
Dígase de inicio algo curioso respecto de este autor: nació en Baní (el mismo pueblo natal del Generalísimo Máximo Gómez, en Santo Domingo), el 20 de junio de 1855 y murió en Estados Unidos el 12 de julio de 1901. Sin embargo, no hay dudas de que fue y es un autor cubano.
En Cuba cursó los estudios y en la ciudad de Matanzas vivió gran parte de su existencia, muy activa en el orden intelectual y público. Aunque se afilió al Partido Autonomista, por su conducta y postura sus ideales se acercaban al separatismo y cada vez más en la medida en que la vida fue exigiéndole participación en el bando de los cubanos que aspiraban a la independencia.
Su labor periodística —la cual trataremos de manera sucinta—, abarcó la fundación del Diario de Matanzas y la revista El Álbum, en tanto colaboró en Revista de Cuba, El Fígaro y Cuba y América. Durante la Guerra del 95 emigró hacia Estados Unidos y en Nueva York se hizo sentir su palabra en discursos de aliento revolucionario, al tiempo que su firma se leía en el periódico Patria.
Detengámonos ahora en el escritor. Su primera novela data de 1882 y se tituló Un hombre de negocios, premiada en los Juegos Florales del Liceo de Matanzas. No es obra cuya trama depare grandes sorpresas, pero sí demuestra habilidad en el trazado de los personajes y de las costumbres cubanas de mediados del siglo XIX.
Una segunda novela ve la luz en 1893. La tituló Leonela y en opinión del crítico Max Henríquez Ureña se trata de «una bella obra, tanto por la galana prosa de su autor como por los diversos cuadros del ambiente cubano que están diseminados a lo largo de sus capítulos». Esta novela tuvo muy buena acogida de los lectores y de la crítica, y ha merecido varias reediciones.
El Heredia ensayista no se queda atrás. Puntos de vista, como titula su libro de este género, aparecido en 1892, agrupa temas diversos, entre ellos, siluetas de algunos escritores cubanos (Enrique José Varona, Enrique Piñeyro, Rafael Montoro, Manuel Sanguily y Julián del Casal), así como algunas conferencias. Años después publicará en Filadelfia otro texto importante dentro de la ensayística, La sensibilidad en la poesía castellana, de 1898.
Varias de sus conferencias y discursos se editaron, y además preparó la antología de prosa y verso (revisada por E. J. Varona) titulada El lector cubano (1903). A lo anterior, súmese el quehacer de Nicolás Heredia dentro de la enseñanza, como maestro (era licenciado en Leyes, y en Filosofía y Letras).
Al terminar la Guerra de Independencia en Cuba, regresó para ocuparse de la Dirección de Instrucción Pública, también se le nombró catedrático de Literatura de la Universidad de La Habana. De nuevo por los Estados Unidos lo sorprendió la muerte.
Es la de Nicolás Heredia una producción literaria interesante, tal vez algo olvidada, de la cual el trabajo periodístico formó parte importante. Uno de los artículos suyos, publicado en 1899, lo tituló «El utopista y la utopía», y en él recuerda una conversación sostenida en 1893 con José Martí. Sobre el Apóstol de la independencia cubana dejó otro trabajo: «Homenaje a José Martí», con discursos que pronunciaron él y Bolet Peraza en 1898, en ocasión del tercer aniversario de la muerte del héroe en Dos Ríos.
Se cumplen ahora 170 años del natalicio de Nicolás Heredia. Recordarlo desde estas páginas digitales es, no solo justo, sino también imprescindible.
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