En definitiva las elecciones fueron ejecutadas el 3 de noviembre de 1958, el voto fue obligatorio[i] y los candidatos presidenciales por los distintos partidos y coaliciones fueron los siguientes:
- Andrés Rivero Agüero y Gastón Godoy y Loret de Mola por la Coalición Progresistas Nacional que integró a cuatro partidos: Partido Acción Progresista, Partido Liberal, Partido Demócrata y Partido Unión Radical.
- Ramón Grau San Martín y Antonio Lancís Sánchez por el Partido Revolucionario Cubano (Auténtico).
- Carlos Márquez Sterling y Rodolfo Méndez Peñate por el Partido del Pueblo Libre.
- Alberto Salas Amaro y Miguel Ángel Céspedes por el Partido de Unión Cubana.
- El Partido Nacionalista Revolucionario no constituyó su Asamblea Nacional y por tanto, no tuvo reconocimiento. En algunos municipios hizo postulaciones.[ii]
El resultado inmediato de las elecciones estaba previsto de antemano, la maquinaria electoral fraudulenta y represiva del régimen garantizó el triunfo de la casta político-militar de la dictadura. Apenas transcurridas las primeras 24 horas, el propio Batista se apresuró a informar la victoria del candidato presidencial del gobierno en la farsa electoral:
La ciudadanía respondió al insólito reto, dejando su elocuente respuesta en las urnas (…). Los partes que se vienen ofreciendo (…) arrojan datos que nos permiten suponer el triunfo del candidato que lleva la coalición de los partidos en que se apoya mi gobierno.[iii]
Además, desde los primeros momentos se anunció que la llamada Coalición Progresista Nacional ganó la primera mayoría senatorial y la Alcaldía de La Habana.[iv]
Era el fin de las esperanzas para la alternativa reformista conservadora representada en los partidos de oposición electoralistas. La urna les dictó la sentencia más dura después de pretender por diversas razones que el resultado les sería favorable. Su mayor error fue admitir que la dictadura supervisara el proceso electoral y dictara las pautas sobre la manera en que debía consultarse la opinión nacional. Unos comicios convocados sin garantías constitucionales, sin libertad de prensa y con la ausencia de observadores internacionales tenía que producir otro engendro más de la tiranía. Eso sin mencionar los continuos fraudes que venían produciéndose desde fines de 1957 cuando se convocó a la reorganización de partidos. El mecanismo consultivo no podía estar ajeno a esas realidades ni tampoco al hecho de que la mayor parte del pueblo rechazaba las fórmulas y campañas electorales de los políticos, desacreditados después de largos años de desgaste de sus prácticas demagógicas.
Una vez consumado el fraude del gobierno los principales candidatos de los partidos electoralistas de oposición, Grau y Márquez Sterling, reaccionaron de distinta forma. Grau se pronunció abiertamente contra el resultado de las urnas y denunció las maniobras continuistas de la dictadura, por ello señaló:
Ha sido igual que en 1954. En aquella ocasión me retiré de la lucha por estimar que no había garantías suficientes pero ahora no lo hice porque había otros candidatos y la retirada habría sido inútil. Todo ha sido una farsa.[v]
El veterano político aunque repudió el resultado de las urnas no explicó a fondo la razón de su participación en los comicios, en el 58 había menos garantías que en el 54 y en realidad el candidato al poder que más temía Grau era la Revolución. Por eso participó en las elecciones, pensando que Batista aceptaría un revés en estas antes de su derrota definitiva en el campo de batalla. Márquez Sterling, por su parte, aceptó el trago amargo sin atreverse a denunciar el fraude electoral. De inmediato se parapeto tras una posición conformista y reasumió las prácticas politiqueras de otros momentos:
De la noche a la mañana nos hemos convertido en el primer organismo político de la oposición y el segundo en popularidad. Debimos haber alcanzado el poder el 3 de noviembre, pero no hemos quedado muy distantes.[vi]
A partir de ese momento Márquez Sterling se dispuso a la tarea de atraer a los congresistas auténticos a las filas del partido que dirigía, el Partido del Pueblo Libre. Por otro lado, los voceros de la dictadura explicaron el fracaso de sus oponentes en las urnas a partir de las actividades de las organizaciones revolucionarias. En editorial de José Suárez Núñez se planteaba:
Es que los insurreccionalistas, con la amenaza, la intimidación, la propaganda clandestina (…) le estaban haciendo un flaco servicio a la oposición, porque con la abstención, estaban favoreciendo al gobierno.[vii]
Evidentemente los políticos electoralistas, del gobierno y de la oposición, habían perdido la noción de cómo consultar a la opinión pública nacional. Las elecciones, en el contexto histórico que fueron convocadas y bajo normas que favorecían que se medrase con los destinos del país por medio de la represión y el fraude, no podían constituir una sana expresión de los deseos del pueblo cubano. Antes bien eran una deformación de las aspiraciones del cubano promedio, por eso los electoralistas no podían ofrecer una solución constructiva a la crisis cubana. De manera que las razones que esgrimía Suárez Núñez procurando ocultar el fraude de los gubernamentales, eran de muy poco peso. Las soluciones de fondo a los problemas cubanos no estaban en las elecciones sino en una profunda transformación revolucionaria por las organizaciones rebeldes.
