En el currículum de Lino D’Ou resaltan dos informaciones por sí solas capaces de incitar a la lectura: fue teniente coronel del Ejército Libertador… y periodista. Dualidad no excepcional, pero sí llamativa, aunque otros muchos asuntos referidos a su obra igualmente lo son.
El ilustre y un tanto olvidado historiador Luciano Franco, que fue su amigo, nos ofrece de manera concisa las esencias de la vida de quien nos ocupa:
Conspirador y combatiente activo en la ultima etapa de la lucha por la liberación nacional en el siglo XIX, el joven Lino D’Ou fue un fervoroso amigo y partidario del Titán de Bronce, discípulo de don Juan Gualberto Gómez, ayudante de campo y depositario de las confidencias de José Maceo; y con un profundo sentimiento humano, Lino D’Ou vivió en íntimo contacto con el pueblo, compartió sus dolores y alegrías, gozó ampliamente de la confianza popular y supo interesar a la juventud en la historia de la infinita tragedia del afrocubano en la lucha secular por alcanzar sus plenos derechos.
Ahora es Nicolás Guillén, que mucho lo apreció, quien acota:
De mente ágil –una inteligencia fina e irónica, que lo hacía cautivador en el trato−, recibió del padre, acomodado y liberal, una educación cuidadosa para un joven de su condición y de su época, y, como en el caso de Martí, la puso al servicio de la libertad de su patria antes que en apoyo del opresor español.
El periodista que fue Lino D’Ou se hizo patente como jefe de Redacción, en 1902, del periódico La República Cubana, fundado y dirigido por el patriota Juan Gualberto Gómez. En la abundante papelería de D’Ou hallan cabida figuras olvidadas y casi olvidadas, a cuya evocación reservó algunas de sus mejores páginas.
Colaboró con frecuencia en Diario de La Marina, desde la sección «Ideales de una Raza», también en la revista Cúspide y en otras publicaciones, lo cual complica el empeño de rastrear su producción periodística de comienzos del siglo XX.
En don Lino encontramos a un escritor original, con algo de filósofo, atemperado a los tiempos y aunque de talante muy serio, no exento de una sutil sonrisa. “Des bons vieux tempes” tituló esta meditación suya publicada en Diario de La Marina el 24 de febrero de 1929. Disfrútese el párrafo:
El tiempo, el espacio. Con estas dos nociones me ha sucedido algo original; yo tenia de ellas aquella confusa pero determinada concepción de la época en que la geometría de Euclides había hecho un axioma del conocido postulado. Pero ahora, con la relatividad de Einstein, no entiendo un espacio que se mueve con el éter y un tiempo que solamente es cierto en el pasado. Resultado: que la relatividad ha sido para mí a un modo de ciclón, como el de 1926, sin la mano amable que apuntale mis ya perdidos conocimientos.
D’Ou fue uno de los no abundantes mestizos que integró el gremio de los periodistas, de ahí que en 1935 se le entregara su carnet como retirado de la profesión, aunque en verdad continuó ejerciéndola hasta su muerte.
El santiaguero Lino D’Ou nació en 1871, de padre blanco y madre negra, e hizo la guerra a las órdenes del mayor general José Maceo, de quien fue ayudante. Ejerció cargos públicos y políticos, fue representante electo a la Cámara y su quehacer público reflejó las preocupaciones por la discriminación racial que prevalecía aun después de instaurada la República en 1902.
Papeles del teniente coronel Lino D’Ou, compilación publicada por Ediciones Unión en 1983 es, además de merecido homenaje al periodista, un libro que recoge datos de valioso interés histórico, pues Lino, como combatiente mambí, conoció a importantes jefes libertadores y fue testigo de sucesos significativos de los cuales ofreció su singular visión personal.
Lo caracterizó un estilo dinámico, con peculiar sentido de la ortografía que lo llevaba a escribir i en lugar de y, una variante igualmente utilizada por algún que otro ilustre intelectual español renuente a aceptar la y o i griega, como entonces se le llamaba.
Murió en La Habana el 28 de diciembre de 1939. De entonces acá han pasado 80 años, tiempo suficiente para valorar mejor la obra y la vida de este cubano patriota y escritor, merecedor de una relectura de sus trabajos periodísticos, amenos, instructivos y bien escritos.
Y como desde CubaLiteraria lo recordamos en su condición de periodista, compartimos con el lector este fragmento de su retrato del mayor general Guillermo Moncada: «El general Moncada era un negro gigantesco, bello ejemplar de la raza etiópica, probable descendiente de la tierra de los fula, de quienes han dicho los viajeros que “los cuerpos de los negros fulas, recuerdan los perfiles de la estatuaria griega”». (Diario de La Marina, edición del 7 de julio de 1929).
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