(…) arderé pero eso no es otra cosa que un hecho,
ya seguiremos discutiendo en la eternidad…
MIGUEL SERVET (teólogo y científico español)
En mayo de 1990 —hace la friolera de treinta años—, durante los espléndidos días del Festival Internacional de Poesía de Malmö, entrevisté a Ernesto Cardenal, conversación que hasta hoy ha permanecido inédita.[1] El encuentro para el diálogo tuvo lugar en la casa de Federico Ferrando II, intelectual uruguayo que por entonces dirigía la Revista del Sur, publicación de arte y literatura del exilio latinoamericano en Suecia. Igual estuvieron presentes el también uruguayo, artista plástico y amigo de años, Pepe Viñoles, la poeta nicaragüense Daisy Zamora, y otro viejo amigo, el escritor de Caibarién, Emilio Comas Paret. Pepe, que sigue viviendo en el Malmö de sus amores, rememora —aun hoy, después de tanto tiempo— las circunstancias de aquella conversación sobre poesía que «le arrancaste a Cardenal entre el humo de un asado en el balcón, que Federico no acababa nunca de servir y que recuerdo motivó la queja de un enojado vecino vikingo».
La grabación, en las dos caras de un viejo casete de sesenta minutos, donde el mal audio, la humedad y el tiempo hicieron lo suyo, devino mucho después en una transcripción irregular, donde se perdieron algunas palabras, pero que en esencia recoge el espíritu de aquella, para mí, memorable tertulia. Ahora doy a conocer la entrevista completa —hasta donde pude rescatarla, incluyendo entre corchetes palabras perdidas o comentarios míos—, como justo homenaje al gran latinoamericano fallecido a los noventa y cinco años el domingo primero de marzo de 2020, respetando en lo posible la versión original, incluyendo reiteraciones y giros lingüísticos, que reproducen el decir particular del poeta de Solentiname.
Con ella dialoga y se religa de forma orgánica la prédica que impartiera en esos días en una ceremonia ecuménica en la Iglesia Caroli, de la misma ciudad, y cuya copia transcrita en el programa de mano he conservado y reproduzco a continuación de la entrevista, desconociendo si en todo este tiempo ha vuelto a ser publicada.
Tanto nuestra conversación como sus palabras en aquel emotivo servicio que ofreció en una sencilla iglesia sueca —Caroli es el nombre que se le puso en honor del rey Karl XI, quien autorizó en 1683 a una congregación protestante alemana su construcción—, estaban signadas por los sucesos que ocupaban a su patria a menos de un mes de haber tomado el poder la oposición aupada por el gobierno de los Estados Unidos.
Debo agradecer, no importa el amplio período transcurrido, a los organizadores del festival en las personas del poeta Lasse Söderberg —gestor y animador principal—, y de nuestro compatriota residente en Suecia, el escritor René Vázquez Díaz, sus atenciones, y en particular la dedicación generosa a Cardenal, tomando en cuenta los difíciles días que estaba viviendo la causa sandinista.
Como escribiera su entrañable Cintio Vitier, el recordado poeta nicaragüense se propuso «expresar el mundo circundante y ayudar a transformarlo o mejorarlo, a partir del lenguaje mismo de la realidad».
Ernesto Cardenal tiene la palabra.
