Al leer a Daniel Zayas lo primero que viene a mi mente es que estoy ante un poeta y, diría más, ante un muy buen poeta, entendida la poesía como una manera de enfrentar el texto y, ¿por qué no? la vida.
¿Te sientes así o crees que solo divago?
La palabra poeta nos quedaría grande a casi todos los que a diario intentamos forjar el verso. Pero, ajustándome a tu pregunta, creo que sí. El gusto por la poesía y la intención de expresarme a través de ella hace que esté más pendiente del momento en que se manifiesta en mi vida cotidiana la imagen poética, que a la caza de una historia. Igual cuando escribo narrativa me gusta crear o reflejar en esa historia que cuento la gestación de esas imágenes poéticas de las que te hablaba. También me gusta la prosa poética, sin que esto se convierta en una justificación para empezar a florear en la página y hacer ininteligible la historia y obstinar al lector o empalagarlo.
Nacer y crecer en esa otra isla parece haber ejercido una notable influencia en tu manera de decir y en lo que dices. ¿Qué nos cuentas de tu infancia y adolescencia en esa isla que ha tenido tantos nombres y que sigues empeñado en llamar Isla de Pinos?
Mi infancia transcurrió durante esa gran crisis que hoy recordamos como Período Especial. De modo que es innegable que esos primeros años estuvieran marcados por la escasez, la rabia y la frustración. De esa etapa quedó el humor de mi madre para describir nuestra miseria y así quitarle el tono ácido y reír. Quedó mi fascinación por mis abuelos perdiendo la memoria y la movilidad, o por otros familiares, viendo una realidad distinta, viendo animales brotando de un ojo donde solo había pánico. De mi adolescencia quedaron experiencias en las que fui el joven desobediente, impuntual e irresponsable. Mientras algunos amigos a mi edad leían a Víctor Hugo o aprendían coreano o francés, yo bebía, fumaba y me escapaba de la escuela. Alguna vez me arrepentí de haber perdido tanto tiempo que pude emplear en lecturas. Luego me di cuenta de que había visto la realidad desde un ángulo a través del cual mis amigos no verían nunca las cosas.
Es probable que la Isla que yo idealicé en mi cabeza y en mis libros sea mucho más hermosa y especial de lo que puede advertir cualquier visitante. Lo que me pasa es que suelo ir atrás en el tiempo e intento verla como era décadas atrás, cuando lugares que hoy son ruinas eran sitios llenos de pisadas, humo de cigarrillo… Cuando alguien que ama escribir, condensa décadas de historia en una novela, 6 o 7 acontecimientos o lugares tocados por la magia, espaciados en el tiempo, ahora nombrados en párrafos consecutivos, pueden parecer un exceso. De modo que la Isla para mí no es solo el espacio que conocí o la circunstancia que rodeó mis años de vida. Cuando te enamoras de un lugar, sus personajes e historia, lo cuentas con pasión, haces que el que escucha lo viva y se contagie. Por eso a veces pienso que la Isla es una mezcla de ficción y realidad.
Es curioso que tu primer libro de literatura infantil juvenil (LIJ) no fuese un poemario. ¿Se te resiste la poesía para estos grupos etarios?
Tengo algunos intentos de poesía infantil, poquísimos, pero cada vez que me planté ante el reto de contar una historia para adolescentes, sentí que la narrativa era el envase idóneo para verterla.
Tú admirado Abilio Estévez, al entrevistarlo a propósito de cumplirse veinte años del otorgamiento del Premio de la Crítica a Tuyo es el reino me decía «Todo lo que he escrito son mis memorias». ¿Ocurre algo parecido con tu LIJ?
Yo diría que todo lo que he escrito tuvo punto de partida en mis memorias y está permeado de estas.
En La sombra de los almendros, tu protagonista es un adolescente que ha sufrido la ausencia del padre y también resultan complicadas las relaciones interfamiliares en Gaviotas en la acera. ¿Crees que la presencia cada vez mayor en la LIJ cubana de niños y adolescentes con familias desestructuradas responde a las peculiaridades de nuestra realidad social o se trata de una moda que busca reflejar un lado menos amable y permite al autor desfogar sus propios dramas?
Creo que es reflejo de una Cuba en la que varias generaciones se ven obligadas a convivir bajo un mismo techo, cada una con una manera distinta de entender y reaccionar a su contexto; cada una con su frustración. Pese a la demasiada luz de nuestro país, creo que hay mucha gente que solo ve tonos grises. Eso me dijo un día un amigo para referirse a mi generación. Ustedes solo ven tonos grises, eso dijo, para ser exactos. Creo que tiene razón. Es verdad que yo he hecho un poco de justicia poética con la figura paterna. Un día me hicieron ver esto y entendí que, pese a la buena relación existente con mi padre, había ecos, porque en esa voz adolescente que encarno para escribir, faltaban muchas cosas, entre ellas, un padre presente.
Percibo en tus creaciones un halo de tristeza, pero tampoco faltan notas simpáticas. ¿Cómo lograr un balance entre ambos que mantenga enganchados a los jóvenes lectores?
