La armonía de la desesperación: un homenaje a Mario Martínez Sobrino

De la obra del poeta Mario Martínez Sobrino (1931-2016), perteneciente a la Generación de los años 50, llama mi atención su cuaderno denominado Helechos,[i] donde encuentro unos versos de rara contención, hallados gracias a una obsesiva costumbre de perseguir estructuras que multipliquen el propio universo. El azaroso y fuerte germinar de los helechos fijó la casa de unos folios, unas líneas donde siempre se describe un cuerpo en movimiento. Es el diagrama de un acto indescriptible. El estallido tras la acumulación.
En el libro el vehículo del pensamiento toma conciencia de su fatalidad. La alegoría de la página en blanco y su poblar volcánico es lo que encierran estos versos pulidos, abruptos, desafiantes. Porque el poeta sabe que donde nadie la ve prosigue magnífica la vida. Entre versos que establecen paradas en seco asoman tonsuras lezamianas. El fragmento y la redondez de los contrastes arman el preclaro equilibrio. Se aprovecha la capacidad —intensidad— del giro coloquial. El caos enumerativo proporciona un orden secreto a las elipsis. Se viaja constantemente de la naturaleza física del texto a sus implicaciones trascendentes, de la miseria consciente a un reino concertado. En Helechos no se aclama la ambivalencia, se significa el espacio imposible. Qué exacta la aspereza del roce. Qué inconsciente y a prueba de cuchillo ese verso: «Cárcel de luz para insensibles condenas». «El mapa de un escándalo»:[ii] ¿la emoción detenida? Provocar explosiones que no podemos ver. Mensaje mudo. Mar cifrado. En las nupcias rajadas silencio y pensamiento. Los esqueletos del entramado literario son objeto de una plegaria y se llega a la poesía sin nombrarla, a veces sin perseguirla. La poesía es huella, humedad, la metafísica de una estrategia, mensaje preso y omnipotente. Nombrar y dar testimonio se convierten en las macro estructuras de estos textos:
1
A veces
A veces nos callábamos
Porque la palabra es una recompensa del silencio
O como brisa
Por causa de una ligera blusa en la humedad
De que es dueña la noche
Cuando discute sin cesar por sus misterios
Así al silencio nombramos
Igual que una ligera blusa
Húmeda
Con palabras del instante que perseguimos
Con palabras
Mendigos de la sucesión
Mientras la noche en interminable pascua
A mirarnos no desciende//Podríamos volver a hablar de un paisaje
Pero la noche y hasta los días lo han cambiado
Absolutamente por decir
—Escena de algún acto
Padre mío
Tantas palabras que pudiste escoger
Callado—
Se desarma la vida//A veces
A veces también nos callábamos
Porque el silencio es una recompensa de las palabras.
2
Apuntes
Tachaduras
Llaves flechas rayas
Huellas que quieren ser frases
Un fragmento subrayado
El mapa de un escándalo
Enredo que aspiras a palidecer la mentira
Antes de morir las imágenes dan gritos//Alga de blanco o de gris
Filigranas de un momento
Rojo será sobre la marina de las anotaciones
Esas algas de pájaros
Nada saben//Las palabras no son música y se enfurecen
En desconcierto ante el universo que las obliga
A no ser palabras
Sino titanes de recuerdos soportando impresiones
Tolerando también
Divertimentos y las burlas de la belleza
En la armonía de la desaparición//Los sentidos son así
3
Primavera
Igual que tú
Sería todo lo que a ti aspira
Si nuestras bocas pudieran acompañar
Ese bárbaro coro de purezas —//Primavera
Cargada de diplomas de traiciones—
Algo ha fallado
En milenios de asalto y geometría
Apuntes
Tachaduras
Llaves flechas rayas
Un fragmento extemporáneo
Coro de suplicantes entre hojas calcinadas//Cárcel de la luz para insensibles condenas.
En sus páginas ocurre un extrañamiento, desde dentro con imágenes del frenesí del afuera. La voz que aquí se fija, testigo de otras épocas, en su más insignificante apariencia, crea su propia semilla: sola entrará en el fruto. La palabra es sagrada, en tanto que resume una esfera perdida. Es la armonía de la desesperación, raro paisaje, encantamiento desde el desengaño.
[i] Mario Martínez Sobrino. Helechos. Ediciones Unión, La Habana, 2001.
[ii] El cuaderno, perteneciente a la cuidada colección Vagabundo del alba, la cual debería retomarse, contiene versos como este, que pueden erigirse en auténticos títulos de libros, tan huidizos a veces al escritor: «las burlas de la belleza», «armonía de la desaparición», «dibujos del clamor», «el peregrino inmóvil», «el secreto tiempo del espacio» y «del verde de más realidad», aunque también un verso que mi generación acusaría de patético: «antes de morir las imágenes dan gritos»; pero para mí, uno que me reconforta: «paciencia es duda de virtud».
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