[A un determinado tipo de poesía podríamos] llamarle hermética, también surrealista, en el sentido de que está fuera de la realidad, de toda realidad, y la otra es una poesía que trata de comunicar, que trata de ser concreta y no abstracta. Entonces en Nicaragua, como la poesía es una cosa que nos motiva mucho y motiva polémicas, son temas que se debaten… [Comento sobre su preferencia por una poesía más directa] Sí, eso es lo que yo he querido, sí, aunque la poesía intimista está muy correcta también, y algunas veces la he hecho yo mismo. La diferencia es que… una comunica y la otra no comunica, pero que uno prefiera una más íntima me parece perfecto, y a veces yo la he hecho o la he intentado hacer, tomando como referencia a nuestros grandes poetas. Otro puede escribir un poema sobre una realidad nada intimista, digamos, sobre la caída del Che en Bolivia y, sin embargo, es un poema que no tiene ni pies ni cabeza ni comunica nada. Entonces el problema nuestro está en el exterior o el interior. Hay un nombre que nosotros inventamos en Nicaragua; el interiorismo, me parece incorrecto, equivocado, mal recogido. Diría que mejor se podría dividir la poesía entre abstracta y concreta, porque si nosotros decimos interiorismo, se contrapone al exterior. En cambio, la concreta sí podemos decir a quién se contrapone: a la abstracta, que todo lo presenta en abstracción.Bueno, yo creo que el tema no tiene importancia, porque se puede escribir, digamos, un poema sobre el Che, sobre el amor, y el poema es malo; se puede escribir sobre algo en apariencia no literario y el poema es bueno. Entonces no es el tema. A nosotros algunas veces nos han calumniado de que el tema y de que la poesía debe ser política, y es mentira, nunca hemos dicho eso. En primer lugar, no lo practicamos nosotros y si nosotros no lo hacemos ¿cómo vamos a estar diciéndole a los poetas jóvenes que la poesía tiene que ser política? Lo que yo digo es que la poesía debe comunicar, cualquier cosa que sea: puede comunicar una experiencia política, social, económica, porque yo creo que también la economía puede inspirar también: la deuda externa, lo que sea ¿no?, y tiene claves que fácilmente se pueden considerar poesía, componerlos un poco y quedan textos poéticos, pero podría también escribir una poesía que no comunique nada. Yo creo que el poeta tiene libertad de escribir cualquier cosa, y de escribir si quiere para que nadie lo entienda, perfectamente, tiene libertad, pero que no se queje después de que no lo leen o que no lo entienden, porque hay algunos que se quejan. En Nicaragua tenemos poetas jóvenes que nos atacan a los poetas que tenemos una celebridad inmerecida, dicen ellos, y cosas así, y que muchas ediciones, mucha traducción falsamente célebres. Y es porque ellos sienten que nadie los conoce, nadie los traduce, nadie los lee, pero es que tampoco están escribiendo una cosa que comunique nada. Tienen todo el derecho de escribir algo que no comunique, pero no tienen por qué quejarse después si no se les entiende.
Distintas gentes escriben para otra generación: Carlos Martínez Rivas, por ejemplo, y muchas veces no nos estamos entendiendo, él está escribiendo no para nosotros sino para el siglo futuro. Escriben para el pueblo, pero para otro, los que van a nacer. Están escribiendo de una forma muy difícil de entender, aunque tal vez después sea una obra muy clara, como cuando Einstein hizo su teoría de la relatividad… que solo una persona en el mundo la entendía: Einstein. Ya después la entendieron una docena de personas o como quinientos, y después ya la entendió todo el mundo. Bueno, todo el mundo no, porque por ejemplo, yo no la he entendido. Y lo mismo ha pasado con la poesía, ¿no? Un poeta como Carlos Martínez, un poeta que muchas veces es hermético, y algunas veces no, pero todos decimos ¿para qué escribe esto? Nosotros no lo entendemos, pero él puede estar escribiendo para otra generación. La cuestión es si se debe de escribir para alguien o si no, no quejarse de que a uno no le den el premio Nobel o que no lo publiquen ni siquiera en provincias, o que lo publiquen por intrigas y amistades o amiguismo, y se quede la edición.
[…] en Nicaragua la primera influencia que uno tiene es Rubén Darío. Mi primer poema fue a los siete años o seis, creo que todavía no escribía, pero lo decía de memoria, para Darío, y es porque oía a mi papá leer. Pero eso no se puede llamar ni influencia ni nada. Después García Lorca y Neruda, para nosotros, digamos a los dieciséis años, eran referente, pero también lo era Alberti. Para Carlos Martínez y para mí, que éramos como gemelos, de la misma edad, y con las mismas lecturas, Alberti y Lorca eran iguales de grandes, y Neruda. Un poquito después conocimos a Vallejo, que hasta me pareció muy joven todavía, después uno va teniendo toda clase de influencia, que fue una cosa que yo adoré muchísimo. Así uno se va llenando… Aleixandre me influyó mucho. Hubo una época muy surrealista en mi juventud… esta cosa misteriosa. Después hacemos lecturas que a uno ya no le significan nada.La poesía norteamericana, la poesía yanqui que José Coronel Urtecho traducía en voz alta, leyéndola él en español, nos fascinaba. Él estaba preparando una antología de poesía norteamericana, y eso me impactó tanto que resolví estudiar literatura y aprender inglés para conocer la literatura yanqui, y eso fue lo que me empezó a influir y a cambiar la dirección de mi poesía, después de unos años como de crisis que tuve, en que casi no escribía. […] hasta que comencé a escribir los primeros poemas, que ya fueron los que me dieron a conocer.
