Hay palabras y frases perdidas. Se usaron mucho en un tiempo y que no se escuchan desde hace largo rato.
Cuando se decía, por ejemplo, «se armó la de Pancho Alday», ya se sabía que la cosa había terminado en tragedia, gritos, fajazón. Equivalía a «acabó como la fiesta del Guatao», aunque nadie sepa con certeza qué pasó en esa localidad, ni quién fue Pancho Alday.
En un excelente reportaje publicado en la revista Carteles, de La Habana, en los años 50 del siglo pasado, el narrador y periodista Gregorio Ortega trató de precisar qué ocurrió realmente en aquella famosa fiesta, y allegó en su indagación mil y una versiones sin que supiera al final cuál era la verdadera. Como tampoco se conoce qué pasó en un pueblo de la provincia de Matanzas que dio pie a la no menos famosa frase de «a correr, liberales de Perico», aunque leí en alguna parte que el creador de la expresión fue el político machadista Aquilino Lombart.
Palabras que ya no se escuchan son «flus» –corrupción de flux- por traje, juego de pantalón y chaqueta, terno. Ni «abombada» por tibia. «Con kile» cayó también en el olvido como sinónimo de mucho; comió «con kile», corrió «con kile». Asimismo, «cacafuaca» por mentiroso, irresponsable, «catana» por bartavia, adefesio, y «cazuelero», que es como se llamaba al hombre que se inmiscuía en asuntos de mujeres. También «luz brillante» por petróleo. «Mequetrefe» era el sujeto impresentable, de poca monta, sin oficio ni beneficio.
En el olvido quedó la expresión «la punzada del guajiro», que era el dolor de cabeza, agudo y pasajero, que causaba la ingestión de una bebida muy fría. Y de alguien que se atoraba mientras comía, con tos y falta de aire que lo obligaban a poner los brazos en alto en procura de una mejor oxigenación, se decía que el bocado se le había ido «por el camino viejo».
Cuando yo era niño, escuchaba decir «Fulano es un habitante» y no hallaba el sentido del asunto porque pensaba que todos éramos habitantes. No encontraba explicación a esa acepción que se le atribuía a la palabra en cuestión como sinónimo de pordiosero. Solo mucho después, como quien dice ayer, hallé la explicación del uso que se le daba al vocablo. En la Cuba del siglo XVII había vecinos y habitantes. Los primeros, esto es, los vecinos, tenían entre sus derechos elegir a los alcaldes y a los regidores y disfrutar de tierra para edificar, labrar y criar ganado. Los habitantes carecían de esos privilegios.
«Encartonado» o «acartonado» es palabra también en desuso. Se decía de quien, curado de una tuberculosis, lucía débil y pálido de por vida.
También está fuera de uso la palabra «casero». Hasta 1959 tuvo dos acepciones. Era «casero» el vendedor ambulante, y lo era asimismo su cliente. Es el vendedor que va de casa en casa, como dice Pichardo, cuando, dice Ortiz, «el casero le vende a la casera». Otro termino ya poco escuchado: «casasola» por egoísta.
«Cubaneo» es acción y efecto de «cubanear». Para Constantino Suárez «cubanea» quien manifiesta «carácter alegre, frívolo, dicharachero, con ribetes de informalidad», en tanto que para Marinello «cubanear una cuestión quiere decir apartarla del rigor de la sanción merecida, no llevar las cosas a sus extremos, sino fundir toda diferencia en una cordialidad exagerada y muchas veces punible». Vocablo este, dice Ortiz, para nosotros nada honroso.
Hay otras muchas voces y frases cubanas en pleno desuso. Ya no hay «aprendices de carpeta» en los departamentos de contabilidad, y los contadores ocupan el lugar de los «tenedores de libros». No se habla de una «burena» de huevos, sino de una decena, y no se dice «toñada» para aludir a un grupo de pichones en el nido. Apenas se escucha decir que a Fulano lo pusieron como «botija verde» con los insultos que le propinaron en la calle. Ni «aviador» por sodomita, ni «aviadorav por prostituta. Se olvidó que «azarada» y bochorno son sinónimos.
En Medicina, urología desplazó a «vías urinarias», y gastroenterología a «vías digestivas». El cirujano partero ya no es «comadrón», sino obstetra, y el «oculista», oftalmólogo. A la prueba citológica se le llamaba «Papa Nicolau». En los años 70 se pretendió, sin éxito, hacer desaparecer la palabra «cáncer” para sustituirla por histoblastoma.
Ya no hay escolares «modorros», aunque puede haberlos desaplicados. Ni «mesiteros» o «mesilleros», que era como se llamaban a los que ante una mesa vendían su mercancía en un paseo o lugar público. Tampoco hay ya «cantinas», sino bares y el barman ha sustituido al «cantinero». Y al penoso no se le llama «ciscadov, sino inhibido.
El «warandol» o «guaranol» era una tela de algodón de hilo, ideal para la confección de sábanas y fundas. Una tela buena, ancha y barata con gran demanda entre los sectores más populares. Se decía hace tiempo «cayó como warandol de a peso» y se quería decir con ello que se trataba de algo bien recibido.
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