Es bastante probable que este 14 de septiembre en numerosos países de Europa y en algunos de América Latina se recuerde y honre la memoria del barón Alejandro de Humboldt en el 250 aniversario de su natalicio. Humboldt se desempeñó en tantas disciplinas que su impronta queda registrada por igual en las ciencias y en las humanidades de su época.
Fue, entre otras cosas, un gran viajero, diríase mejor un viajero atrevido (por los lugares donde se adentró) con aportes a la geografía, a la geología, la astronomía, la mineralogía, las ciencias naturales, las ciencias sociales, la economía…, y pese a tratarse de un hombre rico, sus recorridos los hizo a pie, a caballo, en canoa o en embarcaciones de vela, sometido a las privaciones materiales y a inimaginables incomodidades y riesgos. Se trató en verdad de un investigador excepcional y entre sus numerosos oficios estuvo el de escribir, no novelas ni narraciones, sino cuadernos de apuntes y ensayos, por cierto, no exentos de amenidad y cuajados de informaciones de interés.
Uno de tales libros lo tituló Ensayo político sobre la isla de Cuba, que para cuantos en el Viejo Mundo lo leyeron en su tiempo —inicios del siglo XIX— representó un «descubrimiento» de la Isla de Cuba, de ahí que tan acertadamente el maestro y pensador cubano José de la Luz Caballero lo calificara y así dejara para la posteridad, como el segundo descubridor de Cuba.
Sobre el Humboldt escritor van estos apuntes a los dos siglos y medio de su nacimiento. El Barón nos visitó dos veces, y en cada ocasión hizo amplios recorridos, libreta en mano y con ojos bien abiertos.
Alejandro de Humboldt arribó a La Habana el 19 de diciembre de 1800 y permaneció hasta el 15 de marzo de 1801. Lo acompañaba su amigo el botánico Aimé Bonpland, de nacionalidad francesa. Llegaron procedentes de La Guaira, Venezuela, luego de un accidentado viaje —matizado por un incendio a bordo y una tempestad— iniciado el 24 de noviembre. En la capital cubana vivió Humboldt el advenimiento del siglo XIX, centuria de la cual será él una de sus primerísimas personalidades científicas.
Echemos un vistazo a uno de sus apuntes:
La ciudad de La Habana propiamente dicha está rodeada de murallas, y solo tiene 900 toesas de largo y 500 de ancho, pero están amontonadas en un recinto tan corto más de 44 000 almas, de las cuales, 26 000 son negros y mulatos. Una población casi igual se ha refugiado en los grandes arrabales de Jesús María y la Salud; pero esta última no merece el hermoso nombre que tiene, pues aunque la temperatura del aire es en él menos elevada que en la ciudad, las calles hubieran podido ser más anchas y mejor trazadas.
Anduvo, ya dijimos cuán andariego fue, por Guanabacoa, Regla, Managua, San Antonio de las Vegas, Bejucal, Wajay, el valle de Güines, Batabanó, la bahía de Jagua (hoy Cienfuegos), Trinidad…
Una segunda visita hizo Humboldt desde el 14 de marzo de 1804. Lo traía esta vez el interés por recoger el amplio muestrario de plantas que había en el país. Llegó procedente de Veracruz y permaneció 45 días, en los que recibió los agasajos del gobierno a través de la persona del Marqués de Someruelos, Capitán General de la Isla. Leyó ante los miembros de la Sociedad Económica de Amigos del País el resultado de sus investigaciones en los cerros de Guanabacoa, y se embarcó por La Habana, el 29 de abril, con rumbo a Filadelfia.
Es Humboldt quien anota: «Dos veces he estado en la isla, una tres meses, y la otra mes y medio…».
Asombrosa resulta la diversidad de campos que abarcó el interés científico del sabio alemán, la amplitud de conocimientos y la precisión de sus observaciones y juicios. De la capital de Cuba dejó comentarios que, además de proporcionar valiosa fuente de información para sus contemporáneos, son igualmente sugerentes para los investigadores de épocas posteriores.
Mucho más que naturalista y astrónomo, geógrafo y demógrafo, fue un sociólogo y un humanista. Expresó observaciones contenidas en su Ensayo político sobre la isla de Cuba, que no agradaron a las autoridades españolas. Entre otras cosas, afirma:
La esclavitud es, sin duda, el mayor de todos los males que han afligido a la humanidad, ya se considere al esclavo arrancado de su familia en el país natal y metido en los depósitos de un buque negrero, ya se le considere como que es parte de un rebaño de hombres negros apriscados en el territorio de las Antillas.
Este Ensayo político…, fechado en su versión primera en 1807, hasta 1826 no se editó en español y su publicación constituyó un hecho relevante para el desarrollo ulterior de Cuba, tanto en el orden cultural como socioeconómico, por cuanto aportó un estudio pormenorizado y multifacético de la situación cubana.
Alejandro de Humboldt, nacido en Alemania, provenía de una familia aristocrática, y realizó estudios muy completos con ilustres profesores. Además de su lengua madre, dominó el inglés, el francés y el español, y perteneció a numerosas sociedades científicas. Humboldt vivió 90 años, cifra considerable para un individuo que como él desarrolló una actividad física e intelectual tan intensa. En Cuba, más exactamente en La Habana Vieja, la casona de las esquinas de Muralla y Oficios, donde se alojó, exhibe algunos de los instrumentos científicos que el sabio utilizó para sus observaciones de campo en la Isla. Y cuando vaya por la biblioteca no deje de recorrer las páginas de su Ensayo político sobre la Isla de Cuba, un texto que mantiene su vigencia e interés.
Foto tomada de Ecured
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