Laura Rojo es una bella mujer. Cuerpo y espíritu flotan en una atmósfera de suave misterio que perciben de inmediato cuantos se le acercan. Ama el sonido de las palabras y la música, el disfrute de los paisajes y la amistad, la emoción de las idas y los regresos. Ama la poesía, porque la poesía le habla algunas veces, y otras le regala silencios necesarios para reencontrarse con su alma, que luego echa a volar multiplicada. Valle y montaña conviven en su mundo interior, y complementan su visión circular de la realidad. Laura cree en el poder sanador y preventivo del arte, y consagra su tiempo a los adolescentes y jóvenes necesitados de acompañamiento psicológico, consciente de que cuerpo y mente necesitan cuidarse de igual modo. Médica y poeta. Dos caras de la misma moneda: la moneda de oro de la poesía, ese acto de fe que ella percibe como hermosa razón para vivir.
La familia y el lugar de origen poseen una notable importancia en la formación humana. ¿Cómo han incidido ambos aspectos en tu vocación?
Si miro hacia atrás, mi familia tiene su origen en los valles enmarcados por cadenas montañosas. Los habitantes de las montañas tienen un modo particular de ver la vida, y desde esa cosmovisión que me legaron de pequeña me fui forjando hasta convertirme en la mujer que soy, una amante de las letras y del silencio acunado por el eco de las montañas.
Eres poeta por vocación y estudiaste, también por vocación, la carrera de Medicina. ¿Son antagónicas o sientes que de alguna manera ambas se complementan?
Si lo pienso, esta respuesta fue cambiando con el paso del tiempo. Cuando veinteañera, me percibía como una anfibia de dos mundos. Actualmente, que transito la cuarta década de la vida, he logrado amalgamar ambos universos, y creo que son dos fuentes que se nutren y complementan, creando una poderosa sinergia.
¿Cómo ha influido en tu creación el gusto por el arte folclórico argentino?
La música siempre estuvo presente en mi historia de vida. Hablar de lo musical, tanto en lo vocal como en la expresión prístina de la palabra, me ha animado incluso a ser letrista de canciones junto a amigos músicos. El acervo folklórico de mi país tiene grandes compositoras como María Elena Walsh y Eladia Blásquez, entre mis preferidas; y otros reconocidos compositores como Manuel Castilla, Gustavo Leguizamón, Hamlet Lima Quintana, Ariel Petroccelli, el mítico Atahualpa Yupanqui, quien escribía su cancionero junto a su compañera de vida, escondida tras el seudónimo masculino de Pablo del Cerro. Todos ellos, y tantos otros, dejaron su impronta en mi escritura.
Una de las peculiaridades de tu obra es la exploración de lo místico y lo trascendente. Explícame cómo ves la relación entre poesía y espiritualidad.
Antes que nada, quiero agradecerte por tu semblanza sobre lo que escribo. He querido compensar la falta de academia por un profundo «buceo oceánico-literario».
Pulsar una conciencia que integra la realidad tangible con lo sutil. Asomar a lo transpersonal desde la mirada poética. La poesía como un acto de fe (pensada la fe desde el paradigma espiritual y no desde el dogma). La poesía como re (evolución), un hecho que puede ser transformador, o bien transmutador para el ser humano.
Tu trabajo profesional con los adolescentes, la relación empática que estableces con ellos, ¿qué aporta a tu vida y, por consiguiente, a tu poesía?
Días atrás, durante una consulta, una adolescente me dijo: «Yo creo que la vida es salir afuera y ver qué pasa». Una imagen más que elocuente, que me conecta con mi visión de la poesía: «Intemperie» o «Campo traviesa».
Mi trabajo es el de generar un espacio terapéutico amigable, para, por, y con las adolescencias y juventudes. Espacio que busca ser inclusivo y donde prima la escucha activa. Esta ruptura con la hegemonía, amplía la visión y comulga con lo poético, en el sentido más amplio de la palabra, al propiciar una atmósfera íntima y alcanzar lo medular.
Dada tu experiencia profesional, ¿consideras que leer o escribir poesía contribuye a superar dificultades mentales, a sanar espiritualmente?
La experiencia que tiene un individuo de conectar con el arte es directamente proporcional a su salud integral, vista como salud bio-psico-social. Promuevo activamente la lectura y la escritura, no solo para sanar enfermedades, sino como un patrimonio intangible que logra prevenirlas.
¿Qué opinión te merecen las redes sociales?¿Cómo crees que influyen en la psicología de nuestros contemporáneos?
Partiendo de la premisa de que las redes son una herramienta de la modernidad, no las miro con connotaciones positivas o negativas, más bien creo que su influencia está determinada por el modo en que dichas redes son usadas.
