Asesinato en el Orient Express, de Agatha Christie (Reino Unido, 1891-1976), es una apasionante novela detectivesca.
Parece sencillo: imaginar un crimen y contar la historia de su resolución, paso a paso; sin que el lector sospeche, engañándolo a veces, pero poniendo las pistas debajo de su nariz. El final tampoco puede parecer increíble, todo debe resultar lógico, atrayente y, quizá, un poco morboso.
Nada es simple en el género policíaco: sus buenas obras han dado lugar a historias inolvidables, personajes clásicos y miles de horas de lectura gozosa, imantadora.
Dentro de ese universo literario, Agatha Christie (Reino Unido, 1891-1976) es una de las autoras más prolíficas y exitosas, dotada de un singular talento para narrar con elegancia y pulida prosa los más inquietantes sucesos.
Asesinato en el Orient Express, publicada en 1934, considerada entre las mejores novelas de misterio de todos los tiempos y una de las esenciales de su autora, trasluce el singular talento de Christie para urdir tramas subyugantes, y también el encanto del detective belga Hércules Poirot.
Estambul, pleno invierno. Poirot decide tomar el Orient Express que en esta época suele hacer su recorrido prácticamente vacío. Pero aquel día, el tren va lleno y solo gracias a un buen amigo consigue una litera en el coche-cama.
A la mañana siguiente, cuando se despierta, descubre que una tormenta de nieve ha obligado a detener el tren y que un americano, llamado Ratchett, ha sido apuñalado salvajemente. Aparentemente, nadie ha entrado ni salido del coche-cama. El asesino, sin duda, es alguno de los ocupantes entre los que se encuentran una altiva princesa rusa y una institutriz inglesa.
Así se lee en la contraportada de la edición de RBA Libros, 2004, que leí recientemente. Aunque conocía la historia por una de las versiones cinematográficas que ha inspirado el influyente libro, no pude sustraerme al modo magistral de Agatha de narrar, con fluidez e ingenio, sin regodeos y con un uso exacto del diálogo.
Traducidas por Eduardo Machado Quevedo, las 270 páginas implican un apasionante viaje; solo interrumpidas en esta ocasión por una mano desconocida que había arrancado, de este ejemplar, cuatro hojas, casi al final.
Luego de la estupefacción y el enojo, sonreí, imaginando en aquel misterio de las páginas faltantes, un episodio digno de Poirot.
No ha faltado quien, estimulado por estas lecturas, ha deseado emularlo y seguir sus enseñanzas: «Si confronta usted con la verdad a alguien que ha mentido, generalmente lo confesará, si se le coge de sorpresa. No se necesita más que actuar oportunamente para producir ese efecto», dice en Asesinato… el detective de bigotes puntiagudos y asombroso poder de deducción.
Mujer brillante, protagonista ella misma de algunos episodios novelescos, Christie merece seguir siendo leída; y lo es, porque sus enigmas, aún después de resueltos, se mantienen vivos, latentes.
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Tomado de Periódico Granma
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