Si digo que me sorprendió el lamentable deceso de la escritora, crítica y periodista, Paquita Armas Fonseca (1950-2023), cubana ciento por ciento y guerrera hasta el último hálito de vida, me estaría autoengañando, porque estaba muy consciente del delicado estado de salud —sobrevivió a una intervención cardioquirúgica «a corazón abierto», a un infarto agudo de miocardio, al letal COVID-19—, en que se hallaba la también exjefa de redacción de El Caimán Barbudo y de la revista Somos jóvenes, así como columnista de varios medios nacionales de prensa: Juventud Rebelde, Portal de la Televisión Cubana, Sitio Web de la UNEAC, La Jiribilla, Cubadebate, Cubasí, donde ejerciera el martiano ejercicio del criterio con eticidad, honradez y valentía, que nadie —en su sano juicio— osaría poner en duda.
Autora de varios textos;, entre ellos: El poder de la seducción, Carlos Marx o eterno rebelde y Protagonistas de amores contrariados (reseñado por este cronista para el Portal Cubaliteraria).
A la sagrada memoria de mi inolvidable colega y amiga Paquita, quien ya duerme el sueño eterno en los amantísimos brazos del «Espíritu Universal» —leitmotiv en la obra poético-literaria y periodística del Apóstol— dedico la última entrevista que me concediera en vida la licenciada en Periodismo por la Universidad de Oriente y miembro ilustre de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC) y de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), donde conocí a mi interlocutora desde hace casi dos décadas y establecimos una sólida relación profesional y afectiva, que solo Tanatos (la muerte en el vocabulario psicoanalítico ortodoxo) pudo interrumpir, pero no destruir.
Dialogar con Paquita Armas Fonseca deviene un verdadero privilegio para cualquier profesional de la prensa. El cine, la radio y la televisión han sido punto focal o eje central de su fecunda obra en el vaso campo de la crítica artístico-literaria, ya que —según ella precisara— «como periodista, escribir de algo sin dar tu opinión no vale, porque —incluso en la información— se está opinando [quiérase o no]. El periodista siempre ejerce el criterio […], aunque no sea su intención».
¿Cuál fue la motivación fundamental que inclinó su vocación hacia el periodismo, y concretamente, hacia la crítica artístico-literaria; profesión que usted y yo ejercemos?
Desde niña, me gusta escribir y polemizar. La academia me aportó la preparación idónea para poder expresar lo que pienso y siento acerca de la realidad objetivo-subjetiva. La crítica me ha dado una gran satisfacción, no obstante el hecho de que hay directores, actores, camarógrafos, que me han dejado de hablar, porque el tono de mis críticas los ha disgustado por una u otra razón. Ahora bien, cuando una obra radial o audiovisual sale al aire […], en ese momento tienes que dejar que se opine sobre ella. Yo también salgo a la palestra y opino.
El ejercicio del criterio es importante en todo tipo de prensa, y hay que llevarlo a la praxis con ética y responsabilidad. Si tengo una opinión de algo que funciona mal en la UNEAC, tengo dos caminos: publicar en Facebook para que me comenten y aplaudan; o llamar a la persona y decirle lo que pienso acerca de su producción intelectual. Tal vez estoy equivocada y esa persona me proporciona los elementos de juicio para convencerme de lo contrario. Es un problema que afrontamos en nuestro país: la falta de crítica, no solo en el sector periodístico, sino también en la vida cotidiana, para contribuir —en mayor o menor medida— a que mañana seamos mejores seres humanos.
No es nada fácil ejercer la crítica. Hay crónicas y artículos a los que les doy varias vueltas durante más de dos semanas, y luego, me arrepiento de haber usado una u otra palabra. Pero, también tengo buenísimos amigos que han salido airosos por una crítica que les hice […] a tiempo y en forma.
¿Qué cambios le propondría usted a la televisión cubana para optimizar la parrilla de programación que se le ofrece a la audiencia nacional?
