«Libro a la carta», actividad que auspicia el Instituto Cubano del Libro y que dirige el periodista y crítico Fernando Rodríguez Sosa, se realizó este jueves 22 a las 3 de la tarde en la librería Fayad Jamís; sería su invitado el historiador e intelectual, o como él mismo se definió «el curioso y respirador»: Rafael Acosta de Arriba.
Nacido en La Habana en 1953, Acosta de Arriba se interesó en la historia a la temprana edad de quince años, cuando leyó los tomos que lanzara el ICL sobre la Guerra de los Diez Años. En ese instante la lectura lo atrapó para siempre. «Mi respeto por el libro» —dijo el que tampoco desecha el formato digital, aunque siga prefiriendo el de papel.
Desde aquel entonces le llamó la atención la compleja figura del Padre de la Patria: Carlos Manuel de Céspedes; según él, soslayada en sus pensamientos y pasada por alto muchas veces en la historia. De ahí que le dedicara su primer libro investigativo: Apuntes sobre el pensamiento de Carlos Manuel de Céspedes (Editorial Ciencias Sociales, 1996), el cual es alabado por Eusebio Leal Spengler, otro de sus más acuciosos y apasionados investigadores.
Autor de más de 27 libros donde sobresale la labor ensayística, no cree que el tema del Padre de la Patria esté agotado todavía para él, por eso se concentra más en su figura, en el siglo XIX, en los años 60, aunque quisiera abordar otras temáticas, por ejemplo, entre los habitantes precolombinos cubanos, el mito del güije en los taínos.
Después de terminar los ensayos que tiene sobre Carlos Manuel, desea concretar el libro que ha querido hacer siempre la «Biografía de Carlos Manuel de Céspedes». Para él es un reto pues debe combinar la microhistoria con la historia general; el novelista de ficción debe rellenar los huecos de la historia con su imaginación, mientras que un académico debe regirse por los datos reales, nos expresa.
Ha congeniado bien la investigación histórica con la crítica de arte. Siempre le interesaron las artes visuales. Contó que fue aceptado en San Alejandro, escuela a la que nunca asistió, pero los siete años en el Consejo Nacional de Artes Plásticas le ayudaron a mantener una relación fructífera con el arte y sus exponentes.
Nace entonces El desnudo en la fotografía cubana. Julio Larramendi le ayuda en la tarea, así también a encontrar financiamiento. Alejandro Ríos le realiza la entrevista «La crítica se basa en la duda y se alimenta de la polémica» y Olga Connor le dedica el artículo «Rafael Acosta: la fotografía del cuerpo en Cuba» en El Nuevo Herald de Miami.
Fue de los primeros en romper el silencio cubano sobre el escritor Octavio Paz, a partir de una conferencia realizada en Matanzas. Es también un gran «revistero». Puso como ejemplo a grandes intelectuales, como Cintio Vitier, Ángel Rama y Carlos Fuentes, quienes recalcaban la importancia de las revistas especializadas. Por eso asume la dirección de la Revista de la Biblioteca Nacional José Martí y labora en la Sociedad Económica Amigos del País —la más antigua de la Isla— en la Revista Bimestre Cubana, heredera de la creada en 1831, y labora en su sello editorial «La semilla en el surco».
El escritor de Fractura del tiempo (Editorial Letras Cubanas, 1998), el primero de sus libros de poesía, opina que «ella» no se puede forzar, que necesita un estado de ánimo propicio. Para él es inspiración, oficio y voluntad. «No conozco nada más fascinante que la poesía». Por ello quedamos agradecidos de que leyera algunos de sus poemas cortos: «Cobertura», «Apunte cósmico», «Por los caminos de la duda» y «Poesía de hombre».
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