La Academia Cubana de la Lengua es de esas instituciones que suelen hacer poco ruido, pasar casi inadvertidas, cumplir años sin que nadie se entere. No es mediática, para emplear un término de moda. Lo anterior viene al caso porque este 19 de mayo de 2021 se conmemoran y celebran los 95 años de la fundación en La Habana de la Academia Cubana de la Lengua, y el suceso como casi siempre sucede, «amenaza» pasar inadvertido, a lo cual nos negamos desde las páginas digitales de Cubaliteraria.
La cubana no es de las más antiguas en el continente, ni tampoco de las más recientes. Sin embargo, resulta significativo que la nuestra se crea el 19 de mayo de 1926 aunque no es hasta el mes de octubre que sus miembros se reúnen por primera vez en La Habana. Los cargos principales y fundadores los ocuparon Enrique José Varona, Fernando Ortiz y Antonio L. Valverde, como director, vicedirector y secretario respectivamente. El acontecimiento tuvo repercusión en la prensa de ese momento, y ha resultado significativo de entonces acá como elemento aglutinador y rector de la variante cubana del español así como su contribución al enriquecimiento de este idioma en Cuba. Tuvo por largo tiempo un carácter itinerante, careció de una sede fija para sus reuniones, utilizándose en los inicios el domicilio de Varona, después ocuparía otras sedes, pero pese a sufrir dificultades económicas y falta de apoyo no cesó en sus funciones. La vivienda de Dulce María Loynaz, en 19 y E, Vedado, constituiría una de las sedes más sostenidas en el tiempo. Por último, en enero de 2010 se estableció con las condiciones requeridas, en el Edificio Santo Domingo, en el Centro Histórico de la Ciudad.
La Academia Cubana fue la decimotercera establecida en países de lengua española, a continuación de la colombiana, ecuatoriana, mexicana, salvadoreña, venezolana, chilena, peruana, guatemalteca, uruguaya, costarricense, filipina y panameña. Después de la nuestra se fundaron la paraguaya, boliviana, nicaragüense, dominicana, hondureña y puertorriqueña. Existe además una Academia Argentina de las Letras, entre cuyas funciones están las de colaboración e intercambio con la Real Academia Española de la Lengua. En Estados Unidos existe también una Academia que preserva el idioma y representa los intereses lingüísticos de los millones de hispanohablantes que, procedentes de diversas latitudes, se suman al patrimonio cultural y léxico de esa nación.
Algunos, impropiamente le imputan «culpas» y responsabilidades por el español que hablamos (que si bueno, que si malo, que si regular), cuando lo cierto es que —y no tenemos más que escuchar atentamente la películas o leer literatura— el que se habla en España y las naciones hispanoamericanas no es precisamente «superior» al nuestro, que tiene como todos sus particularidades. La Academia no es sino el órgano rector, no impositivo ni mucho menos. Además la integran intelectuales de tal valía que es un honor pertenecer a ella.
Aunque la función de todas y cada una de las Academias es similar, en el caso de la que nos concierne funge a la manera de un sistema bien coordinado de información de las novedades léxicas ya establecidas en el país, siendo una de las fuentes que permite la renovación y enriquecimiento del idioma a través de las voces nuevas o neologismos que después habrá de sancionar o no la Real Academia.
Nuestra lengua, llegada de España, es hoy tan mestiza como nuestros pueblos, tan diversa y rica como nuestras naciones, pero tan unificadora como necesita seguir siéndolo para expresarnos y entendernos cual vecinos y hermanos de una región, de un continente, o de un mundo en que el idioma español tiene una importancia creciente.
Noventa y cinco años confieren a nuestra Academia de la Lengua edad suficiente para acogerla como apoyatura indispensable en todo empeño por hablar mejor… sin dejar de ser cubanos ni poner a un lado nuestra norma, la que nos identifica.
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