Cuando el gobierno tuvo en sus manos los resultados electorales no vaciló un instante en aceptarlos como válidos sin detenerse a analizar las reclamaciones que habían surgido. El 3 de diciembre el Consejo de Ministros aprobó una ley de Convalidación Electoral para poner fin al proceso comicial porque entendían que: «los términos correspondientes a los recursos que pudiesen establecer demorarían indefinidamente el proceso electoral».[viii]
De esa manera le pasaban por arriba a aquellos incautos que pensaron que Batista podía propiciar elecciones honestas. Si el régimen no tenía escrúpulos para asesinar personas menos escrúpulos tendría para cometer fraude. Y al veterano Grau, como no lo podían torturar y desaparecer tan fácilmente, en pago a sus críticas al proceso electoral, la Sala Segunda de lo Criminal de la Audiencia de la Habana abrió nuevamente la Causa 82 contra el ex-presidente por haber malversado más de 174 millones de pesos durante su mandato. La causa pasó a manos de Carlos M. de la Cruz quién le solicitó a Grau cuatro años de interdicción especial e indemnización de 3 mil 950 pesos.[ix] Así pagaba el dictador Batista a los políticos tradicionales después de haberlos usado para enmascarar su cruenta tiranía. En los 6 años de gobierno bajo las bayonetas, Batista nunca se había interesado en juzgar a Grau porque además, ¿Con qué moral podía juzgarlo? Eran esas las consecuencias de una república frustrada que no podía ofrecer un porvenir esperanzador a sus ciudadanos, por eso irrumpió la Revolución como la carga necesaria convocada por Rubén Martínez Villena en ardientes versos.
Mientras por el camino de las elecciones se agotaban los recursos de la oposición electoralista, las organizaciones revolucionarias formulaban una estrategia dirigida a solucionar la crisis política cubana mediante el derrocamiento de la dictadura. En ese sentido las acciones del Ejército Rebelde jugaron un papel trascendental. Las tropas rebeldes, conducidas por el Comandante en Jefe Fidel Castro, se lanzaron a una ofensiva final que contemplaba: organizar nuevas columnas de combate tomando como base el núcleo fundamental del Primer Frente, ocupar el territorio enemigo y extender la guerra al resto de las provincias, hacer fracasar la farsa electoral de noviembre de 1958, aislar unas provincias de otras, atacar y rendir las pequeñas guarniciones y cercar las ciudades más importantes y por último preparar a los trabajadores de todo el país para la huelga general revolucionaria a fin de neutralizar cualquier golpe de estado.[x] En esa etapa comprendida entre septiembre y diciembre de 1958 se desarrollan las batallas decisivas por el triunfo de la Revolución. La guerra se extendió por el país gracias al éxito que tuvo la Invasión al occidente por parte de las columnas rebeldes dirigidas por Camilo Cienfuegos y Ernesto Che Guevara. En Oriente, por su parte, se desarrolló una campaña guerrillera muy activa que tuvo su punto culminante en la Operación Flor Crombet y la Operación Santiago.
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Leer también: «Las elecciones de 1958. Última farsa republicana (III)».
[i] La Constitución de la República en su artículo 97 hizo obligatorio el ejercicio del sufragio que era universal, igualitario y secreto para todos los ciudadanos mayores de veinte años. El que dejare de votar sería objeto de las sanciones establecidas por la ley, con multa de una a treinta cuotas y se le incapacitaba para ocupar cargos, magistraturas o empleo público durante dos años.
[ii] Diario de la Marina, 2 de noviembre de 1958, p. 1, col. 1.
[iii] Diario de La Marina, 4 de noviembre de 1958, p. 1, col. 4 y 6-A.
[iv] Diario de La Marina, 5 de noviembre de 1958, p. 10-A, col. 7.
[v] Diario de La Marina, 9 de noviembre de 1958, pp. 83-84.
[vi] Diario de La Marina, 16 de noviembre de 1958, p. 41.
[vii] Diario de La Marina, 30 de noviembre de 1958, p. 5.
[viii] Prensa Libre, 4 de diciembre de 1958, p. 14, col. 6.
[ix] Ibídem, 12 de diciembre de 1958, p. 1, col. 5 y p. 2, col. 2.
[x] Teniente coronel José R. Herrera, Mayor Enrique Buznego, capitana Martha Verónica Alvarez y licenciado Luis Rosado: «El Comandante en Jefe Fidel Castro, fundador y guía de las FAR. Apuntes para el estudio de su pensamiento militar». En: 25 años de luchas y victorias. Ed. Militar, La Habana, 1983, pp. 15-16.
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