Más que triste, suelo ser depresivo. Un día mi esposa me dijo que para mí alguien que abre los brazos, irremediablemente saltará al vacío. Para ti no hay posibilidad alguna de que quiera abrazar, hacer señales, o estirarse… Ella me conoce bien y es mi primera lectora. Debía estar medio saturada, cuando explotó de esa manera. Volviendo a tu pregunta, en la respuesta anterior me decantaba por una literatura como reflejo de esa realidad cubana en crisis. En el período de la República cubana alguien definió: La cultura del choteo, esa manera que tenían los cubanos de alegrarse de, al menos, estar vivos y festejar y conservar el humor frente a tantas penurias. Creo que esa manera de reaccionar ante la vida sigue en nuestro ADN y yo lo aprendí de mi madre. En cuanto al balance, no hay recetas. La dosis de humor dependerá de la capacidad de cada personaje, o sea, del autor, para desdoblarse en la piel de cada personaje, para interpretar su contexto. Somos muy irónicos, otras veces ingenuos o ácidos, pero logramos reír en las situaciones más absurdas. El humor también permite hablar sin hablar, de los problemas, y eso nos encanta, sacar pecho, pero poner a salvo la espalda.
En varias de tus obras reflejas los primeros amores con imágenes que me recuerdan la María Virginia de Sindo Pacheco. ¿Es apenas una coincidencia? ¿Qué autores cubanos reconocerías como referentes en tu obra? ¿Y extranjeros, amén de Bradbury y Mark Twain?
Disfruté mucho la lectura de María Virginia, pero creo que se trata más de que me parecía bastante al protagonista de Sindo Pacheco, y como ya quedamos en que cada texto está permeado de nuestras memorias… Como referentes cubanos en mi manera de enfrentar la literatura para niños y jóvenes te puedo mencionar a: Rubén Rodríguez, Nelson Simón, Senel Paz. Hay autores extranjeros como Sharon Creech o David Almond que me gustan, pero siempre vuelvo a esos culpables de que me enamorara de la literatura: Jack London, Salgari, Julio Verne, y otra vez Twain y otra vez Bradbury.
¿Buscas que en tus textos haya un mensaje o simplemente cuentas?
En ningún caso pretendo un texto con moraleja o que le sugiera a la gente cómo debe vivir o qué está bien o mal. Trato de que la obra dialogue con su contexto político, social, con la Historia, la obra de un autor…, y en estos diálogos a veces uno se posiciona. Hay que tener en cuenta que los posicionamientos que uno asume ante la realidad pueden ser errados, ingenuos o políticamente incorrectos, pero en cualquier caso responderán a la lógica del personaje y la historia, y a veces, a la del autor.
En tus narraciones se ve el mundo a través de los ojos de niños y adolescentes protagonistas. ¿Has pensando en algún tipo de LIJ con personajes adultos en roles protagónicos?
Sí. De hecho, en una novela inédita y otra que está a medio escribir, lo hago.
Has dicho que eres muy indeciso. ¿También te sientes así al trabajar el texto? ¿Buscas criterios de amigos y colegas sobre la obra que estás conformando?
Sí, soy bastante indeciso en todos los aspectos de mi vida. En el caso de la literatura me cuesta más a la hora de trabajar la narrativa. Porque tienes una historia y debes definir cómo, cuándo y dónde va a trascurrir, caracterizar los personajes. Defines la estructura, para lo cual debes tomar otras pequeñas decisiones. Pero suelo dar a leer algo que ya está muy trabajado y sufrido ante cada toma de decisión.
Has sido fraile y cocinero, o sea, autor y a la vez vinculado al proceso editorial con Áncoras. ¿Cuánto ayuda a un escritor conocer cómo se realiza la edición de un libro?
Ayuda a conocer cómo funciona el mercado del libro en Cuba, y con esto a saber cuándo, dónde y cómo es mejor colocar un libro. Igual, para editar y corregir se necesitan herramientas que también se aprovechan muy bien para escribir.
Ahora que no vives en Cuba y puedes comparar con más conocimiento de causa, ¿qué tan diferente es la LIJ cubana de la que se hace hoy en Hispanoamérica?
Creo que la necesidad de vender y las fórmulas de éxito, de moda en las grandes editoriales, aún no han penetrado tanto en la literatura cubana y todavía se sigue intentando escribir un buen libro, a veces demasiado despreocupados del lector potencial, tal vez. Es escueta mi respuesta porque no me siento apto como para hacer una valoración más profunda.
Imagina que eres Danilo o cualquier otro de tus personajes que mira hacia la Sierra de Caballos. ¿Qué me dirían ellos en el cierre de este diálogo?
Gaviotas en las aceras, es una novela bastante autobiográfica. De modo que me es fácil habitar el cuerpo de Danilo. Si abriese los ojos y ante mí se extendiera esa línea ondulada que es el contorno de la Sierra de Caballos, con el mármol aflorando entre el verde de la vegetación, diría: «Ya era hora. Estoy de vuelta, en casa».
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