Datos del autor
George Gordon Byron, 6.º barón de Byron (Londres, 22 de enero de 1788 – Mesolongi, Grecia, 19 de abril de 1824), mundialmente conocido como Lord Byron, fue un poeta inglés y una de las mayores personalidades del movimiento romántico. Debido a su talento poético, personalidad, atractivo físico y escándalos personales fue en vida una verdadera celebridad de la época. Hoy es considerado uno de los mayores poetas en lengua inglesa y antecedente de la figura del poeta maldito. El poema que presentamos hoy nos fue cedido por Jesús David Curbelo y está recogido en su libro Por la senda de Judas que está en la pestaña descargas de nuestro portal.
Fragmentos de su obra
Y tú estás muerta
1
Y tú estás muerta, tan joven y bella
cual todo lo nacido de mortal;
y formas tan suaves y encantos tan raros
demasiado pronto han vuelto a la tierra.
Aunque la tierra los haya recibido en su lecho,
y sobre el sitio pueda la multitud pisar,
ya con indiferencia, ya con alegría,
hay ojos que no pueden resistir
el contemplar tu tumba un solo instante.
2
No voy a preguntar dónde te hallas,
no miraré el lugar;
allí podrá crecer maleza o flores,
y no quiero mirarlas:
es para mí bastante confirmar
que lo que amé y he de seguir amando
como tierra común puede podrirse.
No preciso una piedra que me diga
que ahora es nada lo que tanto amé.
3
Sin embargo, te amé hasta el final
tan fervorosamente como tú,
que no cambiaste nada en el pasado,
y hoy no puedes cambiar.
El amor que es sellado por la muerte,
el tiempo no lo enfría, ni lo roba el rival,
ni lo desautoriza la mentira;
y lo peor en mí no puedes verlo:
ni el cambio, ni la culpa, ni el error.
4
Vivimos juntos nuestros días mejores,
los peores pueden ser tan solo míos:
el sol que anima, el temporal que abate
nunca más serán tuyos.
Ahora el silencio de tu sueño insomne
lo envidio demasiado para llorar,
tampoco necesito lamentarme,
pues todos esos encantos fallecidos
los pudiera haber visto decaer lentamente.
5
Las flores que más rápido florecen
son presas más tempranas del otoño;
aunque ninguna mano la arrebate a destiempo,
sus hojas tienen que caer.
Aún fuera mayor pena
verlas marchitarse hoja por hoja
que arrancarlas hoy en su esplendor.
El ojo terrenal no podría soportar
ver cómo se convierte en inmundo lo bello.
6
No sé si yo hubiera soportado
mirar desvanecerse tus bellezas;
la noche siguiente a esa mañana
traería una sombra más profunda:
tu día transcurrió sin una nube
y fuiste adorable hasta el final;
te extinguiste mas nunca envejeciste.
Como estrellas que brotan a lo largo del cielo,
brillan con mayor luz las que caen de más alto.
7
Si como antes lloraba, yo pudiera llorar,
podría derramar mejor mis lágrimas
al pensar que no estuve cerca tuyo,
en vigilia a la orilla de tu lecho,
para mirar tu rostro íntimamente,
para envolverte en un débil abrazo,
sostener tu colgante cabeza
y mostrar ese amor que, aunque vano,
ni tú ni yo podremos sentir más.
8
Cuán menos sería para mí ganar,
aunque tú me hayas dejado libre,
las cosas bellas que todavía perduran,
que recordarte de este modo.
Todo eso tuyo que no puede morir,
a través de la oscura y horrible eternidad,
vuelve de nuevo a mí;
y no hay nada que pueda querer más
en tu amor ya enterrado, salvo sus años vivos.
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