El amor, como sentimiento profundo experimentado a cualquier edad, por cualquier individuo de cualquier sociedad humana y en cualquier época, ha sido cantado y recitado en infinidad de ocasiones y formas. Generalmente, su transmutación en arte (música, poesía, visualidad) proviene de una gran angustia existencial ―al decir de los filósofos alemanes de los siglos XVIII y XIX―, en la cual el alma insatisfecha del amante se sumerge ante lo desprevenido de la llegada de esas emociones y la incertidumbre del qué sucederá después.
En 2017 la Editorial Gente Nueva sacó a la luz un bellísimo cuaderno de poesía dentro de su colección juvenil Pétalo, dedicada a lectores mayores de doce años. Se nombra Canción callada, y contiene treinta y seis poemas de José Raúl Fraguela. El tema amoroso se respira en cada creación, presentadas en su conjunto con elegancia y maestría por ese otro gran escritor y poeta cubano que es Jesús David Curbelo, en un muy ameno prólogo que busca la identificación con el público lector al que va dirigido el volumen y que titula «La música callada del amor y la poesía».
A juicio del presentador
este libro de José Raúl Fraguela no trata de esos abismos en que puede sucumbir el alma del enamorado, sino del antes (de la expectativa que provoca el deseo de compartir con alguien el cuerpo y los sentimientos, no siempre en ese orden, por fortuna), del ahora pleno de fino erotismo y contagiosa alegría o del mañana incierto, pero cimentado en los frutos de un hoy revelador (…).
Creo, sin embargo, que la ausencia de ese abismo no es total, aunque se suaviza en el optimismo con que el autor nos revela cada relación amorosa sintetizada en unos pocos pero contundentes versos en forma de cultos sonetos («Andar, amar»; «Presencia»), tradicionales décimas («Siembra») o con total libertad formal («Riesgo», «Sin margen a la duda», «Un nido para siempre», «Equívoco», «Azar», «Manos», «Incertidumbre»). Puede observarse esta inseguridad abisal y temblorosa al referirse a una ilusión o duda («Vicio»), tanto como a un amor plenamente consumado («Ansiedad»). Aquí los últimos versos de este poema:
Suspendido de ti, del frágil hilo
de mi ansiedad ―espejo que refleja
tu luz―, floto en un limbo alucinado.
El día es un continuo andar en vilo,
espera inconsecuente que no ceja
hasta abrigar mi urgencia en tu costado.
Otros reflejan una total ensoñación «Historia que no fue»; el amor como compañía o paridad encontrada, que alivia y salva «La noche y tú», «Entrega»; la añoranza «Callado», «La carta»; la tristeza convertida en fortaleza o virilidad «Ausencia», «Ambición»; la lejanía impuesta, el abandono «Dos sonetos andaluces», «Preguntas a mi cama»; el amor que lastima, pero cuya presencia se prefiere a su ausencia o inexistencia «De la nostalgia», «Engaño», «Conveniencia de fingirse crédulo».
Los versos libres gozan de una efectiva síntesis y exuberancia de imágenes, metáforas, alegorías, metonimias, prosopopeyas, entre otros recursos que ofrece el poeta al joven lector con invariable fluidez, produciendo la afiliación inmediata con su sentir más íntimo al crear esas líneas:
Incertidumbre
Acuno en mi regazo los ritmos de tu cuerpo,
vivo a la espera de tu voz,
de no saber mañana
si estaré en tus anhelos.
¿Cómo aguantar la ausencia
con todo lo que echaste
a latir?
Una sincera admiración transmite Fraguela en su soneto titulado «Como un lienzo», dedicado a Carilda Oliver Labra, donde refleja la atractiva personalidad y la inspirada creación de la poeta matancera y se confiesa seguidor de su obra.
Por último, es muy de destacar su «Elogio de la cera», donde conmuta las propiedades de este material con la calidad sensitiva de la piel que cubre el cuerpo amante y amado; logra así un soneto de la más fina hermosura, igualando la intensidad de las emociones humanas a la flama de una vela que arde, se derrite y vuelve a recomponerse.
La impecable edición y corrección del volumen fue realizada por Amanda Calaña Carbonell, quien está al cuidado de la colección que lo presenta; al igual que su perfil, cuyo encargado, el reconocido artista de la plástica Osvaldo García, es quien ilustra la cubierta a través de un busto femenino rodeado de siluetas de aves, mariposas y motivos vegetales, florales y marinos, realizado mediante finas veladuras tornasoladas, que titula Habanera del campo. El diseño y la composición pertenecen a Yuset Sama Leal, y las ilustraciones interiores se deben a Alexander Izquierdo Plasencia, quien mantiene el sentido de la imagen de portada relacionado con efigies humanas con rasgos de aves y viceversa, en alusión al vuelo metafórico que producen tanto el sentimiento amatorio como la creación poética.
El libro está dedicado por su autor a sus descendientes y pareja, y por supuesto, a todos quienes deseen compartir las notas de esta Canción callada que con gran cuidado y delicadeza pone en sus manos la Editorial Gente Nueva.
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