La fundación de liceos artísticos y literarios en La Habana y otras ciudades importantes del interior de la Isla denota el interés de los sectores más avanzados del muy clasista espectro social de la Isla de principios del siglo XIX, por ampliar los horizontes culturales de los sectores pudientes, cuyo conocimiento muchas veces no pasaba de la destreza aritmética requerida para acrecentar las ganancias y buscar las maneras de expoliar más a sus empleados.
Pero en Europa proliferan los liceos y Cuba no puede quedar atrás. El que se funda en la calle Mercaderes, entre O’Reilly y Empedrado, en La Habana, el 15 de septiembre de 1844 —hace ahora justamente 175 años— es buen ejemplo de ese interés de los criollos por sumarse a la ola del conocimiento. El Liceo Artístico y Literario de La Habana, que así se nombró, tiene de vecinos a la Plaza de Armas, la Real y Pontificia Universidad de San Gerónimo, el Palacio de los Capitanes Generales, la Catedral y los palacetes que ya se levantan o empiezan a levantarse en el entorno de las calles aledañas. Esto nos da idea de cuáles son los puntos por donde mejor se escuchan las pulsaciones de la capital durante la primera mitad del siglo XIX.
No dejaba de ser una propuesta como para agradecer la de la creación de una institución como esta, debida a la iniciativa de José de Imaz, José Miró y Ramón Pintó, quienes solicitaron de las autoridades la transformación de la antigua Sociedad Filarmónica Santa Cecilia −creada en 1829− en un liceo para el fomento de las bellas artes y de las letras.
La nueva institución proporcionaría un espacio para el intercambio de opiniones, escuchar conferencias, presentar exposiciones y, al quedar abierto para la concurrencia de las damas, ofrecía a ellas un espacio donde mostrar las modas, alhajas, encajes y peinados de las marquesas, condesas y duquesas de la naciente “nobleza criolla”. Pero aclaremos algo: nunca fue el Liceo una sociedad abierta para todos, su primer presidente, don José María Herrera y Herrera, ostentaba el título de Conde de Fernandina, y aunque era solo para blancos… tampoco para todos los blancos.
Las muy perspicaces autoridades coloniales nunca cerraron oídos ni ojos a cuanto acontecía en el liceo, lo que allí se debatía y cuanto de librepensamiento pudieran expresar varios de los liceístas. El bello mural de 67 figuras que nos sale al paso en la calle Mercaderes y transporta hasta el siglo XIX revela los rostros de los concurrentes. He aquí algunos de ellos: Antonio Bachiller y Morales, José Ramón Betancourt, Ignacio Cervantes, Úrsula Céspedes de Escanaverino, Domingo del Monte, José Antonio Echeverría, Nicolás Escobedo, José Fornaris, Francisco Frías (Conde de Pozos Dulces), los González del Valle, Joaquín Lorenzo Luaces, José de la Luz Caballero, Rafael María Mendive, José Morales Lemus, Luisa Pérez de Zambrana, Ramón Pintó, Felipe Poey, Cirilo Villaverde… ¡Cuanto vale y brilla de la sociedad cultural y literaria cubana entra en algún momento y forma parte de los salones del Liceo!
El violinista Claudio Brindis de Salas y el poeta Gabriel de la Concepción Valdés, Plácido, negro el primero y mulato el segundo, no tuvieron acceso a sus salones, pese a lo cual aparecen en el mural, junto otras personalidades históricas que tampoco integraron su membresía pero sí esplendieron en el panorama político, social y cultural de la época.
Tiene el Liceo una publicación que es su órgano oficial y ve la luz entre los meses de agosto de 1848 y noviembre de 1849. Se denomina El Artista, y allí se incluyen principalmente los textos correspondientes a la Sección de Literatura y Lenguas, que junto a las de Ciencias, Música, Pintura, Escultura y Arquitectura, y Declamación integran el catálogo de disciplinas que el Liceo acoge. A partir de 1858 se publica El Liceo de La Habana. El 27 de enero de 1860 celebra la institución uno de sus actos más memorables: la coronación de la poetisa camagüeyana Gertrudis Gómez de Avellaneda, que tuvo lugar en el Teatro Tacón.
El alzamiento de La Demajagua en octubre de 1868 y la irrupción del estado de guerra en la Isla, polarizaron las opiniones entre los liceístas, varios de los cuales apoyaron la causa independentista, por lo que este languideció hasta finalmente cerrar en abril de 1869.
Ahora solo nos resta invitarlo a detenerse ante el mural del Liceo Artístico y Literario de la Habana, en la calle Mercaderes, y a recorrer e identificar cada uno de los rostros de quienes fueron sus protagonistas y hoy son parte de la historia y la memoria de la nación.
Foto tomada de Ecured
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