Hace 134 años, Martí dio a conocer sus Versos sencillos, el 13 de diciembre de 1890, en una lectura realizada para un grupo de amigos. Posteriormente, serían publicados el 6 de octubre de 1891 en Nueva York. La sencillez aparente de estos versos radica en su lenguaje y rima fácilmente atractiva para la memoria. Su complejidad estriba en mostrar, con esa supuesta sencillez, una semántica compleja y profunda, que abarca muchos temas con un empleo exquisito de diversos recursos expresivos muy usuales en su producción literaria.
Este volumen de 46 poemas es, según expresó Gabriela Mistral en una conferencia pronunciada en La Habana el 30 de abril de 1938, lo más original y espléndido de la poesía martiana. Los Versos sencillos fueron escritos en el octosílabo de la copla criolla próxima a lo cantable, característica típica que le otorga una aparente sencillez formal, al parecer, inagotable, y exquisita popularidad.
También se caracterizan por ser breves, de modo que se apegan al oído y se imprimen con mayor premura en la memoria. De manera general, constituye una poesía marcada por el sollozo patriótico, el simbolismo, la sencillez formal espontánea, la intensidad de su pensamiento concentrado en formas breves y su naturalidad. La amplitud del vocabulario martiano contribuye a la espontaneidad y a su sencillez aparente. Son versos restallantes de claridad, aunque en ocasiones están envueltos en misteriosas sugerencias:
Yo pienso, cuando me alegro
Como un escolar sencillo,
En el canario amarillo,—
¡Que tiene el ojo tan negro![1]
En el poemario abundan las cuartetas y las redondillas de clara raigambre hispana —rasgo que le otorga cierto sabor antiguo—, pero revitalizadas con la plasticidad típica del modernismo. La variedad de efectos rítmicos y recursos estilísticos, se evidencia en la conjunción de versos llanos y agudos, novedades expresivas y sorprendentes metáforas. Sus temas oscilan entre el patriotismo, el amor, la poesía, la humanidad, el misterio y otros.
Con Versos sencillos, Martí llegó a su madurez literaria. Este poemario representa la culminación de su lírica y en él logró alcanzar la compleja depuración de la sencillez formal. En este libro predomina el carácter autobiográfico que Martí expresa mediante la aprehensión de determinados momentos de su existencia. Ejemplos de ello son los poemas «IX» (comúnmente conocido como el poema de la niña de Guatemala), «XXVII» (sobre los sucesos del Teatro Villanueva) y «XXX» (sobre su temprana experiencia referente a la crueldad de la esclavitud).
Debido a su carácter popular, dado por las estrofas empleadas, los poemas de Versos sencillos se «pegan» fácilmente al oído, es por eso que toda persona que los lea podrá después recitarlos de memoria con facilidad, al menos algunas estrofas. Martí escribió este poemario después de la angustia que le provocó el conocimiento de las intenciones de los Estados Unidos de anexar Cuba a sus dominios y luego de enterarse del Congreso Internacional de Washington, en 1889.
Como menciona en el prólogo del libro, el médico lo envió al campo para recuperar su salud. Allí, en la villa Catskill del condado de Greene, New York, tuvo una experiencia realmente restauradora en comunión con la naturaleza y el resultado confortable que anhelaba del Congreso, que le inspiraron los Versos sencillos que tanto agasajara Gabriela Mistral (1889-1957). En su prólogo el Apóstol confiesa:
Me echó el médico al monte: corrían arroyos, y se cerraban las nubes: escribí versos. A veces ruge el mar, y revienta la ola, en la noche negra, contra las rocas del castillo ensangrentado: a veces susurra la abeja merodeando entre las flores.[2]
Hermosa imagen poética que describe, con la típica plasticidad modernista, el paisaje donde Martí recuperaba su vitalidad mancillada por la ardua labor que venía desempeñando en nombre de la libertad. Refiriéndose al porqué de la publicación de este libro y no sus Versos libres explicó:
(…) se imprimen estos versos porque el afecto con que los escogieron, en una noche de poesía y amistad, algunas almas buenas, los ha hecho ya públicos. Y porque amo la sencillez, y creo en la necesidad de poner el sentimiento en formas llanas y sinceras.[3]
O sea, ser transparente al expresar las emociones humanas, independiente del origen y la naturaleza de estas, es la manera idónea para dar vida a la poesía. La ígnea labor patriótica del Apóstol, matizada por un excelente espíritu lírico de alto vuelo creativo, son evidencias suficientes para justificar los múltiples monumentos que se han erigido en su honor y memoria por diversos lugares del mundo, como Perú (Lima), Argentina (Buenos Aires), México (Ciudad de México, DF), EE.UU. (Ybor City, Tampa, Florida y el Central Park de New York), España (Cádiz), Italia (Esposizione Universale Roma, en Roma) y Bulgaria (Sofía).
