En la Biblioteca Nacional José Martí, el 16 de noviembre de 2022, se celebró el centenario del natalicio de José Saramago. El excelentísimo señor embajador de Portugal en Cuba, José Pedro Machado Vieira, dio inicio a un conversatorio en el que participaron varios especialistas, quienes se refirieron a diversas facetas de la creación saramaguiana. Poemas musicalizados de Saramago fueron interpretados por Lindiana Murphy, Rosa García y Alexander Díaz; quedó inaugurada la exposición Volver a los pasos dados, con carteles y bibliografía del autor portugués, y se presentó la más reciente edición cubana de su novela Levantado del suelo, la cual, bajo el sello de Arte y Literatura, conmemora los 30 años de la que en 1989 realizara la propia editorial.
José Saramago (Azinhaga, Portugal, 1922-Lanzarote, España, 2010) publicó poesía, ensayo, narrativa y teatro, y mereció en 1998 el Premio Nobel de Literatura. Además de la ya mencionada, varias de sus novelas han sido publicadas en Cuba por la editorial Arte y Literatura: El año de la muerte de Ricardo Reis (2001), Ensayo sobre la ceguera (2003), El Evangelio según Jesucristo (2004), Las intermitencias de la muerte (2005) y El viaje del elefante (2008). La misma editorial publicó en 2015 la pieza teatral In nomine Dei, interesante dramatización sobre las guerras religiosas en la Alemania del siglo XVI.
Levantado del suelo, cuya primera edición en portugués realizó la Editorial Caminho en 1980, le valió a Saramago el Premio Ciudad de Lisboa y el Premio Internacional Ennio Flaiano, y marcó un hito en su carrera, tras su decisión de dedicarse por completo a la literatura (antes había incursionado en el periodismo y la traducción). La dura existencia de los campesinos pobres en la región del Alentejo, de donde procedía el escritor, es el tema de esta novela que cuenta la historia de la familia Mau-Tempo a lo largo de varias generaciones. Sin duda tienen peso en la narración las experiencias de juventud del propio autor junto a sus abuelos, las que él mismo relata en su discurso de aceptación del Premio Nobel:
Ayudé muchas veces a este mi abuelo Jerónimo en sus andanzas de pastor, cavé muchas veces la tierra del huerto anejo a la casa y corté leña para la lumbre; muchas veces, dando vueltas y vueltas a la gran rueda de hierro que accionaba la bomba, hice subir agua del pozo comunitario y la transporté al hombro (…) y algunas veces, en noches calientes de verano, después de la cena, mi abuelo me decía: José, hoy vamos a dormir los dos debajo de la higuera.
Sobre Levantado del suelo escribía Saramago en noviembre de 1981:
Creo que del suelo se levanta todo, hasta nosotros nos levantamos. Y siendo el libro como es —un libro sobre el Alentejo—, y queriendo yo contar la situación de una parte de nuestra población, en un tiempo relativamente dilatado, lo que vi fue que todo el esfuerzo de esa gente de cuyas vidas yo iba a intentar hablar es, en el fondo, el de alguien que pretende levantarse. (…) Por tanto, el libro se llama Levantado del suelo porque, en el fondo, los hombres se levantan del suelo, se levantan las siembras, es en el suelo que sembramos, es en el suelo donde nacen los árboles, y del suelo se puede levantar hasta un libro.[1]
En la nota que antecede al texto de la novela, el colega y amigo Rodolfo Alpízar cuenta que al leerla recibió «una iluminación» para escribir su propia narrativa, de la que nos ha regalado varias entregas, felizmente sin abandonar la traducción: Levantado del suelo fue la primera, pero no sería la única obra del Nobel portugués que Alpízar traería al español, ni Saramago el único autor lusófono a cuyos textos nos acercaría. Entre otros autores traducidos por él, cabe mencionar al Premio Camões caboverdiano Germano Almeida, el angolano Pepetela y el mozambiqueño Mia Couto, también Premio Camões.
