Lisbeth Lima Hechavarría (Santiago de Cuba, 1995) se inscribe dentro de esa extensa y peculiar nómina de autores que, desde las ciencias, incursionan en el mundo literario. Graduada de Biología, esta joven egresada del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso nos trae Zona inexplorada, una antología que recopila varias muestras de su cuentística, enmarcadas todas ellas en el erotismo. En palabras de la propia autora, constituyen el fin de un camino, luego del cual se propone explorar nuevos horizontes creativos.
La escritora devela en estas dieciséis piezas varias caras del acto erótico, reflejado y contado desde lo cotidiano, no desde la extrañeza y la transgresión abiertas. Son historias de cuerpos y personas que se comprenden, se odian, gritan, se evaden o, en el peor de los casos, buscan algún tipo de subsistencia por medio del sexo que, a la larga, acaba por ser corrosiva. Valdría la pena analizar todos los cuentos, dado que exploran distintas zonas y proyecciones del erotismo y el tema sexual en su conjunto, desde el manidotópico de la pareja desgastada y abúlica hasta el complejo drama sicológico en que pueden convertirse relaciones a la vez plagadas de toxicidad y explosiones de la libido; sin embargo, la concisión es necesaria en esta clase de reseñas. De este modo, y arriesgándome a dejar fuera algún enfoque no despreciable, sintetizaré aquellas narraciones en las que afloran los abordajes descritos arriba.
Cruda y desgarradora es la fidelidad con que «Próximo inning» reproduce varios tópicos afines a la monogamia rutinaria. Aquí están recogidos tanto el desgaste producto de la monotonía como el intento estéril —y doloroso por lo repetido— de la mujer que busca satisfacer y excitar a un arquetipo de masculinidad clásica (nótese la imagen del hombre indiferente que, tras llegar a su hogar, se dedica a observar un juego de pelota). La muchacha no tiene más remedio que escapar a la testosterona que fluye a través del vidrio, en las imágenes de los jugadores.
«De amor y otras aberraciones» reproduce una de las caras más complejas y desconcertantes de una relación sexual. Las prácticas sadomasoquistas. Trata sobre dos mujeres que necesitan intercambiar papeles (dominadora vs. víctima) para mantener el extraño y precario equilibrio que las une. El resultado es la muerte accidental de una de ellas. Sugiero a los lectores que obvien el necesario spoiler y se adentren en el cuento, que además revela algunas aristas del contexto económico cubano.
«Entre químicas» es un breve, acelerado y fulminante relato de un estallido sexual, con cierre contundente y fatal, en un entorno docente. Aparece un espacio más que explotado en Cuba para evasiones románticas, revelaciones y descargas: la azotea.
En «El chat» se nos narra la clásica inversión de perfiles en que concluye un romance a través de la virtualidad, luego de que este se concreta. La protagonista alterna con tres usuarios con los cuales juega a su antojo, en un desdoblamiento que la hace montar un perfil de mujer provocativa ante dos de ellos y aventurarse en un juego sicológico con un joven que parece ser una presa fácil. El giro será sorpresivo y brutal cuando los cuatro se hallen cara a cara.
En estas piezas y en otras no menos valiosas que el espacio me impide reseñar, los lectores percibirán un eficaz manejo de diversas técnicas narrativas en función del escenario a recrear, así como variados acercamientos a lo erótico. Pero lo más loable, a mi juicio, es que la autora logra uno de los objetivos enunciados en la nota ubicada al inicio, a saber: que el público se lea a sí mismo en estas páginas. Un cuento como «Zona inexplorada» (que da título al volumen), por citar un ejemplo, que aborda los problemas de una pareja incapaz de realizar el acto amoroso a plenitud, explora un conflicto que pudiera ser el de cualquier persona, tal vez inconfesado por esta.
Ahora bien, creo que esta edición ofrecida por Cubaliteraria viene muy a tono con la inquietud revelada por Lisbeth en entrevista para La Jiribilla, en el año 2020, ante el hecho de que su literatura se difundiese más en el extranjero que en Cuba. Este volumen marca un punto de inflexión en ese sentido, pues no solo está auspiciado por una editorial nacional, sino que además nos llega en formato de libro electrónico, lo cual ampliará las posibilidades de acceso de los lectores cubanos radicados en la Isla a una parte del quehacer de la joven santiaguera.
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