Según comenta Hans-Otto Dill, Martí, al igual que el francés Charles Baudelaire (1821-1867), «reclama una literatura moderna en consonancia con la gran ciudad moderna y el arte moderno, considerando neoclasicismo y romanticismo como obsoletos e inadecuados».[4] Afirmación acertada, pues lo justifica el simple hecho de la notable innovación poética en la lírica martiana desde su primer poemario, Ismaelillo, dedicado a su primogénito, hasta el último de 1891. Más adelante, asegura que:
(…) la aparición del Modernismo en Martí coincide con su estancia en Nueva York, donde podía familiarizarse con la literatura moderna francesa, Parnaso, l´art-pour-l´art y simbolismo, siendo en aquel entonces estas escuelas literarias francesas ―cuyo antepasado literario es Baudelaire― la literatura más moderna del mundo. Nueva York era en aquel entonces la ciudad culturalmente más afrancesada del mundo…[5]
Por cuanto, es lógico que el Apóstol se percatara de la necesidad de una renovación literaria en las letras hispanoamericanas con la intención de elevarlas al concierto de la literatura universal.
El poema «XLV» de Versos sencillos es un digno ejemplo de todo lo anterior. En este texto el hablante lírico se encuentra frente a las estatuas de los héroes de la Guerra del 68 y los incita a volver a la lucha, pues se queja de que ya no existen hombres de tal estirpe para defender la independencia de Cuba. Es un llamado simbólico al reinicio de la lucha armada por la emancipación total de Cuba respecto al dominio colonial español, que es respondido por las estatuas de mármol, como legitimación y confirmación del espíritu de lucha del pueblo cubano. Está estructurado por tres estrofas, compuestas por 14 versos octosílabos, la primera; 15, la segunda y 9 la tercera. Algunos versos presentan rima asonante y otros consonante. Comienza con una imagen onírica que contiene símbolos, plasticidad, encabalgamiento de versos, paralelismos y carácter verbal:
Sueño con claustros de mármol
Donde en silencio divino
Los héroes, de pie, reposan:
¡De noche, a la luz del alma,
Hablo con ellos: de noche!
Están en fila: paseo
Entre las filas: las manos
De piedra les beso: abren
Los ojos de piedra: mueven
Los labios de piedra: tiemblan
Las barbas de piedra: empuñan
La espada de piedra: lloran:
¡Vibra la espada en la vaina!:
Mudo, les beso la mano.
La siguiente estrofa muestra otra imagen plástica, típica del modernismo, en la que se evidencia el momento de mayor lirismo y emotividad del poema. El hablante lírico se queja ante las estatuas de los mártires de que hay cubanos traidores al servicio de España, que oprimen a sus coterráneos, y que ya se acabaron los patriotas cubanos para defender al suelo patrio:
¡Hablo con ellos, de noche!
Están en fila: paseo
Entre las filas: lloroso
Me abrazo a un mármol: ¡Oh mármol,
Dicen que beben tus hijos
Su propia sangre en las copas
Venenosas de sus dueños!
¡Que hablan la lengua podrida
De sus rufianes! ¡Que comen
Juntos el pan del oprobio,
En la mesa ensangrentada!
¡Que pierden en lengua inútil
El último fuego!: ¡dicen,
Oh mármol, mármol dormido,
Que ya se ha muerto tu raza!
