Las vidas que tengo, de la escritora y periodista Alina Perera Robbio, columnista del diario Granma, es el título del libro de crónicas publicado por la Casa Editora Abril.
En dicho volumen, que se balancea —suavemente— entre la literatura y el periodismo —disciplina humanística que el laureado escritor y periodista Gabriel García Márquez, Premio Nobel de Literatura, percibe como «literatura con prisa»— la intelectual habanera le explica al lector por qué había escogido la crónica —como género periodístico— para darle salida al torrente lírico que yace en el componente espiritual del inconsciente freudiano, y que le brota de su mundo interior como el agua cristalina que corre por los ríos subterráneos del alma humana.
Sin ningún género de duda, el cronista capta la realidad y la interioriza, mientras —por otra parte— su mundo subjetivo la «metaboliza» para ofrecérsela, poetizada, al lector; de ahí que escribir buenas crónicas deviene una condición que se tiene, pero no se adquiere en ninguna universidad. Es un don genético, que nace con la persona, precisó.
En Las vidas que tengo, la autora ha abierto —de par en par— las puertas de su armario afectivo-sentimental. Ese es el «secreto» que la convierte, por derecho propio, en una cronista «nata», que explora el medio circundante en busca de lo bello, que «solo puede verse a través de los ojos del alma», según el ilustre escritor Antoine de Saint Exupéry, autor de El Principito, verdadera joya de la literatura universal.
Su prosa es riquísima en metáforas, imágenes y símbolos, sin caer en el exceso lingüístico que suelen utilizar algunos «cronistas de ocasión».
Las crónicas incluidas en ese texto pretenden tornar mucho más humano, más espiritual, más sensible, a quienes decidan navegar en sus apacibles aguas, donde prevalecen la poesía, la música y el color.
De acuerdo con Alina Perera Robbio, dichas crónicas:
Forman parte de la vida que tengo, ya que tratan de reflejar [desde una óptica objetivo-subjetiva por excelencia] el entorno familiar y social, que influye en el hecho de que nuestro exuberante archipiélago sea un país único, con un pueblo aguerrido y solidario que [no obstante las dificultades que ha atravesado y atraviesa] no ha perdido la fe y la esperanza de vivir en un mundo mejor, presidido por el amor, la paz y la solidaridad humana […] Por esa razón, le dedico, con inmenso amor y respeto, Las vidas que tengo.
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