Hicimos una antología muy grande[2], que ahora Retamar quiere publicar de nuevo en Cuba, la que hicimos en Aguilar de poesía norteamericana, y ojalá la publique porque ninguna editorial quiere hacerla, ni en España, ni en ninguna parte. Pero es un libro muy grande, como de quinientas páginas, de traducción de norteamericanos, desde los indios pieles rojas hasta los de la generación beat, que eran los últimos que había en esa época.
[En cuanto a si existe influencia generacional en su estilo poético expresa]: No. ¿Por qué? Ya yo llegué viejo, a estos años, con un estilo, digamos, ya orientado por la poesía norteamericana. La poesía de mi generación más bien era un poco dada a la abstracción. Hay una reciente biografía [del monje, ensayista y poeta estadounidense Thomas Merton] donde el autor, con muchas notas al pie, y con testimonios y papeles de Merton, cartas suyas, sostiene que Merton fue influido por mí en su poesía, que su poesía cambió después de nuestro contacto, sobre todo cuando empezó a escribir poesía política y social, y a abordar temas que yo había abordado en cuanto a la política latinoamericana… Eso sostiene el autor, y es posible, lo que sucede es que Merton me influyó a mí inmensamente, ¿no?, en lo religioso y en todo lo demás, no en la poesía, fue como un florecimiento para mí.[3] Sí, porque me hizo cambiar mi esquema religioso. Me dio una formación religiosa, pero esa formación que él me dio fue desbaratarme todos los esquemas, porque yo lo que tenía era un catolicismo convencional, que podríamos llamar ahora «retrógrado». Cada vez iba descubriendo cosas nuevas, y llegaba un momento en que me desconcertaba, cuando él decía que toda esta vida en el monasterio era una payasada, un circo. Y a mí, que llegaba con todo el entusiasmo del recién convertido, del novicio deslumbrado por todo eso nuevo, me rompía todos los esquemas; y que dijera que tuvieras que hacer payasadas, cuando toda tu vida la has volcado hacia eso, ¿no? Él lo hacía un poco exprofeso, tal vez para sacudirme, ¿no?O si no, teníamos la dirección espiritual para hablar de las cosas místicas, contemplativas, y él entonces empezaba a preguntarme qué sabía de Nicaragua, de Somoza, de la caída del dictador tal, y de otras cosas, y contaba sus anécdotas de la vida del país, y hablábamos una serie de cosas, así, hasta que se acababa el tiempo. Yo decía: bueno, estoy conversando con este gran místico, este gran maestro y guía espiritual, admirado en el mundo entero de la mística, y solo tengo un momento determinado con él, y he desperdiciado todo este tiempo y hemos hablado de París, hemos hablado de Somoza, de Pérez Jiménez. Entonces, se acababa el tiempo, y era media hora, una hora al principio, después, media hora, entonces decía, bueno, se acabó. ¿Hay alguna pregunta, algún problema? Y yo encontraba que no tenía ninguno. De repente, me di cuenta de que lo que me está enseñando es que la vida espiritual, la vida mística, la vida contemplativa, es la vida, es todo, que no hay que hacer una separación, y además, que no tengo problemas. Una vez le dije que resulta que no tengo ningún problema, y me dice: «Pues hay que alegrarse». Otros probablemente llegaban muy cargados de problemas y todo, y la formación que fue dándome fue esa, y haciéndose ver que yo tenía que ser el mismo que había sido antes, con los mismos intereses, la misma lectura, los mismos involucramientos en política, etcétera.
