
El 20 de abril de 1923 nació en Alquízar, La Habana, el científico, explorador, geógrafo y revolucionario cubano Antonio Núñez Jiménez, conocido como el «Cuarto descubridor de Cuba» y presidente de la Academia de Ciencias de Cuba. Encontrar un libro suyo es relativamente fácil debido a su multifacética y fecunda literatura. Tal es el caso de Antonio Núñez Jiménez. Bio-bibliografía.
La obra, escrita por Israel Hecheverría, Luisa Fernández Molina y Roxana Villalba Rojas y publicada por la Fundación de la Naturaleza y el Hombre, recoge su extensa y prolífica producción literaria hasta 1997. El texto parte de una investigación comenzada por Israel Hecheverría, continuada por Luisa Fernández, colaboradora y secretaria de Núñez Jiménez por más de treinta años y concluida por Roxana Villalba.
Antonio Núñez Jiménez. Bio-bibliografía recoge no solo su vida y quehacer literario, sino también su labor científica y cultural, su trabajo en pos de difundir la imagen de Cuba a lo largo de sus viajes por el mundo, así como varias entrevistas que se le realizaran y documentales de cine y televisión.
A continuación Cubaliteraria reproduce el prólogo del libro escrito por Cintio Vitier:
Cierta mañana de enero un jeep se detuvo frente mi casa y de él descendió ágilmente un joven oficial del Ejército Rebelde. Eran los primeros días del Triunfo Revolucionario. Ensimismado a solas, allí, en el portal, frente al parque azul y oro, pensando en la significación histórica y espiritual de los gloriosos sucesos que se precipitaban, lo primero que vi fueron unas botas llenas de fango seco, un uniforme ajado, unas guedejas que llegaban hasta los hombros. Sólo cuando el inesperado visitante abrió la verja, atravesó el pequeño jardín y entró en el portal con los brazos abiertos, lo reconocí. Era el capitán Antonio Núñez Jiménez. Venía a compartir con mi familia la alegría del triunfo y a invitarme a conocer a Ernesto Guevara, del cual era ayudante en la Fortaleza Militar de La Cabaña hacia donde salimos después de compartir una festiva ronda de café. Lamentablemente el encuentro no fue posible entonces, pero las fervorosas palabras de mi amigo, durante el trayecto me permitieron ver en mi interior, de cuerpo entero, al ya legendario Che.
Esta sencilla evocación, que dieciocho años después se iba a metamorfosear en un pasaje de mi novela De Peña Pobre, guarda para mí, y creo que en sí misma, un valor simbólico. El lector de la presente Bio-bibliografía tiene ante sí el inventario de una vida y una obra multifacética, y esa información, desde luego, es insustituible. Pero cuando el tiempo sucesivo logra la calidad de una imagen que se detiene y nos detiene, la acumulación de datos, fechas, títulos, distinciones, sucesos, por brillantes que estos sean, parece convertirse en modesto marco de un retrato viviente. Aquel joven capitán era y es, en una solo pieza, el adolescente que en abril de 1939 realizara su primera excursión espeleológica a la Cueva de Candela al norte de Güines; el Profesor Titular de la cátedra de Geografía Regional y Geomorfología de la Universidad Central de Las Villas, cuya Geografía de Cuba tuvo el honor de ser quemada por el ejército batistiano en el Cuartel General de Columbia en enero de 1955; el jefe del Servicio Topográfico y de Enlaces Militares de la Columna 8 «Ciro Redondo» del Ejército Rebelde en 1958; el presidente de la Academia de Ciencias de Cuba de 1962 a 1972; el jefe de la expedición latinoamericana y caribeña «En Canoa del Amazonas al Caribe» por veinte países a lo largo de 17 422 kilómetros, de marzo de 1987 a junio de 1988.
El elogio de su obra científica, a la que ha tenido el acierto de incorporar la poesía de la Patria, empezó a hacerlo desde 1955 el maestro Salvador Massip, a raíz de la primera edición de su Geografía de Cuba. De entonces acá son innumerables los méritos acumulados por este trabajador infatigable que nunca lo parece, fresco y luminoso siempre, que ha puesto su vocación científica y humanista enteramente al servicio de la Revolución, a cuyo Triunfo tan eficazmente contribuyó y sigue contribuyendo desde su hermosa Fundación de la Naturaleza y el Hombre. Quien esto escribe es refractario, quizás equivocadamente, al elogio de los vivos. Ni siquiera la defensa que hiciera José Martí de «los oficios de la alabanza» ha podido despojarlo de este prejuicio. En el caso de Núñez Jiménez lo único que se me ocurre en el umbral de su impresionante Bio-bibliografía, que habla por sí sola, es abrazarlo como aquella mañana de enero en que llegó a mi casa cual si fuera Tranquilino Sandalio Noda, o Felipe Poey, o don Carlos de la Torre, todos jóvenes y con uniforme verde olivo. Y felicitarlo en la resonante gruta indoamericana y humboldtiana de su Fundación, junto a su compañera de siempre (que tanta parte ha tenido en tantos lauros), por haberse atrevido a ser feliz, por haber realizado, para honor de Cuba, todos sus sueños de explorador, científico y revolucionario.
14 de febrero de 1997
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