El diálogo entre la razón y la imaginación se desarrolla en el intelecto. El ser capta la verdad (si no es ella un concepto relativo) y también puede subjetivizarla, hacer de la verdad mentira, o al menos una mentira para la creación. La diferencia entre matemática y arte es que una trabaja con la exactitud y la verdad —relativas, también conducen a la imaginación y lo voluble humano— y el otro con la subjetividad, que puede ser mentira para la razón, pero verdad para el asunto poético, para la imaginación onírica. Se puede ver con el intelecto la extraordinaria diversidad del universo, donde hasta los sueños de la razón son posibles. La poesía es ese algo sustancial que le ofrece sentido al discurso matemático (incluso especulativo), porque ella existe en el cosmos como existen las cosas que lo conforman.
El intelecto puede trasmitir esa poesía captable mediante palabras. La palabra es el tornillo básico de la armadura poética. Con palabras se hace el poema, y el poema quiere expresar exponer, indagar, sentir al mundo, al cosmos. Con palabras no se hace matemática, pero a través de ellas se pueden enunciar leyes del macro y del microcosmos. La palabra tiene esa esfera de Poder. Claro que existía la poesía antes que la especie humana tuviese la palabra como modo de comunicación eficaz, pero tras la aparición del lenguaje la poesía del cosmos alcanzó una nueva dimensión expresiva. El poder de la palabra se manifiesta en la relación, en la frase, en la oración, el párrafo, expositores de ideas. La poesía se hace con palabras cuando ella se decanta como género literario, y las palabras son portadoras de ideas. Por eso en las entelequias, en los arquetipos se idea al mundo para entenderlo mejor, uno o varios dioses explican lo que no comprendemos, señorean en el Misterio, en lo que no podemos develar, y en las complejas evoluciones de los sentimientos, en la dimensión indefensa de una especie fuerte pero a la vez débil ante las fuerzas del cosmos. Las palabras conducen al símil, a la metaforización, no hay símil sin palabras, salvo que usemos un signo de igual a. El símil se parece a ese signo en las fórmulas científicas. La metáfora es la síntesis, decir en dos palabras todo un posible enunciado: ala mágica, el ala es mágica porque hace volar. El prado ríe, con lo cual se traslada el hecho humano de reír a la naturaleza. La explicación de ello ya no es síntesis, la síntesis, metafórica, es como la fórmula: E=mc2.Si explicamos la formulación, se rompe el encanto de la síntesis, e igual sucede con la metáfora: ojo de agua, intereses leoninos. La belleza busca su forma rápida de expresión y la metáfora implica esa traslación, esa relación de lo uno con lo otro, por distantes o contiguos que sean.
Hay la poesía de los fractales o debe decirse que lo fractal es poético. Borges lo dedujo en un título de cuento: «El jardín de los senderos que se bifurcan». El poema se muestra de manera fractal mediante la rima, sonidos que se duplican y se abren a otros sonidos, la rima, en el orden de la fonética, le confiere a las palabras otras resonancias, de modo que puede relacionarse rima y fractal. Es la poesía quien logra ese «milagro». Platón veía al filósofo como alguien que debía saber geometría. Solo que quizás Platón no supo ver la poesía del algebra y que su gran escuela filosófica, de tanta repercusión a través de los siglos, estaba calzada por la poesía. No debe haber República sin poetas. Es imposible. La poesía se manifiesta incluso cuando no hay poetas visibles, como tan bien lo comprendió José Lezama Lima en su teoría dela «eras imaginarias». Puede expulsarse a un poeta, pero no a la poesía. Ni siquiera sociedad alguna puede prescindir de la existencia de poetas, porque ¿quién que es no ha sentido las andaduras de la poesía? La imaginación es uno de los elementos sine qua non del ser, no hay ser objetivo o subjetivo sin ese don de la poesía. La imaginación es una de las llaves del progreso humano. La poesía lo humanizó, el trabajo que el ser primitivo hacía con sus manos le abría la imaginación, relacionaba una cosa con otros, una flecha con la vida y el alimento y la muerte del animal que le daría carne, alimento. Allí estaba la poesía, en la saliva (gusto) que se agrupaba en la boca al pensar en comer. En el acto de cazar y en la emoción que impulsaba el tirón de la adrenalina. La poesía humanizó a la especie inteligente que se iba diferenciando por el intelecto de las demás criaturas.
Si la matemática tiene su propio lenguaje, más allá de las palabras, ¿no es ese lenguaje también poético? Permite imaginar, especular, definir, comprender. Si entendemos por poesía la expresión del cosmos (sonido, color, forma, desplazamiento, movimiento constante…), ella no puede ser eludida. Cantidad y calidad, calidez, forman parte de la aprehensión científica o estética del mundo. El orbe es indivisible en su ser, de modo que solo nosotros lo dividimos en estancos para mejor comprender, aprehender, dominar. Pero la poesía no es un objeto de dominación, sino el azar concurrente, la capacidad de sintetizar la expresión cósmica en una frase, en una metáfora. Esto la hace indefinible, ¿qué es poesía? Pero ¿qué es la vida?, ¿qué es el cosmos?