La última estrofa posee una estructura similar a la primera: los procedimientos poéticos empleados por Martí son los mismos (encabalgamiento de versos, formas verbales consecutivas para dar la impresión de movimiento, dinamismo; la plasticidad, entre otros). La imagen plástica muestra, simbólicamente, el despertar de los patriotas cubanos para proseguir la lucha por la liberación nacional. Las novedades expresivas del lenguaje utilizado en este poema por el Apóstol radican en que se trata de un lenguaje aparentemente sencillo, pero con cierta complejidad a la vez: no aparecen los hipérbatos violentos de los poemarios anteriores, el lenguaje es más transparente y con mayor ímpetu político, revolucionario y patriótico; además, se emplea la palabra mármol para exaltar la magnificencia del sepulcro de los héroes. La complejidad está en el hecho de que Martí crea imágenes plásticas muy inusuales, con cierta economía de recursos expresivos, pero con rica semántica, ritmo inusual y musicalidad:
Échame en tierra de un bote
El héroe que abrazo: me ase
Del cuello: barre la tierra
Con mi cabeza: levanta
El brazo, ¡el brazo le luce
Lo mismo que un sol!: resuena
La piedra: buscan el cinto
Las manos blancas: ¡del soclo
Saltan los hombres de mármol![6]
El tono de este poema es elevado, solemne, exaltado, patriótico. El ambiente es crepuscular, onírico. Su tema: el llamado a la lucha independentista y la necesidad de incorporación de nuevos patriotas cubanos que la reanimen. El poeta exalta las figuras (las estatuas de mármol) de los héroes de la Guerra del 68 con la intención de hacer cumplir ese noble llamado a una causa justa.
Para concluir, adjuntamos una breve selección de algunos poemas de este hermoso libro:
VI
Si quieren que de este mundo Lleve una memoria grata, Llevaré, padre profundo, Tu cabellera de plata. Si quieren, por gran favor, Que lleve más, llevaré La copia que hizo el pintor De la hermana que adoré. Si quieren que a la otra vida Me lleve todo un tesoro, ¡Llevo la trenza escondida Que guardo en mi caja de oro!
IX
Quiero, a la sombra de un ala, Contar este cuento en flor: La niña de Guatemala, La que se murió de amor. Eran de lirios los ramos, Y las orlas de reseda Y de jazmín: la enterramos En una caja de seda. … Ella dio al desmemoriado Una almohadilla de olor: Él volvió, volvió casado: Ella se murió de amor. Iban cargándola en andas Obispos y embajadores: Detrás iba el pueblo en tandas, Todo cargado de flores. … Ella por volverlo a ver, Salió a verlo al mirador: Él volvió con su mujer: Ella se murió de amor. Como de bronce candente Al beso de despedida Era su frente ¡la frente Que más he amado en mi vida! … Se entró de tarde en el río, La sacó muerta el doctor: Dicen que murió de frío: Yo sé que murió de amor. Allí, en la bóveda helada, La pusieron en dos bancos: Besé su mano afilada, Besé sus zapatos blancos. Callado, al oscurecer, Me llamó el enterrador: ¡Nunca más he vuelto a ver A la que murió de amor! XIX
Por tus ojos encendidos Y lo mal puesto de un broche, Pensé que estuviste anoche Jugando a juegos prohibidos. Te odié por vil y alevosa: Te odié con odio de muerte: Náusea me daba de verte Tan villana y tan hermosa. Y por la esquela que vi Sin saber cómo ni cuándo, Sé que estuviste llorando Toda la noche por mí. XXVII
El enemigo brutal Nos pone fuego a la casa: El sable la calle arrasa, A la luna tropical. Pocos salieron ilesos Del sable del español: La calle, al salir el sol, Era un reguero de sesos. Pasa, entre balas, un coche: Entran, llorando, a una muerta: Llama una mano a la puerta En lo negro de la noche. No hay bala que no taladre El portón: y la mujer Que llama, me ha dado el ser: Me viene a buscar mi madre. A la boca de la muerte, Los valientes habaneros Se quitaron los sombreros Ante la matrona fuerte, Y después que nos besamos Como dos locos, me dijo: ¡Vamos pronto, vamos, hijo: La niña está sola; vamos!
XXX
El rayo surca, sangriento, El lóbrego nubarrón: Echa el barco, ciento a ciento, Los negros por el portón. El viento, fiero, quebraba Los almácigos copudos; Andaba la hilera, andaba, De los esclavos desnudos. El temporal sacudía Los variaciones henchidos: Una madre con su cría Pasaba, dando alaridos. Rojo, como en el desierto, Salió el sol al horizonte; Y alumbró a un esclavo muerto, Colgado a un seibo del monte. Un niño lo vio: tembló De pasión por los que gimen: ¡Y, al pie del muerto, juró Lavar con su vida el crimen!
Notas
[1] José Martí: «XXV», Versos sencillos, UNEAC, 2015, p. 63.
[2] Ibíd., p. 23.
[3] Ibíd., p. 24.
[4] Hans-Otto Dill: Lecturas criollas. Ensayos sobre literatura cubana, Editorial Arte y Literatura, 2010, p. 65.
[5] Hans-Otto Dill: ob. cit., p. 68.
[6] José Martí: «XLV», ob. cit., pp. 86-87.
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