No sé bien si considerar al Kybalión, atribuido a Hermes Trismegisto, como un “libro sagrado”, pues puede serlo para diversos cultos esotéricos. Quien desee explorar el orbe hermético, no estará completo sin el estudio de ese texto, que ha ido recorriendo la historia humana, si de verdad viene de la era egipcia. Es al principio del siglo XX cuando, en Francia, un grupo de personas llamados “Tres Iniciados” compendiaron las enseñanzas “secretas” y armaron El Kybalión: Un estudio sobre la filosofía hermética del antiguo Egipto y Grecia.
Parece que, en verdad, el Kybalión nació en los Estados Unidos, de manos primeras del famoso esótera William Walker Atkinson (1862-1932), con otros dos coautores, uno de los cuales pudo ser Paul Foster Case (1884-1954), gran tarotista. Importa aquí menos deducir el dato erudito de quién lo escribió, pues atañe ahora buscar el halo poético de sus páginas. Curiosamente, el libro puede ser tomado hoy como una especulación que a la larga fue uno de los factores propiciatorios de la llamada New Age, pero entre sus siete principios hay algunos que poseen una relativa “actualidad”, relativa a sus enunciados, frente a teorías sobre el cosmos de principio del siglo XXI, y por el uso que ha hecho la sexología sobre el término “género”.
El Kybalión se basa en siete principios de valores axiomáticos, que funcionan como paradigmas, cuyas definiciones quieren alcanzar la discusión filosófica, o como “exégesis de la verdad”. La reiteración de “la verdad” es la constante principal de libro, pues los autores quieren fijar sus preceptos como dogmas, suerte de leyes que, según ellos, parten de la sabiduría de Hermes Trismegisto, el tres veces grande, evocación del ser egipcio Tot, también llamado Dyehuty, también llamado Hermes o Mercurio, relacionado con el Abraham bíblico. De Hermes-Tot se dice proceder la famosa Tabla Esmeraldina o Tabla de Esmeralda, de hechura críptica relacionada con la alquimia, sobre las transmutaciones de la llamada sustancia primordial. Ella da a los esoteristas el llamado Corpus Hermeticum, fundamento de la Gran Obra de la alquimia, cuyo principio elemental es la idea de que el Todo es el Uno, el Universo como Ouroboros, serpiente que se muerde la cola en una suerte de eterno retorno.
En el Kybalión se va más allá, pues partido del Gran Sol Central del Ocultismo (Hermes), el fundamento de “Todo es Uno” se transforma en 1) El Todo es mente; el universo es mental. Y este es el primer principio de Kybalión. Esta primera “verdad” concuerda de paso tangencial con la idea físico-matemática que a veces parece más bien metafísica de que el Universo es un “programa” que se ejecuta a sí mismo. El mentalismo en el Kybalión se aproxima al irracionalismo de Henri Bergson y a las teorías que afirman que la realidad solo es pensada, que quiere aproximarse a preceptos de la física cuántica.
Se atribuye al propio Hermes en la Tabla de Esmeralda el principio de la correspondencia cuyo presupuesto es la similitud: 2) “lo que está arriba es como lo que estás abajo; lo que está abajo es como lo que está arriba”, lo cual, y es una teoría que en otro libro desarrolló Atkinson, y que según él, se desempeña en los tres grandes planos: el físico, el mental y el espiritual. Lo curioso del tercer postulado del Kybalión es su correspondencia con las teorías científicas del siglo XX, pero de raíces más antiguas, que determinaron por fin que todo es vibración, de lo que el Kybalión deduce que: 3) todo vibra. Sometido a las diversas teoría dualistas, aparece el principio cuarto de la polaridad, que dice: 4) todo es doble, todo es par de opuestos y apelando al principio segundo, esos opuestos son antagónicos y a la vez son la misma cosa con diferente gradación. Esta vibración se manifiesta asimismo en el principio del ritmo: 5) todo fluye y refluye en un movimiento pendular. Conocedores de la ciencia de su tiempo, los “Tres Iniciados” fijan el sexto principio en el de Causa y Efecto: 6) no existe el azar, toda causa tiene un efecto, todo efecto tiene una causa. Nada escapa en el cosmos a tal “Ley”.
Por último, la última, la séptima de las enseñanzas del Kybalión alcanza una actualidad extraña, pues el principio de género va más allá de la idea de la sexualidad, asunto este muy de los finales del siglo XX y principios del XXI, pero que en la idea esotérica es un principio de generación que se manifiesta en los tres planos antes enunciados, donde lo masculino es ejecutor (deus), fecundador, y lo femenino es generatriz (natura).
La idea de que todo es espíritu, resulta más antigua que los “Tres Iniciados”, quienes la toman de la tradición irracionalista del pensamiento humano, reacción contra la idea científica del racionalismo. Pero para ellos ese Todo no es solo el Universo, sino una suerte de realidad cósmica supra universal, que comprende al propio Universo. Ese Todo crea al Universo “mentalmente”, el Todo es Uno en cuya “mente infinita es donde se crean y generan y existen los kosmos”.
Ciertamente, el pensamiento irracionalista del tipo esotérico tiene algunas “razones” especulativas que comunicarle a la ciencia, y, por supuesto, mirado desde el espíritu creativo del ser, su lucubración general es altamente poética, no despreciable como tal, bajo la idea de que todo ser vivo reencarna en una suerte de eterno retorno que ya previó de otra manera Nietzsche. Los escritores del Kybalión no estaban fuera del conocimiento de las ciencias de su tiempo, y algunos de los principios que desarrollan están sujetos a ellas, o al menos coinciden por la secante con sus enunciados. Pero en tanto se tornan dogmas esotéricos, dejan de ser ciencia y se proyectan más sobre la esfera del pensamiento irracionalista, con su inevitable carga poética. Como tal, interesa a la historia de la poesía, y de la aprehensión estética del mundo, a partir de lo que podríamos llamar una aprehensión de fe, religiosa. El Kybalión ofrece tal lectura, que resulta grata: especular poetizando la vida en el cosmos, viajera ella en lo que llamamos “eternidad”.
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