Cuando yo salí de allí, salí tratando de ser contemplativo y, al mismo tiempo, involucrado en lo social y político, sin que hubiera ninguna separación ni compartimentación en eso, y entonces, poco a poco, se me presenta a mí ya la Revolución, y ver que todo lo que tenía era la actitud pacifista «ghandiana». No es que estuviera fanáticamente contra la violencia, pero sí era un gran admirador de Ghandi, y también de la Revolución cubana, de Fidel, pero cuando yo voy conociendo la Revolución, cuando tengo sobre todo la revelación de la Revolución cubana, ya estaba bien preparado por esa formación de Merton, para recibir toda esa influencia. Después me encuentro con el marxismo también [gracias a la] preparación que Merton me había dado. Merton murió sin haber llegado a ser marxista, pero lo hubiera llegado a ser. La última conferencia que él dio, pocas horas antes de su muerte, fue sobre cristianismo y marxismo; dio su conferencia, fueron a almorzar, después del almuerzo y de la siesta iban a hacer preguntas y lo encontraron muerto. Él hace ver las coincidencias que hay entre el «monasticismo» y el comunismo, y también las diferencias, pero insiste mucho en las coincidencias. No dice que son la misma cosa ni nada, hace ver las diferencias, pero señala muchas coincidencias y si él hubiera conocido otras experiencias, si hubiera conocido, a través de mí, la Revolución cubana —él murió antes de que yo fuera a Cuba—, si él hubiera recibido mi informe, de lo que yo había visto en Cuba, él hubiera aprobado exactamente la posición que yo tuve después de mi experiencia de Cuba. Y por supuesto, después, con la experiencia de Nicaragua, él hubiera estado también con el sandinismo. Incluso un escritor norteamericano que no me conoce a mí, que no ha estado en Nicaragua, considera a Merton como precursor de la Revolución de Nicaragua, diciendo que a través de su influencia en mí, él influyó en Nicaragua para que en Nicaragua hubiera todo un ambiente entre los cristianos progresistas de integración a la revolución, que hay mucho de Merton en eso y en la influencia que él hizo de esa forma indirecta en la Revolución de Nicaragua.
[A propósito de un comentario mío sobre sus simpatías con la Teología de la Liberación, expresa]: Me gusta mucho decir como decía Jesucristo: el Reino de los cielos, porque no decía Reino de Dios, sino Reino de los cielos, por lo menos en San Mateo, porque la palabra de Dios para los judíos era una palabra que no se debía pronunciar por respeto, ¿no?, entonces como eufemismo decían: el Reino de los cielos. A mí me gusta mucho y ahora estoy repitiendo, sobre todo en mis poemas, que la Tierra está en el cielo, ya desde Copérnico. Jesús reconoce que la tierra está en el cielo, y que el Reino de los cielos es el reino de la Tierra y que hay una comunidad de millones o trillones de planetas habitados con la misma evolución y hacia la misma revolución que nosotros. [Le cito el verso de La Internacional de que «la tierra sea el paraíso eterno de la humanidad»] Principalmente trata de eso, de que la tierra sea el Paraíso. Los arqueólogos modernos e investigadores de la Biblia sostienen que el Génesis del Paraíso no es más que un simple mito, pero que además de mito es una utopía del futuro. Hubo un tiempo en que la humanidad tuvo esa fase de felicidad y de las cosas que se cuentan como Paraíso en el Génesis, […] como autores utópicos que presentan una cosa perfecta, en otros tiempos, en otro lugar. La Biblia lo está presentando en el pasado como una meta que la humanidad tiene para el futuro. Vamos hacia el paraíso, no hay dudas de que lo tuvimos y lo perdimos. Y es que, en realidad, el creer que antes hubo ese estado se contradice con la doctrina de la evolución. Es antievolucionista. No existe en toda la historia de la evolución del universo —no solo de la vida, sino desde el Big Bang—, no existe un retroceso. Todo ha ido hacia estados superiores. Eso quedó claro en la prédica. [En cuanto a la teoría darwiniana de la evolución de las especies]: Hay semejanzas, en la prédica de los evangelios, hay especies desaparecidas, y en el proceso de la creación digo que es divertido ver a Dios equivocándose, creando una antena que no sirvió, una vejiga natatoria errónea, y entonces buscando otro camino. Y lo digo yo y lo dijo la Revolución también, el futuro será mejor. Los nicaragüenses no vamos a la zaga en eso, y sobre todo el pueblo, cómo está de politizado y de bien orientado.Bueno, yo no [me reconozco como poeta y político], pero hay poetas que tenemos allá: Tomás [Borge] y otros comandantes; Hugo Torres, comandante del Ejército, muy buen poeta. No se quieren promover ellos como poetas, lo cual también es un mérito de ellos, la comandante Dora María Téllez, buena poeta… y eso hizo a Carlos Martínez Rivas decir que en Nicaragua la poesía está gobernando. Pero yo no he gobernado en Nicaragua, yo he tenido un cargo de ministro. Nuestra dirección es la que ha gobernado y sigue gobernando ahora sin estar en el gobierno.