Hacer una programación como sistema es una asignatura pendiente en la pantalla chica insular. A veces, cambio de canal y me doy cuenta de que en cuatro canales están transmitiendo programas musicales. Es cierto que pueden ser de distintos géneros, pero siguen siendo música. Si los canales son autónomos y cada uno hace lo que quiere sin percibir la pequeña pantalla como sistema, entonces habrá canales preferidos y otros que no se visibilizarán.
En un país bloqueado como el nuestro, y por ende, con escasos recursos económicos y materiales, ¿cómo se va a malgastar lo mucho que cuesta hacer televisión? Hay programas como la revista De tarde en casa (a propósito, usted le hizo muy buena crítica a ese espacio vespertino), que transmite el Canal Educativo, «donde siempre se aprende», y que tiene mucha teleaudiencia, además de ser muy necesario. Si yo programara esa revista, saldría al aire en un horario en que no coincida con otros espacios como la Mesa Redonda y el Noticiero Cultural.
Además, hay programas menos favorecidos por el público que necesitan una promoción inteligente. Promocionar no es solo mencionar, es también mostrar el contenido del programa en otros espacios. En resumen, o se ve la televisión como un sistema en que se acomoden bien las fichas o cada canal es autónomo y el público escogerá el de su preferencia.
¿Cómo se produjo su relación profesional con la UNEAC, y particularmente, con la organización de los eventos «Caracol»?
Yo tenía un vínculo con la UNEAC como periodista que escribía sobre la organización, pero en los años 90 decidí ser miembro de la Asociación de Cine Radio y Televisión. Luego fui electa miembro de la Sección de Crítica e Investigación y comencé a organizar los eventos Caracol, donde usted y yo nos conocimos. Dentro de los grandes placeres y recuerdos que me llevaré al espacio infinito, está el haber organizado esos y otros espacios teóricos en la UNEAC, durante la peor época del «Periodo Especial».
De las muchas anécdotas y vivencias que la han enriquecido intelectual y espiritualmente durante el tiempo en que se ha entregado en cuerpo, mente y alma al ejercicio de la crítica periodística, ¿podría relatar alguna que le haya dejado una huella indeleble en la memoria poética?
En los tiempos duros del «Período Especial» (años 90 de la anterior centuria), el escritor Joaquín Cuartas tenía una radionovela al aire en Radio Progreso: Como la vida misma, que había logrado paralizar al país a las 11 am. Por eso, la realizadora Lissette Vila y yo organizamos un encuentro con el elenco de la novela. Los asistentes a ese espacio, que tuvo lugar en la Sala «Villena», se emocionaron al ver —por primera vez— las caras de los actores y actrices, pero —para mí— la mayor felicidad fue ver la cara de Joaquín Cuartas cuando se le aplaudió por ser el escritor de la novela. No se trataba solo de reconocer a un escritor, sino la interrelación entre una obra de ficción y el público.
¡Algo que desee agregar para que no se le quede nada en el tintero?
Claro que sí. Las redes sociales me han permitido intercambiar con muchos jóvenes y me hace sentir viva que me lea una generación que va naciendo. Actualmente, quiero aprender a editar videos para crear un blog con esos contenidos. No puedo pedirles a las personas de mi generación que hagan eso, pero sé que mientras más avancemos en la digitalización, menos televisión se verá. Las redes sociales están para aprovecharlas.
El lenguaje de las redes complementa el periodismo tradicional. Tengo el gusto de intercambiar y debatir con mis lectores en esos espacios. Una de las últimas polémicas a las que me enfrenté fue —precisamente— por la telenovela El rostro de los días, a la que usted le hiciera una bien fundamentada crítica; hubo comentarios negativos, pero a mí lo que me importa es que me lean. Yo tengo el gusto de ser una de las periodistas más comentadas en Cubadebate y leo todos los comentarios que los cibernautas me dedican […].
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No creo que haya mejor despedida para mi querida Paquita Armas Fonseca que una frase puntual del Dr. Salvador Bueno Menéndez (1917-2006): «un buen crítico apunta bien […], y siempre da en el blanco».
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Leer la entrada anterior de esta serie: «Letras en femenino (V): Páginas tras la Avellaneda»
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