Decir que este trabajo rinde tributo a Dolores Rodríguez de Astudillo Ponce de León es probable que cause estupor en algún lector, duda que se despeja de inmediato cuando aclaramos que se habla de la poetisa puertorriqueña Lola Rodríguez de Tió, cuya vida y obra están tan raigalmente ligadas a Cuba.
Lola —continuemos llamándola así— aparece entre las intelectuales de más renombre en la sociedad cubana de comienzos del siglo XX, pero hay más, el escritor José Luis González la considera «la figura femenina de mayor prestancia en la lírica puertorriqueña».
Fue ella mujer en quien se hermanaron las cualidades de la patriota y las de la poetisa, y se la quiso más allá de lo que ella misma podía suponer, de ahí que su fallecimiento en La Habana hace 95 años, el 10 de noviembre de 1924, causara conmoción en sus dos patrias: Puerto Rico y Cuba, y que en ambas se la recuerde.
A Lola le interesó escribir una poesía con profunda motivación patriótica, popular y elegante a un tiempo, de fácil recordación y que penetrara en los corazones de los lectores. Su poema revolucionario «La borinqueña», adoptado como himno nacional, donde aúna los atributos antes citados es, tal vez, la mejor prueba de ello. Difícil resulta leerlo o escucharlo sin sentir la emoción de su ritmo embravecido:
¡Despierta, borinqueño
que han dado la señal!
¡Despierta de ese sueño
que es hora de luchar!
(…)
Nosotros queremos
la libertad,
y nuestros machetes
nos la dará…
Y nuestros machetes
nos la dará…
Vámonos, borinqueño,
vámonos ya,
que nos espera ansiosa,
ansiosa la libertad
¡La libertad, la libertad!
Las preocupaciones sociales y culturales de Lola la revelan como una mujer sensible, interesada además en propugnar una educación integral que encauzara el desarrollo posterior de los pequeños e hiciera de ellos ciudadanos más completos. De ahí que desde su condición de inspectora escolar fuera este uno de los empeños más sostenidos de su quehacer.
Nacida el 14 de septiembre de 1843, cursó los estudios primarios en su natal San Germán y después en Mayagüez, siempre bajo la mirada atenta de su padre don Sebastián, poseedor de una rica biblioteca donde Lola descubrió la lectura y pronto comenzó a escribir poemas que daba para su publicación.
En 1865 se casó con el literato Bonocio Tió Segarra, esposo y compañero en los ideales independentistas. El hogar de ambos acoge tertulias literarias en que por igual se debaten los problemas sociales y políticos que vive la isla. En 1868, a raíz del Grito de Lares el 23 de septiembre de aquel año, alzó su voz con su ferviente himno «La borinqueña». Lola y Bonocio nunca cesaron de denunciar al gobierno despótico colonial, desterrándoseles finalmente. En 1889 Lola y su esposo desembarcaron en Cuba, donde permanecieron hasta la irrupción de la Revolución de 1895 que diseminó por toda la Isla no solo el fervor patriótico sino la decisión de llevar la guerra al territorio nacional completo.
Lola regresó durante el proceso de la intervención norteamericana, en1899; e integró la Academia de las Artes y las Letras, prueba ya de su enorme prestigio intelectual dentro de la sociedad cubana. Similar reconocimiento alcanzó de sus compatriotas y de las instituciones puertorriqueñas —el Ateneo y la Universidad incluidos— siempre que regresaba a su otra isla.
De 1893 data el volumen Mi libro de Cuba:
Cuba, Cuba, a tu ribera
llego tarde y desolada,
¡al dejar la patria amada
donde vi la luz primera!
Sacude el ala ligera
la radiante inspiración,
responde mi corazón
en nobles afectos rico,
¡la hija de Puerto Rico
lanza al viento su canción!
(…)
Vuestras palmas, vuestros ríos
repartirán mis cantares…
Culto rindo a estos hogares
donde ni estorba ni aterra
el duro brazo que cierra
del hombre los horizontes…
¡Yo cantaré en estos montes
como cantaba en mi tierra!
Cuba y Puerto Rico son
de un pájaro las dos alas,
reciben flores y balas
sobre el mismo corazón.
(Fragmentos del poema «A Cuba»)
Durante la Guerra del 95, entre los emigrados en Norteamérica permanece siempre vinculada a los clubes revolucionarios y de socorro a los combatientes que luchaban contra España. Martiana fervorosa, tenía conciencia de que entre los propósitos del Partido Revolucionario Cubano estuvo siempre la consecución de la libertad de Cuba y de Puerto Rico.
La obra de Lola incluye numerosos cuadernos: Mis cantares (1876), Mi ofrenda (1880), Trabajos literarios (1882), Claros, nieblas y congojas (1885), Nochebuena (1887), Mi libro de Cuba (1895), Claro de Sol (poesías sin culminar), Poesías escogidas (no culminado). El Instituto de Cultura Puertorriqueña publicó sus Obras Completas.
En Cuba, donde fungió como inspectora de escuelas, murió Lola Rodríguez el 10 de noviembre de 1924. A 95 años de la fecha la evocamos como patriota y escritora, como hija ilustre de Puerto Rico y de Cuba, su segunda patria.
Foto tomada de Ecured
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