Esa idea de que «la enfermedad es el hombre» tiene repercusiones muy serias, es él quien fatiga a la Naturaleza, el que pone al Planeta en peligro y puede llevarlo al agotamiento, pero también el que sabe hallar la vacuna. Llegará el tiempo en que la Humanidad sea también marciana (vivirá en Marte), titánica (vivirá en Titán), Iónica (vivirá en Ío), nacerán sus vástagos en otros mundos (en Plutón y hasta más allá) y quizás entonces se atenuará su esencia, si esencia es ser guerrera, depredadora e individualista al fondo del egoísmo. Entonces el cosmos se habrá revelado de otro modo.
Todo cambia, claro que sí, lo hace desde el acto de creación (usemos la cómoda palabra post Big Bang), desde que impulsó «lo otro» que tuvo frente a sí o dentro de sí, y «lo otro» deviene, lo cual hace transformarse al orbe creador. Si la especie humana no ha terminado por suicidarse en los próximos cinco siglos, poblará el espacio inmediato, sacará producto de las riquezas de los asteroides (agua, metales, gases), y sabrá aprovechar la energía del sistema solar en provecho no violento.
Para eso sufrirá mucho en el trayecto, tendrá que reconsiderar los excesos que las nuevas tecnologías e inventos le proporciona. Ahora mismo parece que estamos perdidos, que somos tan antiguos que alguna pandemia nos devora, que ni siquiera sabemos extender la mano de solidaridad de toda la especie sin excepción de pueblos, y predominan los intereses, muchos de ellos mezquinos, de los ripios del mundo llamados naciones.
Hay que poner las energías positivas en progreso para que la especie humana de verdad germine, lo cual implica no solo adelanto técnico y científico sino también ético y estético. El pascaliano «junco que piensa» (Blas Pascal, Pensamientos) no ha cobrado conciencia de conjunto, de una sola mente en millones de cerebros trabajando para sí. Sigue, seguimos, siendo un «junco» débil aunque tengamos bombas atómicas y una prepotencia aun invencible. Si el mal es la imperfección de lo creado, contribuimos en exceso a esa imperfección.
El Planeta sufre las demasías de su especie dominante, de la única civilizatoria, porque hay otras inteligentes, pero ninguna es capaz de lo que el curioso ser humano ha hecho con la vida. Luego de expandirse por todo el mundo, poco a poco va saliendo hacia sitios precisos del sistema solar, donde pueda ser posible vivir y aliviar la superpoblación y el agotamiento de recursos naturales. Falta aún que ella dé un nuevo salto en la especie, hacia un ser superior no solo en inteligencia material sino también espiritual, o sea, un hombre y una mujer creativos en la concordia, y capaces de sobrevivir no solo cien años, sino todo un milenio.
Esa realidad puede llegar incluso si tomásemos en cuenta la llamada «era de Acuario». El futuro está en la línea del Universo inteligente, del cosmos que precisa de la vida racional para entenderse a sí mismo y «salvarse» de su extinción gradual. Claro que la especie humana puede ser la única terrestre con suficientemente inteligencia para promover cambios esenciales en favor del cosmos y de aprovechar su energía infinita, pero por ahora, hic et nunc, resulta una especie capaz de pensar en el sistema poético del cosmos, pero también se deja llevar por abundancias de teorizaciones y planteamientos abstractos, algunos negativos, destructivos.
La poesía es la expresión del cosmos en color, sonido y belleza de su existencia material, pero también radica en el ser evolucionado capaz de sentir el mundo (sensorialmente, según sus resortes de vista, oído, tacto, olfato y gusto) y saberlo usar en beneficio propio y de la belleza. El hombre pleno sería aquel que satisface sus necesidades perentorias y sus sueños, su curiosidad, su instinto exploratorio, descubridor, su ser completo en función de la conservación de la vida y su progreso cósmico. Por ahora es visible que no hay otra especie de tal grado en el sistema solar, por lo cual nuestra responsabilidad es asombrosa.
Si no estamos a la altura de lo necesario, nos extinguiremos, por accidente natural o por nuestros propios malos usos de la energía. No seríamos entonces la especie triunfal capaz de poblar el cosmos cercano e influir de manera positiva en su evolución. Digamos que esto también tiene que ver con la capacidad creativo-poética que sepamos desarrollar, porque la poesía no es solo un género literario, sino también la realidad toda expresándose, cambiando, capaz de crear vida y dentro de ella la inteligencia que la capte y la desarrolle para bien. La poesía tiene función esencial en la evolución humana, en su avance hacia el cosmos profundo. Ella nos dará el ánimo suficiente y la curiosidad por develar misterios.
El poeta romántico Johann Christian Friedrich Hölderlin dejó escrito que: «Poesía es fundación del ser por la Palabra». Como la entendemos los humanos, ella puede expresarse con palabras, con ideas, con una red tropológica más o menos compleja y resulta una manifestación del ser por la palabra, según la mirada ontológica del gran alemán. Un interés de conocimiento y de transformación del mundo sobrevuela en el acto creativo de la poesía por la palabra. El gran trazo de curiosidad que posee nuestra especie la hace avanzar hacia conquistas cada vez más relacionadas con las ciencias, las técnicas, pero se hace necesario que saltemos hacia una ética comunal, capaz de sentirnos altamente responsables de nuestra condición creadora. La palabra conduce a la imagen y esta puede ser una fuerza de redención.
La poesía también tiene ese sentido ético, ese don transformador del propio ser que la siente, la capta, la expresa y la convierte en arte de la palabra. De ese modo la poesía tiene una finalidad mucho más amplia que el goce espiritual. Más allá del placer de la lectura de un texto, el hallazgo poético humaniza, perfecciona al ser, lo hace avanzar hacia futuros de «mejoramiento humano», que pedía José Martí. La poesía evoluciona con el cosmos y forma parte de su expresión en el espacio y el tiempo. Por ello, cuando se habla de poesía en verdad expresamos una de las esencias del cosmos y de la vida, sin la cual no habría equilibrio, sino disolución sin freno. Poesía es también salvación, forma de creer en la evolución creativa y positiva de la vida en el cosmos.
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