[…] En el principio apareció como la derrota de la Revolución en la pérdida de las elecciones. La Revolución sigue siendo la misma Revolución, lo único que no en el gobierno, sino en la oposición y perfectamente puede haber una oposición-revolución o una revolución en la oposición, sobre todo que se había declarado que era una revolución con partidos políticos opositores y con elecciones libres, y por lo tanto se podía perder. Nosotros creíamos que no íbamos a perder, pero se podía perder y el hecho es que perdimos, pero manteniendo desde el principio lo que la revolución había planteado: que esta revolución iba a ser pluralista, iba a ser de economía mixta y con elecciones, libertad de prensa, etcétera. Esas eran las reglas del juego y el hecho de que las elecciones se perdieron demostró que las elecciones eran justas y honestas: la mejor manera de demostrarlo, ¿no? No es que lo hubiéramos hecho intencionalmente, aunque Reagan cree que intencionalmente se hizo una alianza con Violeta para hacer como que perdíamos y que no habíamos perdido, y aconsejó a Bush y le dijo: «los sandinistas tiene mucha imaginación, y no hay que confiar en ellos, ni cuando pierden elecciones».[4]Malmö, Suecia, mayo de 1990— El Vedado, Cuba, marzo de 2020
Prédica en una liturgia ecuménica impartida por Ernesto Cardenal en la Iglesia Caroli, de Malmö, el domingo 20 de mayo de 1990
San Juan nos dice que «Dios es Amor». Pero podríamos preguntarnos qué tipo de Amor es ese que es Dios. San Agustín dice que cuando San Juan dice que «Dios es Amor» está queriendo decir que es «el amor entre los hombres».
San Juan también dice que «el que ama a su prójimo conoce a Dios: y el que no ama a su prójimo no conoce a Dios». Por tanto no debemos hablar de una división entre ateos y no ateos. Los hombres se dividen entre los que aman a su prójimo y los que no lo aman. (En cuanto al conocer a Dios). Los que aman a su prójimo conocen a Dios, aunque sean ateos. Y a veces los ateos conocen más a Dios.
Vemos pues que Dios, en esta tierra, es la unión entre los hombres. Y no podemos imaginar entonces un dios que sea solo de funciones ontológicas, un dios no involucrado en ninguna revolución. Y un Dios que es Amor no puede ser un Dios estático, ni un Dios completo o que se sienta completo.
Este Dios no estático y no completo es el que ha creado el mundo por medio de la evolución. La evolución nos la enseña la ciencia. Para los cristianos ello significa que el universo que fue creado por el Amor, fue creado en evolución. La evolución se realiza por atracción. Se atraen las partículas, los átomos, las moléculas, las células, los organismos, las sociedades. Y los planetas y estrellas y galaxias y cúmulos de galaxias. La ley del universo es la ley del amor, desde las estrellas hasta los hombres. Todo es unión en el cosmos. Antigravedad nunca se ha observado.
Por eso es que Dios para los hombres es la unión de los hombres, el amor entre los hombres.
Esto es lo significa el reino de Dios, o reino de los cielos en la tierra. Cristo solo trató de una cosa en toda su predicación: la venida de este reino. Este reino (o república de los cielos) es una sociedad de justicia, de fraternidad y de amor que habrá en la tierra.