Rodolfo Alpízar nació en La Habana el 1ro. de mayo de 1947, y es licenciado en Lengua y Literaturas Hispánicas por la Universidad de La Habana. Profesor, terminólogo, escritor y traductor, es miembro de la Asociación Cubana de Traductores e Intérpretes (ACTI) y de la Asociación de Escritores de la UNEAC. Ha publicado, entre otros, Para expresarnos mejor (Editorial Científico-Técnica, La Habana, primera edición 1985); Sobre un montón de lentejas (novela, Ediciones Unión, La Habana, primera edición 1989) y Entre príncipes y habaneras (novela, Editorial Letras Cubanas, La Habana, 2018). En 2011 le fue otorgado el Premio Aurora Borealis de la Federación Internacional de Traductores (FIT) por la obra de la vida, en la categoría «traducción literaria de no ficción». En 2013 recibió la Distinción por la Cultura Nacional.
Leyendo la narración de Saramago traducida por Alpízar me parece sentir un rumor del Quijote, un trasunto de esa mirada entre risueña y conmovida de Cervantes frente a las aventuras alucinadas de su criatura, en tanto el personaje de José Mau-Tempo, destacando dentro del coro que protagoniza Levantado del suelo, evoluciona como un nuevo caballero de la triste figura, que no necesita estar loco para emprender batalla contra el latifundio que los oprime a él y a los suyos, y soportará con dignidad cárcel y torturas, y de ellas saldrá fortalecido en sus convicciones.
José es el hijo del zapatero borracho Domingos Mau-Tempo y de Sara da Conceiçao, sufrida madre de cinco niños, quien admite a regañadientes que el marido coloque al chico de diez años como peón de obrero agrícola. A cambio de un mísero salario, José es explotado por los patrones; débil de cuerpo, maltratado y hambriento, va sobreviviendo gracias a la bondad de parientes o amigos, y a una tenacidad del espíritu que con el tiempo lo levantará del suelo y le convertirá en luchador por los derechos de sus iguales. Más adelante, su hija Gracinda Mau-Tempo y su marido, Manuel Espada, compartirán la lucha con José y otros compañeros.
«Lo que más hay en la tierra es paisaje». Así comienza esta narración fuera de serie, en la que abundan descripciones del entorno, la naturaleza, las plantas y la cotidiana labor de los trabajadores agrícolas.
Que los trabajos de hombre son muchos. Ya se dijeron algunos y otros se agregan ahora para ilustración general, pues las personas de la ciudad entienden, en su ignorancia, que todo es sembrar y cosechar; pues muy equivocadas viven si no aprenden a decir todas las palabras y a entender lo que ellas son, segar, cargar gavillas, guadañar, trillar a máquina o a sangre, majar el centeno, tapar el pajar, enfardar la paja o el heno, majar el maíz, desmontar, regar el abono, sembrar cereales, labrar, cortar, barbechar, aporcar el maíz, tapar, podar (…), cortar la leña, enhornar, terrear, empolvar y ensacar, cuánto hay aquí, santo Dios, de palabras tan bonitas, tan para enriquecer los léxicos (…).[2]
La cita anterior es solo un ejemplo, entre muchos pasajes cuya traducción entraña una especial dificultad; quien la lea con atención, no precisará ser traductor o traductora para darse cuenta de que trasladar de una lengua a otra todas esas palabras, cuyo significado a veces no conocemos ni siquiera en nuestro propio idioma, requiere una ardua labor de búsqueda y selección. Merece admiración y respeto quien ha logrado cumplir esa tarea con éxito por más de trescientas páginas. Súmense a ello las ingeniosas traducciones de juegos de palabras, las acertadas notas explicativas y el brío narrativo, sostenido de comienzo a fin, y solo quedará agradecer a Alpízar por ese pequeño gran milagro que es haber traducido congenialmente la prosa vibrante y espléndida de José Saramago.
[1] Saramago, José, «Não uso literatura como política», O Tempo, Lisboa.
[2] Saramago, José. Levantado del suelo, Arte y Literatura, La Habana, 2019, pp. 83-84.
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