La colección Centro, adscripta a la Universidad de Guadalajara, acaba de honrarse publicando el cuaderno Poesía, ¿tú que sabes de nosotros?, de Fina García Marruz. Otros grandes bardos de nuestra América han sido publicados por este sello editorial, bien conocido entre los escritores en Cuba. La selección de textos de la prestigiosa escritora, fue hecha por la investigadora Carmen Suárez León, y en ellos percibimos un goce metafísico que interroga a la trascendencia al mismo tiempo que a la caducidad, un goce incandescente y metafísico hacia los seres y las cosas. Es apreciable en la muestra la presencia «de las tres temáticas fundamentales señaladas por la crítica en su lírica, a saber, su poética de lo cubano, su poesía de la memoria, y su poesía expresamente católica».[i] Desfilan ante nuestros ojos en formas sigilosas el carácter efímero de la existencia, al tiempo que trasciende, apreciable también en la imposibilidad de apresar el misterio de la vida, que se manifiesta en la constante de sentirlo. Sólo ella ve la puerta obstinada por donde pasan el flujo y la ausencia. La mente se coloca en lo que todos saben, y nadie dice, y nos asombra «su convicción de la cualidad simbólica de lo real».[ii]
«Una dulce nevada está cayendo», «Para otros ojos», «No sabes de qué lejos he llegado», «Retrato de Sergio», entre otros, dan fe de tal idea, pero nunca de manera tan profunda, y a la vez tan leve, como en el poema «El día en apariencia»:
El día
en apariencia quieto
sereno,
inmóvil,
ha hecho abrir el grano,
caer el pétalo
crecer el pensamiento,
madurar el amor
o la guerra,
y, en un mismo
instante, nacer
y morir.
El día, en su majestad,
el serenísimo.
Un sentido de lejanía hacia los seres y los objetos que es, en muchas ocasiones, el que permite comprenderlos, vuelve especial su poesía como «un monólogo lento de diamante», a través del cual «accede» a la veneración del tiempo ido, por medio de un lenguaje pleno de sobriedad y goce en la contemplación, nunca privado del cifrado de sus textos, esencial en su poética. En ese viaje nos sorprende un tono de permanente y suave evocación, un regusto conversacional y tono prístino, y una y otra vez el ritmo fugitivo y hermoso de la vida, que gracias a tales atributos marca su trascendencia. La certeza o esencia de lo profundo y tierno de la vida –maneras de recibir el delicado y cardinal latido del mundo– pasa por nuestro lado cuando leemos el poema «Esos relojes que los padres dejan»:
Esos relojes que los padres dejan al morir a sus hijos
todavía con el calor de su pulso,
ese único objeto suyo que todavía late y pueden traspasar,
esos relojes que van a seguir generosamente midiendo
una hora que ya no les pertenece,
esa única supervivencia suya que entregan a los hijos,
cuando la vida ya a ellos nada les regala,
lo tan modesto de ese regalo, lo tan efímero,
lo leve de ese gesto, es de pronto tan enorme
como el corazón del tiempo que sigue y seguirá ya sin todos,
la dádiva del Padre, inmedible, latiendo.
A Fina, como a su verso, «La luz que la abandona la dibuja un momento»[iii], y esculpe su poesía. La autora, tan imbuida de la caducidad de las cosas y sus fantasmas, halla en ella su propia libertad; la libertad como centro que emana. «Pero su lucidez se halla a la altura de su pena, y su tenacidad a la de su desesperación».[iv] Es fascinante la crudeza con que habla del sentido común. Vuelve a decirnos: donde todo se contradice, allí permanecemos. Son argumentos en contra y a favor que anuncian lo real del absurdo. Se unen la vehemencia y la paz. Sabe que el tiempo es la forma magna del movimiento, y el movimiento es la figura del amor, incapaz de detenerse sobre un ser en particular, pasando rápidamente de uno a otro. Aunque «el olvido, que así lo condiciona, no es más que un subterfugio de la memoria».[v] La ausencia, que todo lo arrasa es pulsada por un afán de absoluto que cada poeta lleva dentro, absoluto de armonías, pues sabe que «el tiempo no es más que un infinito vacío».[vi] Tiene su poesía la voluntad de los frescos, de las naturalezas muertas, el momento en que intuyes que el cristal está hecho de agua.
Notas
[i] Jorge Luis Arcos: «Los poetas del Grupo Orígenes: Lezama Lima, Vitier, García Marruz, Diego y otros», en Historia de la Literatura cubana, Instituto de Literatura y Lingüística, CITMA, Editorial Letras Cubanas, La Habana, 2003, t. II, p. 395.
[ii] Ibídem, p. 397.
[iii] Verso del poema de Fina García Marruz “Retrato de una virgen”.
[iv] Verso de René Char.
[v] Verso de George Bataille.
[vi] Verso de George Bataille.
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