Hacia esto es la meta de la evolución. Algunos piensan que el siguiente estadio será el paso del hombre al robot. Un robot obediente sin capacidad de pecar. ¿Sería esto lo que quiere Dios? ¿Un reino de los cielos de robots? El teólogo español [José Ignacio] González Faus sostiene que esto no puede ser así. También dice que el reino de los cielos no será fascista. Y no nos podemos tampoco imaginar a un Dios diciendo actualmente: «Perdimos». Ya no hay campo socialista. También perdimos las elecciones sandinistas en Nicaragua. Empecemos otra vez desde el comienzo, cambiando de sistema. Dejemos en primer lugar este pendejo sistema solar. No, Dios no va a dejar este sistema solar donde él ha hecho, como dijo Jesús, que el sol salga cada día sobre buenos y malos.
Pero siempre tendremos que estar haciendo nuevos intentos, porque así es el proceso de la evolución.
En mi comunidad de Solentiname, todavía bajo las tinieblas del somocismo, cuando comentábamos el Evangelio con los campesinos, dijo uno de ellos, Laureano: «Yo tengo veinte años y no quiero que la venida del reino y el Juicio Final tarden mucho, hasta que yo esté viejo, sino que quiero que estas cosas sean ya». Laureano murió después del triunfo de la revolución, combatiendo a la contra cerca de la frontera con Honduras.
Y la verdad es que todos hemos querido ver esto con nuestros propios ojos. Y tantos han muerto sin poderlo ver. Pero de aquí la necesidad de la resurrección. Para que al final la muerte no nos despoje del fruto de nuestro trabajo revolucionario. Y por eso era necesario que este cosmos fuera creado con resurrección. Pero una resurrección que no es estática por supuesto.
La evolución y la revolución son la misma cosa. La evolución se da por saltos, y las revoluciones son los saltos de la evolución en la sociedad humana. Y la evolución tiene retrocesos y callejones sin salida, e igualmente las revoluciones. Pero siempre se va adelante, por un camino o por otro camino.
El reino de los cielos es en la tierra. Mejor dicho, la tierra está en el cielo. En el cielo con todas las demás estrellas y galaxias, con los demás planetas habitados en los que también hay procesos de evolución y revoluciones sociales, con sus avances y retrocesos para nuevos avances, con sus Crucificados y Resucitados, donde se establecerá también el mismo reino de amor de aquí en la tierra. No reino de robots con incapacidad de pecar. Sino de seres libres con capacidad de amar. Hombres que unidos por el amor serán un solo hombre, el que en la terminología del Antiguo Testamento fue llamado Hijo del Hombre, y según el teólogo González Faus que he citado antes es un término equivalente al del hombre nuevo de cualquier revolución marxista; y sentado a la diestra de Dios (con la aclaración de Lutero de que la diestra de Dios está en todas partes).
En Nicaragua por diez años han ocurrido cambios sociales que nos han ido acercando a ese reino. Entre sus logros revolucionarios ha estado también el hacer la revolución con democracia, y tan auténticamente que en una elecciones —por pocos votos— se perdió. El teólogo Jorge Pixley, catedrático del Antiguo Testamento en el seminario bautista de Managua, escribe sobre esta revolución: «Hoy, quienes creemos en el evangelio de Dios, estamos inmersos en la construcción de la esperanza, junto con algunos que no comparten nuestra motivación cristiana. El contenido de nuestra fe sigue siendo parecido, si no igual al que era antes, pero la práctica del seguimiento de Jesús en el anuncio del reino se hace distinta en este contexto revolucionario». Agrega después de cómo debe ponerse el creyente «al servicio del pueblo en su lucha contra la muerte. La esperanza evangélica exige hoy como siempre una organización de los pobres. Hoy las autoridades revolucionarias promueven la organización popular. Una medida de nuestra fidelidad evangélica será la disposición de poner el poder del Espíritu a disposición de las organizaciones populares. Así construiremos la esperanza, y nuestras vidas y nuestro mensaje serán recibidos y serán de hecho buenas nuevas para los pobres».
