
Ángel Pascual Larramendi Mecias se graduó como Ingeniero en Automática del transporte ferroviario en la gélida San Petersburgo a finales de la década de 1990, sin embargo, estaba seguro de que los raíles de su natal Manzanillo lo llevarían justo hacia la palabra escrita, y desde la urbe euroasiática toma el camino de su corazón con rumbo a la escritura profesional.
Recién homenajeado en la provincia Granma con el Premio al Mérito Literario José Joaquín Palma que convoca el Comité provincial de la Uneac y la Embajada de Guatemala en Cuba, para escritores granmenses con obra relevante en el mundo de las letras, Larramendi asume su trabajo de escritor con naturalidad, sin pensar en reconocimientos.
Entrevistado a propósito del lauro, expresa que su obra refleja la cotidianidad y reitera «no trabajo pensando en premios, porque amo profundamente lo que hago a diario».
Las palabras de Angelito o Larramendi —como le dicen amigos y compañeros, respectivamente—, conducen a observar las acciones diarias al frente del Centro para la Promoción de la Cultura Literaria Manuel Navarro Luna que dirige hace más de un lustro en Manzanillo y donde despliega, junto a su colectivo, una intensa labor intelectual.
Peñas y conversatorios en instituciones culturales, sociales y educativas, programas de radio y televisión se combinan a diario con una rigurosa lectura y escritura, además de organizar el concurso y la jornada Navarro Luna cada junio, y participar en eventos y festivales de literatura a nivel provincial y nacional.
Acerca del premio José Joaquín Palma, añade Larramendi que le compromete con la literatura mucho más, al tiempo que lo impulsa a acercarse al poeta bayamés Palma, nacido el 11 de septiembre de 1844 y que forma parte de la generación gestora de la Guerra de los Diez Años, quien articuló a la vez la Cultura y la Patria.
Larramendi también se desempeña al frente de la Editorial Orto, una de las dos territoriales de Granma, heredera de una hermosa tradición en la gestión de impresiones iniciada hace cerca de un siglo con Juan Francisco Sariol, que nucleó a importantes poetas y escritores cubanos, entre ellos, Navarro Luna y Nicolás Guillén, quienes publicaron en la Revista Orto.
El carril de la vida lo llevó, desde la nostalgia en San Petersburgo, a las palabras escritas. Se le agolpaban y reñían con fórmulas matemáticas y cálculos para finalmente vencer. Allí comienza a escribir poesía. Fue corresponsal periodístico estudiantil en el periplo por Rusia, fiel a la savia hogareña donde su madre y su tía materna eran maestras y habían alfabetizado a campesinos cubanos en 1960. Las muchas imágenes de libros abiertos y lecturas a cualquier hora le fueron infundiendo las fuerzas para vencer la nostalgia de la distancia que lo separaba de la tierra natal.
Convencido de su destino en medio de versos y prosa, con la que definitivamente se queda, se licencia en Estudios socioculturales por la Universidad de Granma en 2012, y comienza a escribir literatura para niños, poesía y cuentos cortos, por los que ha recibido numerosos premios nacionales e internacionales.
La poesía de Larramendi está incluida en antologías de Chile, Estados Unidos Norteamericanos, España, México y Argentina, y en revistas y publicaciones periódicas cubanas. También sus artículos sobre la historia de la literatura cubana y latinoamericana se dejan leer en publicaciones seriadas como Ventana Sur y La Campana.
Feliz de sentirse en el camino de las palabras, Angelito aprieta el paso hacia la cotidianidad manzanillera: atrapar lectores, motivar niños y adolescentes por la lectura es su propósito y allá va sin cambiar de rumbo.
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