
Lágrimas negras, del escritor Eliseo Altunaga, es el título de la novela publicada por Ediciones UNIÓN, y dedicada a los amantes de ese género literario cultivado y admirado, tanto en el archipiélago cubano, como en otros países del orbe.
De acuerdo con la escritora Zuleika Romay, expresidenta del Instituto Cubano del Libro (ICL), dicho volumen se sumerge en:
Un periodo de nuestra historia que hemos estudiado poco y mal: 1899-1923, el cuarto de siglo que marca la instauración de la República […] y la decepción que [ese acontecimiento generó en el pueblo cubano].
Para la ilustre narradora insular, ese texto deviene «[…] la segunda estación de un recorrido temático en Altunaga, que pudiéramos denominar de rebeldía negra», una novela mayor por la rigurosa investigación histórica realizada y la sólida concepción estético-artística que la respaldan, la forma convincente en que interactúan personajes e historias, y el uso inteligente de una prosa elegante, signada por el buen guion cinematográfico.
En opinión del autor de esta reseña, valdría la pena que Altunaga escribiera una tercera novela, que tuviera como trama central los empeños emancipatorios de los afrodescendientes. Me parece que, en este momento, Eliseo Altunaga no es capaz de contestar afirmativamente la pregunta, pero —según mi humilde apreciación— estimo que es más que suficiente que les legara a los lectores esa obra, cuya acción dramática gira alrededor de cubanos, negros y mestizos, en su afanosa búsqueda por materializar en la praxis social el ideal de igualdad prometido en la manigua redentora y negado durante la época republicana (1902-1958).
El discurso antirracista de la novela y su vuelo psicológico para visibilizar la confrontación entre el ideal maceísta de la nueva generación republicana y el anexionismo de la élite burguesa aliada al poder interventor yanqui, ofrecen un espacio para reflexionar sobre la ideología mambisa que subsiste en las capas populares, así como la función desempeñada por los intelectuales liberales al servicio de la burguesía emergente y de los intereses estadounidenses.
En la novela algunos personajes narran la historia desde su tempo psíquico, mientras otros protagonizan historias que irrumpen en nuestro tiempo, que es el de la lectura del texto impreso, ya que
Cada uno de los protagonistas se las arregla para [hacer viajar al lector] a ese lóbrego periodo de la historia de Cuba y [alertarlo de] que no [tiene] derecho a olvidar, porque las angustias, los miedos y dolores de 1912 aún esparcen sombras sobre nuestro presente.
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