Hojas literarias
Las revistas literarias suelen ser, por lo general, hijas de las ideas, los intereses y las inquietudes compartidas por más de un escritor. Pero Hojas Literarias (1893-1894) tiene la particularidad de haber sido dirigida y escrita por un solo hombre, el patriota Manuel Sanguily (1848-1925), quien en algunas oportunidades abrió sus páginas para admitir las colaboraciones, desde París, de Enrique Piñeyro, que siempre firmó como P. Niño o E.P.
La figura de Sanguily llena una de las páginas más brillantes de la historia de Cuba. Combatió en la guerra del 68. Al cese de esta marchó, primero a París y luego a Madrid, donde se graduó de Derecho. Se trasladó a los Estados Unidos y en 1879 regresó a Cuba. Aquí trabajó en varios bufetes de abogados, pronunció discursos en instituciones culturales y colaboró en diversas publicaciones. En 1891 viajó de nuevo a Estados Unidos, esta vez para entrevistarse con José Martí, quien ya preparaba la «Guerra necesaria». A su regreso fundó Hojas Literarias, suspendida debido a la agitación política de la Isla en vísperas del estallido de Baire. Volvió a los Estados Unidos y trabajó en favor de la libertad de Cuba. Al cese de la guerra fue designado delegado a la Asamblea de Santa Cruz, que lo comisionó para ir a Washington para tratar la incierta situación en que quedó el ejército mambí tras la intervención de la potencia en la guerra cubano-española. Trabajó en la prensa y en la docencia. En 1902 fue electo senador de la República, desde cuya posición presentó una ley en defensa de la tierra en vistas de la geofagia demostrada por el cercano vecino. En la batalla contra la Enmienda Platt, si bien en sus inicios su posición fue contraria a su aprobación, finalmente asumió la posición de que era «una fatalidad inevitable», compartida por otros políticos cubanos. Pero fue, sin dudas, un defensor de nuestra soberanía.
Sanguily, hombre de saber amplio y desorganizado, fue, como ha dicho Cintio Vitier, «una personalidad, un temperamento, un carácter. Entrar en su obra es entrar en su persona, no solo en las ideas que sustentó». De temperamento sin dudas sanguíneo, fue polemista apasionado, lúcido, abundante de palabras, y sus valoraciones críticas en materia literaria a veces no fueron totalmente justas, como tendremos oportunidad de ver desde las páginas de su revista, cuyo primer número apareció el 31 de marzo, y en el cual manifestó las ideas que lo guiarían para llevar adelante su empresa:
Lo único que ahora me es dable asegurar, y puedo desde luego asegurarlo, es que impresionista o no, procuraré con cuidado librarme de la crítica de temperamento. Si mi admiración puede llegar a ser grande, me abstendré en todo caso de ofender —mucho más— de injuriar a nadie, pues no concibo que los hombres merezcan ni compasión ni ira por las ideas que sustenten o profesen de buena fe.
Aparecieron trabajos de crítica literaria, tanto de obras editadas en Cuba como en el extranjero. Pero, según señala Max Henríquez Ureña, «(…) no era la crítica literaria lo que atraía la atención preferente de Sanguily, pues su mayor interés se concentraba en aquellos temas que tuvieran relación con el proceso político de Cuba». En este primer número Sanguily expone su poética crítica, de raíz positivista y sociologizante, que denota la influencia que sobre él ejercían los franceses Hipólito Taine y Jean-Marie Guyau.
Hojas Literarias fue acusada por los tribunales, en dos ocasiones, debido a sus artículos en defensa de la separación de España, y por otros que, sin abordar el tema directamente, aludían a la situación de opresión reinante en la Isla. En ambos casos Sanguily logró sortear con éxito las imputaciones recibidas. «Hojas Literarias, señala el dominicano Henríquez Ureña, no volvió a ser objeto de nuevas persecuciones, y Sanguily pudo insertar en sus páginas buen número de artículos en los que campeaba el espíritu separatista».
Como ha sido reconocido por los estudiosos, el temperamento de Sanguily y sus intereses políticos se interpusieron a los propósitos que se había trazado. Por consiguiente, Hojas Literarias trató temas históricos, filosóficos, estéticos, literarios en su vertiente crítica y, por supuesto, temas de alcance político. Mantuvo dos secciones fijas: «Impresos recibidos», donde se relacionaban los libros, revistas y periódicos que llegaban a la redacción, provenientes, muchos de ellos, de la emigración independentista, y «Variedades», donde se comentaba el acontecer político, literario e intelectual cubano y de otras áreas geográficas.
Pero lo que distinguió a esta revista fue el gran número de polémicas en las cuales se involucró el autor. Entre ellas se destacan la sostenida con Manuel de la Cruz, quien desde El Fígaro se batía en torno a su obra Cromitos cubanos (1892), donde abordó, desde el esbozo biográfico, la labor desplegada por los intelectuales más destacados de la década del 80 que se habían adscrito al independentismo. Desde su revista Sanguily enjuició el estilo de su amigo Manuel de la Cruz, pero, a la vez, censuró la ausencia de imparcialidad para abordar a los intelectuales autonomistas. Consideró que De la Cruz desmerecía como crítico literario al anteponer una valoración política de esos intelectuales. Este respondió mediante nueve cartas publicadas en El Fígaro entre abril y octubre de 1893, y como era gran admirador de su contendiente, ironiza sobre la pretendida neutralidad del crítico.
Fue asimismo muy sonada la dura e injusta apreciación vertida por Sanguily, en sucesivos trabajos, sobre la obra de Plácido, a la cual le negó valores, a la que respondieron, entre otros, Juan Gualberto Gómez. También desde las páginas de Hojas Literarias su comentario al libro Desde Yara hasta el Zanjón (1893), de Enrique Collazo, suscitó una agria polémica en la que terció Sanguily a través de su revista. Otra polémica muy fuerte fue la que sostuvo con el español Rafael Pérez Vento, provocada por unas notas del cubano al folleto del español titulado Cartilla política del español en la Isla de Cuba y la Reforma de Maura.
No fue la acritud de Manuel Sanguily lo que provocó el fin de Hojas Literarias, sino la agitación política que se vivía en la Isla en vísperas del nuevo estallido revolucionario. El último número publicado correspondió al 31 de diciembre de 1894. Antes de dos meses ya se había reiniciado la contienda.
Los cinco tomos que comprenden la publicación muestran, de cuerpo entero, la figura de un patriota y de un intelectual ganado por la fuerza de la pasión a la hora de enfrentar lo que José Martí denominó «el ejercicio del criterio». Si para nuestro Héroe Nacional la crítica no es «morder, ni tenacear, ni clavar en la áspera picota», sino que para él «criticar es amar», Manuel Sanguily se proyectó en sus criterios literarios tal cual era su personalidad: impetuoso, agresivo, mordaz y hasta hiriente. Con Plácido creo que fue injusto. Pero, sin dudas, hay que reconocer el empeño que puso, en solitario, para llevar adelante una revista que muestra una visión personalísima de algunos momentos de nuestra vida histórica y literaria. Quizás nos podrán desagradar algunas de sus opiniones, mas la revista es muestra palpitante de un momento importante de nuestro desarrollo cultural.
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