Cuando el ser humano «descubrió» la metáfora, subió en la escala del saber, y de la poesía. El símil debe de haber existido desde la comunidad primitiva: ese mar es como el vino, pero decir que el mar es vino, el vino del mar, ya es otro paso en la expresión humana del mundo. Curtius (Literatura europea y Edad Media latina) le llamó a este ejemplo metáfora náutica, visible cuando se comienza un texto: se levantan las velas, y si se le da fin, se arrían. La palabra condujo a la metáfora. Una piedra brilla como una estrella, es un zafiro, tengo una estrella en la mano y esa estrella es el alma, metáfora de la persona. La poesía amplió su caudal expresivo. Y sin ese caudal, no se entendería ya a la vida, agua de vida eterna. En la fórmula clásica la energía es igual a la masa, la energía es materia, y existe en el tiempo, la temporal energía de la vida, un endecasílabo… De Curtius debe venir aquella idea de Jorge Luis Borges que la historia del mundo se explica en cuatro metáforas, según Curtius en verdad serían cinco: metáforas náuticas, de persona, de alimentos, del cuerpo y del teatro. Quizás Borges quiso reducirlas a las estaciones, como Vivaldi, o a los cuatro jinetes del Apocalipsis.
¿Todo eso estaba allí o es invención del hombre? ¿El número y las leyes son independientes de su intelecto? Estaban ahí, son leyes, son existencia. Así la poesía.
El tiempo, la temporalidad, muestra sus garras cuando se trata de poesía: ¿se vive en presente? ¿O el presente no existe, es solo temporalidad entre el pasado inmediato y el futuro allegándose? ¿Se sueña en presente? Como se ve, estos asuntos no tienen que ver solo con la filosofía, y revisten valor poético, es la poesía del intelecto, la que busca respuestas o propone interrogantes. La sustancia del tiempo envuelve a la existencia cósmica en el misterio, y no hay fuente de poesía mayor que «lo misterioso», lo misterioso se relaciona con muchos sinónimos de tal palabra: lo secreto por develar, lo oscuro y oculto, recóndito, ininteligible o inexplicable a lo que hay que hallar explicación, la poesía adviene en el arcano. ¿Por qué amamos o por qué te amo a ti? ¿Por qué a ti entre tantas posibilidades numéricas? Lo poético es esencial o esenciador o fija y elige. El asunto no siempre mueve a indagación, se hace irracional: te amo porque sí. Un porque sí es materia de arcano, de poesía. No todo debe tener explicación cuando la red de la subjetividad se interpone y es sueño, realidad-otra, irrealidad como par de lo real.
Claro que la poesía es temporal, no se lee igual a Virgilio ahora que como se debe haber leído en la Roma coetánea a él. Y, con todo, ese es Virgilio, pues los pequeños poetas no recogidos por la historia de la literatura dejaron sus obras en el río del tiempo, como sus nombres de personas, no recordados jamás. Pero no recordar no es justificación para no repetir, de modo que durante milenios hemos estado repitiendo textos que proceden de las mismas metáforas, de las mismas aprehensiones del mundo. La poesía quizás se represente muy bien en la serpiente del paraíso cuando ella se muerde la cola. Corsi e recorsi y eterno retorno, son las imágenes que los filósofos pueden ofrecer del devenir, del tiempo indetenible, tempus fugit. Y el poeta, ánima del cosmos, se alimenta de su tiempo, de su espacio, y aquello que vive en tiempo y espacio propios es lo que viene a expresar en sus textos. Es posible que a una comunidad humana le falte la filosofía, pero no el halo captador de la poesía. En el hacer está ya la poesía, poiesis, acción manual y accionar del intelecto.
Como cualquier producción es poética, el acto de crear el mundo es la gran poiesis. Para ello tiene que haber un dios. El ser solo accede a la inmediatez, lo trascendente mayor se le escapa fuera del orbe, fuera de su mundo. Y esto cuando admitimos que todo ser es una individuación. ¿Cómo sería la poesía en el constante hacer de las hormigas, de las abejas…? En ellas, la poiesis sería una acción de raíz colectiva sin el sujeto lírico llamado yo. La lírica pudiera ser romántica desde que el ser de las cavernas comenzó a sentirse individual, sentidor en sí y para sí, romántico. Siendo la poesía una palabra en singular de significado plural, ella puede ser captada, y expresada de forma individual y colectiva. No hay una manera única de expresión de la materia y de la energía, de modo que no existe una sola forma universal para la poesía. Ella no es una ley, es expresión, y puede estar contenida también en cualquier ley. No pretendo explicar a la poesía como una omnia summa, sino más bien como la manera como se expresa toda la materia, toda la energía, en el universo. Eso es algo distinto a un género literario, pero asimismo la fuente de él. Claro que la poesía como género se hace con palabras, pero la poesía como entidad cósmica no se hace, preexiste, está ligada al tiempo y al especio en la existencia de lo material y energético. ¿Pude hablarse de poesía cuántica y de poesía galáctica? Creo que sí, se puede.
Tales deducciones pueden, a mi juicio, explicar mejor la naturaleza de la poesía, pero también coadyuvan a la entera asimilación de un poema. Las Elegías de Duino representan un estado superior en esa comprensión de lo poético, cuando Rilke expone «lo abierto» como componente esencial de su poética. En ese texto se halla la poesía de lo contingente, pero asimismo lo trascendente que se ve representado por el ángel. Quien vea a un ángel con alas y corporalidad humana en la poesía rilkeana, quizás ve mal a ese ángel que es el cosmos mismo, la presencia de lo universal o la expresión del universo. Incluso el poema más humilde del más apartado poeta (libre de fama o de la divulgación crítica) posee ese ángel. La poesía oral o escrita resulta así siempre una videncia.
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