Si mi opinión enfoca la población infantojuvenil, considero que le dedican muchas horas a «navegar en red» y eso tiene un gran impacto en su psiquismo, ya que el cerebro como órgano se encuentra en pleno desarrollo. Nuestro desafío será utilizar las redes para fomentar la lectura de libros digitales, mediante plataformas interactivas, o nucleando a sus participantes en cine-debates para ejercitar el pensamiento crítico y el amor por la cultura.
Coméntame tu relación personal con la tradición poética de la Argentina, tan rica en obras y figuras.
Claramente, hay una veta de argentinidad que ha sido cimiento indiscutible en mi ejercicio de lectora; asimismo, destaco a la poesía como la voz universal. Por ella se fueron desdibujando las fronteras de lo nacional y lo extranjero, que se acentuó al viajar, cuando me fui descubriendo mujer latinoamericana, recreando otros paisajes, también, en mis lecturas.
Coméntame de Cuba y tu experiencia con la poesía y los poetas cubanos.
La poesía cubana ocupa un lugar trascendental en mi vida, que va más allá de la tarea de lecto-escritura. En el año 2017 visité la Isla, y la experiencia, visceral, marcó un antes y un después en mi relación con Cuba. Digo esto, porque yo leía poesía cubana mucho antes de viajar al país. José Martí es faro para muchas generaciones de otras latitudes.
Una tarde de octubre en la Casa de la Poesía de La Habana fui a escuchar la disertación de Roberto Manzano —ya por entonces me había conmovido su obra. Al escucharlo pude reconocer, o más bien redescubrir, el concepto de estado poético como la capacidad de vivir la sensibilidad reflexiva, afinando todos los sentidos. Esa dimensión de la exploración poética me permitió y permite estar más receptiva con el mundo que me rodea y el que me habita, como una parte del todo. Entender el linde que separa al poema de la poesía, al poeta, como catalizador de signos fue un claro de luz en el bosque del lenguaje.
A mi regreso a Argentina, puse especial énfasis en la lectura o relectura (en algunos casos) de escritoras cubanas, tan exquisitas en lo estilístico, como frondosas en su variedad. Hago aquí un recorrido imaginario desde el interior hacia La Habana, solo nombrando algunas. Las matanceras Carilda Oliver Labra y Digdora Alonso, inmensas en su vuelo poético. Mi querida y admirada Reyna Esperanza Cruz, hija de Puerto Padre, Las Tunas, quien me acercó no solo a sus versos hondos, sino a las décimas cubanas. Mis coetáneas Yanelys Encinosa Cabrera de Bejucal, Mayabeque, y Yenys Laura Prieto, de Yaguajay, Sancti Spíritus, en su labor pujante de comunicadoras y poetas. Las habaneras Fina García Marruz y Dulce María Loynaz. A la primera llego por la lectura de Cintio Vitier, y su magia de compartir tertulias con Eliseo Diego y su hermana Bella; historias reales que rozan en lo ficcional y me recuerdan tanto a las escritoras argentinas Silvina y Victoria Ocampo, y su vínculo estrecho con los escritores Adolfo Bioy Casares y Jorge Luis Borges. A la segunda, a Dulce María, la tengo como un referente que me interpela y a quien consulto a menudo en relecturas.
¿Puedes ofrecer una definición de poesía? Si no tienes alguna, ¿cuál te parece más acertada de las ya conocidas?
Empiezo desde la mirada de otros para concluir con una mía. Afirmo, sin lugar a dudas, lo que el querido Roberto Manzano opina de la poesía, como una de las más altas actividades antropológicas y su servicio en tres aspectos esenciales: como método de conocimiento, como modelo de emancipación y como servicio de espiritualidad.
Cito, por otra parte, al chileno Gonzalo Rojas: «La poesía está hecha de palabras y silencios», y a la coda final del poema del argentino Joaquín Giannuzzi: «No agregue, no distorsione / No cambie / La música de lugar / Poesía / Es lo que está viendo».
Yo siento, más que defino, a la poesía como «intemperie», un campo abierto a las posibilidades y al asombro. Pasos: música desandada.
Nota: La foto fue tomada por Griselda Moreno en Salta, Argentina, en mayo del año 2021.
Laura Rojo. Escritora, poeta y médica. Reside en Salta, Argentina, donde ejerce la medicina para la población infantojuvenil. Se define a sí misma como ciudadana del Norte grande por haber vivido en varias provincias del noroeste argentino (NOA). Dicta talleres vivenciales que conjugan arte y salud para, por y con adolescentes y jóvenes. Ha publicado los libros de poesía Pluriverso (2017) y Poesía circular (2020). Sus trabajos han sido recogidos en publicaciones como en la antología Los nuevos escritores latinoamericanos(2003), en Letras del Mundo, Editorial Nuevo Ser (2005), en Antología Sumergible, en el 5° Festival de Poesía Contemporánea Jujuy, Argentina (2016), en Antología de Escritores del Consejo Federal del Folklore de Argentina (2019), y en Primera literaria de escritos de mujeres (2020).
Visitas: 313
Deja un comentario