todo lo capto, todo lo tomo, usurpándolo a los demás.
Siempre joven como un sueño,
Poderoso en mi amor
Hacia mí y hacia los otros,
Yo soy el verso exquisito.
1901
Yo vine a este mundo para ver el Sol…
Yo vine a este mundo para ver el Sol
Y el horizonte azul.
Yo vine a este mundo para ver el Sol
Y las cimas de las montañas.
Yo vine a este mundo para ver el Mar,
Y el florecimiento exuberante de los valles.
Yo atrapé el universo en una sola mirada,
Yo soy el amo.
Yo vencí el olvido helado
Al crear mi sueño.
Cada instante me llena de revelaciones,
Siempre estoy cantando.
¿Quién me iguala en mi poder de bardo?
Nadie, nadie.
Mi sueño fue despertado por los sufrimientos,
Pero a cambio soy amado.
Yo vine a este mundo para ver el Sol,
Y si el día se apaga,
Yo cantaré… ¡Yo cantaré sobre el Sol
Hasta la hora de la muerte!
1902
¡Seamos como el sol! Olvidémonos de aquel…
¡Seamos como el sol! Olvidémonos de aquel
Que nos conduce por el camino dorado,
Recordemos solo que siempre nos impulsamos
Hacia lo otro en nuestro sueño radiante:
Hacia lo nuevo, lo fuerte, lo malvado, lo bondadoso.
¡No dejemos de rezar por lo sublime
En medio de nuestros deseos vulgares!
Seamos como el sol, que siempre joven,
Acaricia con ternura a las flores de fuego,
Al aire transparente y al mundo del fulgor.
¿Eres feliz? ¡Sé feliz doblemente,
Sé la realización súbita del sueño!
Pero no nos detengamos en la quietud inmóvil,
Más lejos, hacia los límites ansiados,
Más lejos nos atrae la cifra fatal
Hacia el infinito, donde arderán nuevas flores.
¡Seamos como el sol, que es joven
Y en eso está el legado de la belleza!
1902
Las palabras-camaleones
Las palabras-camaleones
Viven deprisa.
Tienen sus leyes
Y un alma particular.
Se apuran en cambiar,
Mostrando sus colores:
Si se enturbian, se renuevan,
Ahí está su belleza.
Ellas llevan en sí
Los matices del arcoíris,
Todo lo que hechiza a la mirada,
Deseando un cuento eterno.
Y el cuento continúa, continúa
Rompiendo la barreras.
¡Qué bien es vivir variando!
¡Vivan para los cambios!
6 de noviembre de 1901
El árbol eslavo
Sus raíces anidan en las profundidades,
Su cúspide se alza hacia las alturas,
Lleva sus ramas verdes a la ancha lejanía azul.
Sus raíces anidan en las profundidades de la tierra,
Su cúspide se alza hacia las alturas de la montaña,
Lleva sus ramas verdes a la infinita lejanía azul.
Sus raíces anidan en las profundidades de la tierra
Y en el inmortal fuego subterráneo,
Su cúspide se alza hacia las alturas
Y se pierde en la claridad penetrante,
Lleva sus ramas esmeraldas florecidas
A la inmensa lejanía libre y azul.
Conoce la alegría,
Conoce la tristeza.
Y abriendo sus collares desde un mar hasta otro
Le canta una nana a la mente
Y conduce los sueños hacia el infinito.
De acerolo se enciende como una joven hermosa,
De cerval amargo se inflama en el cementerio,
De roble centenario se eleva obstinado,
De abeto extiende sus patas verdes
Meciéndolas alegre bajo el chiflido de la ventisca,
De pino conversa con el búho amarillo,
De pobo refinado tiembla como un espectro,
De abedul se ilumina, de abedul resplandece,
De sauce plateado llora sus hojas,
De álamo se alza como antorcha olorosa,
De tilo en julio nubla la mente,
De lila en las noches les susurra a las estrellas,
De manzano esparce sus flores en el jardín,
De cerezo acaricia los ojos de los niños,
De palo de San Gregorio enternece las sombras,
De arce abre las hojas caladas
Y hechiza la pereza soñolienta
Con un canto extenso de sonido verde.
Se pasea la brisa ligera
Por el sendero del bosque primaveral.
El abedul tiene unos aretes
Y en su tronco, un jugo dulce.
El abedul de cuerpo blanco
Agita las hojas pegajosas.
Bailan fuegos trémulos
Sobre el río desenfrenado.
Sobre el río en la crecida
Corre un espíritu sensible.
El sauce es tan hermoso
Cuando mece sus encajes finos.
Se escucha la voz del sauce dúctil
Como un canto de sirenas,
Como la languidez de un cuento vacilante,
Como la sonrisa de las damas del agua:
Corta una de las ramas estilizadas,
Bendice abril con tu sueño
Y toca la flauta, y canta
Como Lel para los inquietos.
No olvides que junto al Árbol
Hay arbustos y hay flores,
Entreteje todas las luces
En medio de la tonada.
Mézclalo todo, enrédalo,
Cántale a nuestra flor eslava,
Sé el minuto cantarín,
Sé el rito azul de primavera.
Crece más y más el sonido verde,
Y el sueño canta en el alma:
En nuestros campos crece el lino tierno
Y florece la hierba del amor.
Tenemos la flor del helecho
Y la planta voladora.
Como una sugerencia alegre y celeste
Están las flores de azulejos
Que avivan todos los campos.
Hay llantén y hay melandro,
Hay lirios del valle tempraneros.
Pero no hay flores con maldad oscura,
No tenemos mandrágoras.
No hay cactos pesados, ni agaves,
Ni capullos que miran como reptiles,
Esas pesadillas de la naturaleza.
En cambio sí la tierna luz del romerillo,
El amanecer dulce del trébol
Y de la salicaria.
Y el cautivador de los valles,
Nuestro jazmín luminoso y delicado,
¿No es una belleza?
¿Y las flores similares a los sueños
Sin nombre como los deseos
Y extrañas como quimeras?
¿Y qué júbilo sustituye
Nuestros lirios de agua?
No hace falta más.
No cambiaría unas ramas
Cercanas a mi Árbol
Por las más exuberantes orquídeas.
Aún no lo ha dicho todo la voz de la flauta.
Pero no nos olvidemos que el año entero
Florece el Árbol verde
Desde el sauce al abedul, desde el cerezo al abeto.
Y si se expande una nube, con truenos y rayos,
Como un remolino diabólico, como una maldición o un embrujo,
El Árbol es una torre y sus habitaciones
No tienen muerte, su espacio es la eternidad.
Las tormentas son refrescantes, de ellas nacen los milagros:
Un pozo, un manantial, una alfombra voladora,
Y siempre, por siempre, como un sueño esmeralda
Florece para nosotros el Árbol eslavo.
1907
Yo no conozco una sabiduría…
Yo no conozco una sabiduría que les sirva a otros,
Coloco en el verso únicamente fugacidades.
En cada fugacidad yo veo mundos
Llenos de un juego irisado y cambiante.
No me maldigan, sabios. ¿Qué les importo yo?
Soy una simple nubecilla llena de fuego.
Soy una simple nubecilla. Miren como floto.
Y llamo a los soñadores… ¡A ustedes no los llamo!
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