Esas buenas noticias del Amor ya las había predicado en Nicaragua nuestro máximo héroe guerrillero, Sandino. Sandino, nada menos, predicaba a sus tropas que el universo había sido creado por el Amor. Que en su lucha triunfarían, porque era una lucha por la Justicia, y era una lucha por el Amor. Y decía a sus tropas: «Muchas veces habréis oído hablar de un Juicio Final del mundo… Por Juicio Final del mundo se debe comprender la destrucción de la injusticia sobre la Tierra y el reino del Espíritu de Luz y Verdad, o sea el Amor… No temáis, mis queridos hermanos; estad seguros de que ya muy luego tendremos nuestro triunfo definitivo en Nicaragua, con lo que quedará prendida la mecha de la “Explosión Proletaria” contra los imperialismos de la Tierra».
Este es el Juicio que el joven campesino de Solentiname deseaba ver con sus ojos, no viejo sino ya entonces mientras aún tenía veinte años. Que todos ansiamos ver. Pero no olvidemos que el Juicio empieza ya: el Juicio es que Jesús se hace uno con los pobres y oprimidos, y con todos aquellos que se unifican con la causa de los pobres y oprimidos, en una palabra con todos los hombres —el Hijo del Hombre o Hombre Nuevo— al unificarse con los hombres.
El que Dios fuera hombre, y el hombre Dios: aquello por lo que tanto se discutió y peleó en los Concilios y fuera de los Concilios. Pero desde el comienzo del cristianismo ya Dios destruyó la imagen religiosa de Dios: fue un Dios que comió y bebió con nosotros, cagó y orinó. Ahora se trata de que todos seamos parte de Jesucristo. Y así nuestra resurrección no es impensable. Se trata de que todos juntos seamos trascendentes. La Trascendencia de la sociedad de Suecia o de Francia. La Trascendencia de Namibia o Nicaragua. Ese es el reino. Lo único que predicó Jesús. El reino de los cielos en este planeta. Para que en una sola sociedad se integre al concierto de todos los demás planetas habitados en los que ya reina el amor.
En medio de las estrellas y galaxias, y de esos quásares que dicen que siendo como del tamaño de nuestro sistema solar son más brillantes que un trillón de soles, y más brillantes a veces que cien mil galaxias. La luz es un libro con la historia del universo creado por el Amor. Los ojos humanos son para mirar la luz y leer el libro hasta el comienzo del tiempo, y mirar aún más allá, mirar la eternidad.
Termino con una frase de Sandino: «Saldremos bien, Dios mediante».
Coda
Después de publicada esta entrevista, retomé de entre mis libreros el ejemplar de Cántico cósmico (Editorial Nueva Nicaragua, 1989), libro que el poeta me regaló durante este encuentro, y cuya dedicatoria, con su trazo escolar y el estilo lacónico que siempre le caracterizó, sintetiza el espíritu de la, para mí, memorable conversación que sostuvimos: «Para Norberto Codina, con todo lo que nos ha unido. Ernesto Cardenal».
[1] Un pequeño fragmento apareció como adelanto en mi columna de la revista digital La Jiribilla, el 3 de marzo de 2020, a unas horas de fallecido el poeta.
[2] A propósito de ella, Cardenal ha contado: «Algún tiempo después [Coronel Urtecho] me propuso que hiciéramos una nueva antología entre los dos, más grande y más completa. Trabajamos varios años en ella, y el resultado de esa colaboración fue una antología de 500 páginas que fue publicada por la editorial Aguilar de Madrid, en 1963».
[3] En otro sitio he citado algo que quiero repetir aquí. Cuenta Pablo Armando Fernández que el 22 de agosto de 1954, Emilio Ballagas le recomendaba en una carta —veinte días antes de morir—, y en una época en que el joven Cardenal estaba enrolado en la conspiración de abril contra la dictadura somocista, lejano el tiempo en que él mismo seguiría por su cuenta esa experiencia: «Acaso puedas ir un día a hacer un retiro al monasterio de Getsemaní en Kentucky. Es un lugar donde se trabaja duro y se ora mucho. Los padres de allí pueden darle a un joven la mejor orientación para vivir en un mundo como el de hoy». (Véase mi «Ballagas familiar», en Luces de situación, Ediciones Loynaz, 2018, p. 52).
[4] Violeta Chamorro asumió la presidencia de Nicaragua el 25 de abril de 1990, unos días antes de esta conversación.
[*] Revista Casa de las Américas, no. 299, abril-junio de 2020, pp. 121-129.
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