La Editorial Gente Nueva publicó en el año 2014 dentro de su Colección Veintiuno, un texto delicado, divertido y sorprendente a la vez, con la firma de la autora italiana Bianca Pitzorno, de quien mucho hemos hablado en estas páginas. Es La Voz Secreta la original obra que, tal y como su título significa, nombra la esencia de las cosas capaces de cobrar vida, según la experiencia de muchas niñas cuya fantasía les permite escuchar a sus muñecos y dialogar con ellos, pero además, igual lo hacen con otros objetos que les rodean, en tanto les alcance la imaginación.
La acción dramática transcurre en la Italia de la segunda postguerra, tras la derrota del fascismo, un país donde hace mucho tiempo las pequeñas no tienen muñecas ni otros juguetes, porque solamente hay lugar para las consignas, las marchas, la adoración del Duce y las armas; todas locuras incomprensibles del mundo adulto que han puesto patas arribas la lógica más elemental de la vida. Entonces las menores apenas pueden disfrutar de los juguetes que han heredado de sus mayores, entiéndase hermanas, primas y hasta abuelas. De ahí que todos estén remendados; tanto, que la protagonista Cora, chicuela avispada y perspicaz, llama Momias a sus ahijadas.
En un paralelo martiano, probablemente sin pretender serlo, Cora prefiere a sus muñecas momificadas que a otras nuevas sin alma, incapaces de hablarle, como sucedía con la niña Piedad y su Leonor, que no estaba entizada sino tenía la “piel” negra, en esa época considerado igualmente otro tipo de discapacidad, pero de cualquier forma, una diferencia que marcaba el trato distinto y despectivo por parte de los mayores imposibilitados de entender en ninguno de los dos casos la esencia que une a las pequeñas humanas con sus simbólicas hijas, una condición marcada por el trato constante y cuidadoso, la ternura y el amor.
Considerada educadora de generaciones, la autora apunta con su reconocida escritura compleja a los enfoques más ciertos e íntimos del mundo, descubiertos por un par de ojitos menudos. Leyendo sus letras recordamos de pronto cómo en nuestra infancia éramos capaces de percibir el mismo entorno de una manera muy distinta, cómo nuestros sentidos, aún acabados de despertar, experimentaban cada estímulo de la realidad en tanto fuera favorable o desfavorable, cómo nos acomodábamos y relacionábamos con un medio hostil o amigable.
Cora tiene 7 años e inventa sus propias utopías en un universo paralelo al real y a la vez inmerso en él. Para ella, sus dos hermanos gemelos bebés pueden hablar, aunque para los demás solo emitan gruñidos o gemidos; volar, después que ella le frota en los omóplatos polvo de alas de mariposas que ha cazado; y hacer comentarios con la alfombra, la lámpara, el escaparatico verde y las golondrinas que se posan en los aleros de la vivienda, indistintamente, entre otros personajes.
Más no solo Cora posee tamaña fantasía: sus amigas Cecilia, Paoletta, Donatella, Fiorenza y Franca comparten sus vivencias y creencias con ella, cómplices en la caza de las mariposas y de otros sucesos más atrevidos que ocurrirán en la familia y en la escuela.
La guerra, como siempre pasa, ha dejado secuelas en los infantes; así, a través de un vocabulario directo y por momentos cruel –aunque ciertamente no lo es, pues solo se trata de llamar a las cosas por su nombre- se describen los juegos con la Pierna Artificial del Mutilado de Guerra y Valiente Soldado, padre de Paoletta, “siempre que la tratasen con cuidado y no la sacaran del apartamento”.
Es interesante el uso de la mayúscula que hace la autora para nombrar personas, cualidades y objetos específicos que poseen un valor simbólico ascendente en la escala infantil. No solo los nombres propios, sino todo lo que se necesita realzar a tenor de las concepciones de los pequeños protagonistas, es escrito con letra inicial mayúscula. Por su parte la autora emplea intencionadamente las palabras en cuanto a su significado literal, como ocurre con los Giganti (en español, Gigantes), la familia numerosísima vecina de Cora, todos de corazón generoso, de quien era amiga su descendiente Donatella. Dice:
Su apartamento era exactamente de las mismas dimensiones del apartamento de su amiga, pero aquí vivían cinco familias porque la abuela de Donatella y sus tíos habían perdido sus casas debido a los bombardeos y todos habían ido a parar allí.
Igualmente Angelo (Ángel) es el nombre del hermanito gemelo que vuela con Alas Secretas, y Sforza (Fuerza) se llama la maestra tiránica de la escuela religiosa que castiga haciendo arrodillarse sobre garbanzos. Con intencionalidad semejante, Pitzorno describe escenas tremebundas de un plumazo, con un lenguaje directo y hasta con visos de humor, justo como la mirada crítica y justiciera de los más chicos hace a la realidad, sin mediaciones o complacencias.
El argumento se desarrolla a través de cinco partes divididas en capítulos cortos y de fácil lectura, de redacción diáfana y en ocasiones hilarante. Son sus títulos Una Navidad un poco demasiado egipcia, de 17 capítulos; Un sueño para dos y Polvos de mariposa, ambos con 10 acápites; El ardiente deseo, dividido en 18, y Cómo acabó todo, con 5 capítulos. Al finalizar hay un epílogo con algunas explicaciones, que aclara el uso de vocablos no comunes en el lenguaje infantil y otros propios de la época, y de obras patrimoniales que emplea la autora para plasmar su tradición y orgullo por la pertenencia a una tierra rica en compositores como Giuseppe Verdi, de cuyas óperas emplea varios fragmentos, algunos en tono burlesco, pero que indudablemente defienden una nacionalidad ilustre, alguna vez tristemente socavada.
Nacida en Sassari, en la isla de Cerdeña, el 12 de agosto de 1942, Pitzorno estudió licenciatura en arqueología prehistórica en la Universidad de Cagliari. Más tarde se trasladó a Milán y en la Facultad de Comunicación se especializó en cine y televisión, a la vez que asistía a la Escuela Municipal de Arte Dramático. Así desarrolló su carrera como guionista de programas culturales e infantiles. Sus más de cuarenta libros han sido traducidos a varios idiomas a partir del inicial, un álbum ilustrado ganador de su primer galardón literario en 1970.
Como Cora, a Bianza Pitzorno no la abandona la Voz Secreta, “tampoco en estos momentos, cuando ya es una señora con el cabello gris y podría ser vuestra abuela”. Estas son las última palabras de un libro maravilloso que recomiendo a todos quienes, a pesar del paso del tiempo, siguen escuchando esos sonidos inaudibles de la niñez y la fantasía.
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