Sus experiencias en el campo amoroso, la muerte, el dolor, el sentido del pecado, la profundidad emocional de la culpa y la conciencia de la fatalidad forjaron la obra de la italiana Grazia Deledda, una mujer decidida a formarse en el mundo de las letras en una época que limitaba su educación.
Nació el 27 de septiembre del año 1871 en una localidad pequeña de Cerdeña llamada Nuoro, en el seno de una familia acomodada que incluía siete hermanos y hermanas donde gozó de un amplio ambiente cultural.
Su padre fue un poeta aficionado y su madre una mujer religiosa que la crió, junto a sus hermanos, con una extrema rigurosidad moral.
Al terminar sus estudios de educación primaria tuvo que recibir clases privadas, dado que en la sociedad de su época no era aceptado que las mujeres recibieran instrucción más allá de lo que les ofrecía la etapa primaria. Convencida de que quería seguir formándose, continuó como autodidacta sus estudios literarios.
Este ambiente sería clave para despertar a temprana edad la fascinación por la literatura en la pequeña Grazia. A los quince años ya había escrito su primer cuento y a los 17 produjo un ensayo que tituló «Sangue Sardo», y que envió a una revista destacada de la época, Última moda. El texto se convirtió en su presentación oficial como escritora.
Una mujer que levantó su voz ante las limitaciones sociales
La condición femenina marcó la vida de Grazia Deledda. Se trasladó a Roma en el año 1900, dejando atrás su pequeño y conservador pueblo natal, pero la sociedad patriarcal continuó siendo un tema frecuente en sus escritos. De hecho, en algún momento explicó: «Nosotras, las muchachas, jamás teníamos permiso para salir fuera de casa si no era para ir a misa o, algunas veces, para dar un paseo por el campo».
Parte de su escritura reflejó la realidad con crudeza. Sus obras abordaron las amistades románticas, los problemas familiares, los conflictos de su sociedad, entre otros temas, muchos de ellos con tintes autobiográficos que la ubicaron como una escritora destacada del realismo literario o, como otros lo llamaron, en el movimiento del verismo.
Incluso, su narrativa moderna encontró un espacio en la narración cinematográfica, culminando en la producción de la película muda «Cenere» en 1916 y otras de sus novelas han sido llevadas al cine tras su muerte.
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Tomado de Infobae
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