
La verdad de lo invisible. Vivencias de un director de arte, del maestro Luis Lacosta, mi caro amico, es el título del libro publicado por la Enciclopedia Digital del Audiovisual Cubano (ENDAC), y prologado por el M.Sc. Luciano Castillo, director de la Cinemateca de Cuba, para evocar cum dignitate el aniversario 65 de la constitución del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC).
Con la sencillez y humildad que caracterizan –desde la vertiente personográfica- al eminente intelectual cubano que, por derecho propio, se ha erigido cálido defensor de que el «olvido injusto, discriminatorio, malsano o indolente empañe o distorsione la memoria del cine cubano».
Por otra parte, el ilustre director de arte del cine y la televisión insulares pertenece a la estirpe de los creadores de entornos «ideales» para que las cámaras contribuyan a consolidar la «leyenda personal» de los personajes que aman, viven y sueñan en esos contextos audiovisuales.
Más de medio siglo consagrado en cuerpo, mente y espíritu a la profesión que le ha dado pleno sentido a su vida, le permiten al también miembro distinguido de la Asociación de Cine, Radio y Televisión de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), acumular una experiencia y un número considerable de anécdotas que —felizmente— decidió incluir en ese texto, dirigido, en primer término, a quienes se inician en el ejercicio de la profesión, percibida por Luis Lacosta como fuente nutricia de ética, humanismo y espiritualidad.
Entre otras cosas, habría que destacar el esmerado uso del lenguaje, que está al alcance de los lectores que decidan incursionar en esas páginas que recogen «la verdad de lo invisible», así como las vivencias experimentadas por Lacosta durante toda una vida dedicada a la dirección de arte.
Ese volumen ofrece una visión panorámica, que va desde la génesis hasta la escenografía como poesía espacial, para detenerse en la televisión y el cine de la mayor isla de las Antillas, así como señalar, con pulso firme y seguro, las interrelaciones e interacciones existentes con otras manifestaciones artísticas, y por si ello fuera poco, brinda consejos muy útiles para solucionar determinados problemas surgidos en la praxis de dicha especialidad, en la que Lacosta es un verdadero experto.
Por último, se insiste en el estrecho e indisoluble vínculo que debe establecer el director de arte con el responsable de la fotografía y el realizador para la consecución de una obra audiovisual. Completan el libro varias entrevistas, en las cuales los interpelados transmiten algunas de sus vivencias y testimonios de los numerosos directores de arte que coinciden en destacar la indiscutible profesionalidad del creador, el cual nunca ha estado plenamente satisfecho con el resultado de su loable labor artística, porque sustenta el criterio de que «pudo haber quedado mucho mejor […]».
Este cronista se adhiere al llamamiento urgente formulado por el crítico cinematográfico Juan Antonio García de que las editoriales cubanas que publican libros sobre el séptimo arte deben incorporar a sus respectivos catálogos La verdad de lo invisible. Vivencias de un director de arte. Los lectores cubanos, amantes de esa disciplina artística, lo agradecerán con creces.
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