La Feria Internacional del Libro de La Habana siempre deviene en oportunidad para intercambiar saberes y escuchar las nuevas propuestas literarias que llegan desde todas las provincias. Resulta igual de interesante conocer la nutriente variedad de escritores que, provenientes de disímiles países, se acercan a nuestra tierra trayendo consigo la espiritualidad de su cultura, el ritmo de su idioma y lo diverso de sus libros. Este es el caso de Verónica Reca (Bayamón, Puerto Rico), invitada al XII Encuentro de Jóvenes Escritores de Iberoamérica.
En un tiempo donde la poesía ha tomado el camino de la experimentación brusca y, a veces, descontrolada; donde los escritores escriben para ser leídos por otros escritores, nos llegó su libro, El abrazo de los frijoles, como un antídoto.
En él, Verónica levanta la voz desde el interior de la casa: una voz sin complicaciones en el lenguaje, que aporta vida y dialoga con los objetos cotidianos. Publicado en 2021 por la Editorial Pulpo, se ha presentado con éxito en Puerto Rico, New York y Bogotá.
El abrazo de los frijoles es un himno a los objetos que sostienen el equilibrio del hogar. Mejor: es un cántico de las cosas. En el libro adquieren vida y comparten, junto a su autora, el espacio reducido de la casa. Puede leerse en su totalidad como si se tratara de un único poema. Verónica Reca ha tenido a bien fragmentarlo para provocar en el lector la sensación de descanso. Puede decirse que este poemario se escribió como un susurro, sin que los versos se extiendan y cansen, «con menos equipaje».
Tengo las manos viejas, arrugadas de tanta agua (...) La vajilla parece multiplicarse (…) A veces cuando existir me hiere, abro callada la alacena y miro todo como familiarizada, buscando el abrazo de los frijoles (…) (…) los cuchillos que no cuentan sus muertos y yo insisto en ser una cosa, ser una cosa y no dejar rastros.
Los versos pueden ser, en realidad, las palabras que en voz baja te dices en las mañanas al enfrentar las tareas del hogar. Puede que al leerlo recuerdes el aislamiento por la covid, donde la rutina era una trinchera llena de estacas puntiagudas que mediaba entre tú y la felicidad. O te visualices frente al desayuno aún con los platos sucios de la noche anterior, con la rutina dando el golpe, la soledad que se adentra como una ventisca.
La autora recrea las actividades cotidianas sin experimentar imágenes complejas.
Igual que una prótesis, hay cosas que jamás serán del todo nuestras.
(…) parece ser un columpio vacío que inventa nuevos mundos cuando la noche (solo para nosotros) cierra la puerta.
Esto resulta, a mi entender, lo más atractivo de este libro: hace la poesía accesible a un público no acostumbrado. Verónica ha venido a abogar por las tareas domésticas, como lo hizo Whitman en su momento con una locomotora. Las actividades diarias dejan de ser el brusco acto del cuerpo para convertirse en una plataforma del espíritu.
En una entrevista refirió que su libro es la metáfora de la búsqueda de la comodidad en los recuerdos, para no aburrirse de ella misma. La autora encuentra saludable entablar una conversación con las cosas que la rodean, para no volverse loca, para no declinar en un período donde la ciudad hacía un silencio con vocación de árbol, donde las paredes de la casa brindaban protección y agredían con el mismo ímpetu.
El final es inesperado. El final rompe la secuencia en la que el lector ha caído y humaniza nuevamente a la autora, que para las últimas páginas se confunde con el espejo al final del pasillo, con el florero.
Voy a leer estos poemas a mi madre, dije, porque mi madre no entiende la poesía:
Que le digo a los muebles
que me miran distraídos
mientras pienso
sí estar en ellos o ser ellos.
Me disimulo entre los enchufes.
Estoy sorprendido: para mi madre hay alguien diciendo las cosas que tantas veces le han pasado por la cabeza o ha murmurado de pronto, cuando el peso de la rutina hace inclinar su deseo de permanecer inerte. Aquí están estos versos y mi madre los entiende, se siente identificada. «Yo también quiero ser uno más de los objetos de la casa» —me dice.
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