«Porque no tengo esperanza de volver otra vez porque
no tengo esperanza porque no tengo esperanza de volver»
T.S.Eliot
Me sorprendo a mí mismo al corroborar que hace más de veinte años reseñé el primer libro de la editora y poeta Julia Cabalé (La Habana,1954), Ceremonia del tacto (Ediciones Unión,2001), Premio David de poesía de la UNEAC. Desde entonces intuía los progresos que su poemática realizaría. Acabo de leer su último poemario Imperio (2022), publicado por la Editorial Shushikuikat de El Salvador. San Salvador, 2022. Un volumen de madurez indiscutible, del pensamiento más racional y de lo cotidiano. A mí me enseñaron que hay veces en que, temas y situaciones no deben exponerse, pero Julita demuestra que domina la experimentación y, además su intrepidez se inscribe en lo curioso/único, pues, su discurso logra conmovernos y alterar —de forma positiva— nuestros humores. Julita Cabalé ya en su primer tomo y en los siguientes, por ejemplo: La ficción de la luz (Ediciones Unión, 2008); o Voz de las gravas (Editorial Unicornio, 2012), nos inmiscuye en un mundo ferozmente femíneo. Retorna el verso contenido, sintético, de una economía exacta— hasta sospechosa— donde el léxico cabalesiano se atreve a soportar los entornos —por supuesto los conceptuales—. No existen coqueteos con su auditorio, por lo tanto no encontraremos simplificación de ideas, atajos fáciles, trampas. Su conciencia ha comprendido de qué modo utilizar su energía y, hacer de cada imagen un sitio privilegiado en el cuaderno: «Intento darle solidez a mi Imperio. /Tozudez de la vida atrapada en este cuerpo».

Como pensador/rastreador de su camino literario debo confesar que ostento un grave desfasaje con su escritura, pues resulta evidente que Julita en este 2022 ya demuestra que posee una larga y fructífera relación con la Editorial Salvadoreña Shushikuikat y con el personal que en ella laboran y lo explican los disimiles libros publicados por ella en esa tierra hermana Cuerpo en fuga (2017) y; Cadáver nómada V (2020). Ediciones que cuentan con una sobriedad, un (re)gusto de primer nivel y lo he palpado al ver otros libros de colección de la misma Editorial, estoy pensando en El Cielo como estaño (Editorial Shushikuikat, San Salvador, El Salvador, 2022), del creador marianense Rito Ramón Aroche (La Habana, 1961); los cuales constituyen dos raros botones de muestra, solo tenemos que dolernos con la cifra inicial de las ediciones de 100 obras en ambos casos. No obstante debemos agradecer la profundidad diligente del prólogo o pórtico redactado por el editor y poeta salvadoreño André Cruchaga (1957). Pero no nos dispersemos y retornemos a lo que podemos definir como la poesis cabalesiana. Cabalé en su Imperio y tal cual viene estableciendo su costumbre nos deleita con su poesía sabia/demoledora, inscrita en la dolorosa partida, «la pérdida» o separación de los seres queridos: «A mis sobrinos me los hurtó lo distante/ con su arropo de sobrevivencia», junto a vivencias cotidianas del siguiente espesor en el barrio:
En el parque del mundo. El anciano se mueve alrededor de la cama, su mapa. La rutina de la cama no niega el cuerpo que cae.
Dirijo mentalmente la lectura hacia experiencias comunes y a su vez inimaginable —esa zona de perplejidad que fascina y sin mucho esfuerzo la hallo, me regodeo en ella, la asumo—:
La mente puede construirlo todo. La realidad construye lo que puede.
Y el homenaje rotundo a la ciudad maravilla que no habita, pero ama con ferocidad fundante en su asombro inteligente:
La luz rompe el camuflaje de la oscuridad. La oscuridad rompe el camuflaje de la luz. (…) La ciudad y su parpadeo.
Se pulsa una relación conflictiva, en crisis que se retuerce en esa línea finísima que delimita el amor del odio y viceversa; metrópoli que no deja de establecer su linaje, su prosapia humanista en los elementos edificativos: «Transitarla es volver a su pasado, / a las manos encumbradas de piedra y barro».
Se regodea Julita en sus aciertos, uno de ellos fundante, rotundo su sencillez y claridad expuesto —como quien no quiere las cosas— en el texto «Algo más»: «(…)pero la vida/ no era de mi padre/ no es de mi madre/ ni mía». Existencialismo nietzscheano desestructurador. Al punto de quedarme anclado en el razonamiento de lo tedioso que debe resultar toda una vida, las 24 horas del día —jornada tras jornada— dedicado al ejercicio, la práctica de la poesía. La vida es tantas cosas que no sé cómo expresar mi incapacidad en tal sentido, mas mi polaridad o multiplicidad de convertirme cual una Aswang filipina en muchos seres paralelos y ubicuos que, escojo un fragmento del poema en prosa de Julita Cabalé, «Fidelidad», para despedirme e incitarlos a su completa lectura: «Así es la libertad de contar los sucesos del día a día; su relación».
Cerro y 21 de octubre de 2022
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