En 1953 aparece en México la primera edición de Los Pasos Perdidos de Alejo Carpentier. Los 2000 ejemplares de esta primera tirada fechada el 31 de agosto de 1953, irrumpieron de tal forma en el mundo literario que la crítica consideró la obra como la de más rápida resonancia mundial, publicada por un escritor de América Latina.
El estudio de una amplia bibliografía[i] americana, los reveladores viajes a la Gran Sabana y al alto Orinoco, y una extraordinaria labor periodística activa resultaron valederas experiencias que Carpentier incorpora a esta prodigiosa novela.
En Los Pasos Perdidos están refundidos tres viajes. El primero en 1947, lo lleva a cabo en un avión de cartografía de la Línea Aeropostal Venezolana piloteado por un cubano de apellido Montenegro. El avión remonta el Orinoco a muy baja altitud desde Ciudad Bolívar a Puerto Ayacucho, sobrevuela la Gran Sabana, las mesetas de imponentes proporciones y los grandes cerros o Tepuy.[ii] Carpentier conoce la Sierra de Encaramada y las tres grandes piedras llamadas Los tambores de Amalivaca. Observa como sobre la inmensa meseta se alzan montañas monolíticas, probablemente las rocas más antiguas del mundo, con formas geométricas integrales. Montañas rodeadas por más de doscientos ríos de color dorado debido a la cocción del tanino; y antes de llegar a Ciudad Bolívar también sobrevuela el salto del Ángel, la catarata más alta del mundo; y conoce Santa Elena de Uairén. Desde Ciudad Bolívar regresa a Caracas.
Después de este viaje publica en El Nacional de Caracas (el 19 de oct. de 1947) la primera parte de su «Visión de América», colección de cinco crónicas que a partir del 25 de enero de 1948 aparecerían en la revista habanera Carteles.[iii] Ya por esta época había escrito un largo ensayo sobre el hombre ante el paisaje americano y el paisaje en la novelística americana. Se trataba de El libro de la Gran Sabana[iv] el cual no llegó a publicar como tal; de una parte de esta obra titulada «Viaje al riñón de América» desprendería su colección de Visión de América.
Los elementos de esta bibliografía activa integrarían unos años después Los Pasos Perdidos, novela que tiene como eje la América entera. Otros artículos publicados en El Nacional («Novelas de América», «Misterios de la naturaleza venezolana», «Poesía del Orinoco», «El gran libro de la selva», «Fin del exotismo americano», etc.) también forman parte de la Bibliografía Activa (Complementaria)[v] de esta novela. Bibliografía paralela a la obra y con tentativa de elementos descriptivos del paisaje americano, así como de la búsqueda de un nuevo estilo para la novela latinoamericana.
El viaje a la Gran Sabana había despertado, en nuestro primer narrador el deseo de conocer la exuberancia del Alto Orinoco y la majestad del paisaje guyanés. Y en agosto de 1948 emprende una nueva gira, esta vez acompañado por los músicos Tony De Blois Carreño, y por el también musicólogo cubano Hilario González. Salen por tierra desde Caracas y atraviesan todo el llano hasta la orilla del Orinoco, la antigua Angostura de los españoles, el único lugar del río que tiene solamente un kilómetro de ancho, cuando en algunos lugares alcanza una amplitud de veintidós. Pasan por El tigre donde aparecieron los primeros yacimientos de petróleo cuya descripción como Valle de las llamas aparece en la novela. Después de unas 48 horas llegan a Ciudad Bolívar donde la espera de una chalana de ganado para continuar viaje, los hacen permanecer unos ocho días desocupados. De allí Carpentier fue a Upata, el mismo lugar que menciona Rómulo Gallegos en Canaima. Regresan a Ciudad Bolívar y viajan en un remolcador que llevaba toros de la raza cebú al Alto Orinoco. Más adelante visitan Puerto Ayacucho y van a parar a la parte del Orinoco cercana a Brasil. Navegan el inmenso río, visitan la isla Ratón[vi] y pasan por la desembocadura del Vichada hasta San Fernando de Atabapo donde el caudal se mostraba menos amplio. Por fin, después de una travesía agotadora con intervalos de selva y aguas muertas pasan el Caño de Guacharaca[vii] para llegar a la aldea de los indios guahibos, último punto de la travesía, en territorio del Amazonas. En este recorrido pasan por San Carlos de Río Negro donde Carpentier conoce un misionero llamado padre Bombetio a quien retrata en Los Pasos… como fray Pedro.
Es este escenario[viii] una de las regiones menos conocidas de Venezuela, donde nacieron grandes mitos y prodigiosas leyendas, donde tuvo su asiento la Casa del Sol, morada del Gran Patití y centro de la fabulosa Manoa[ix] el que Carpentier describe en Los Pasos Perdidos.
Conocer Venezuela completaba mi visión de América, ya que este país es como un compendio del continente: allí están sus grandes ríos, sus llanos interminables, sus gigantescas montañas, la selva. La tierra venezolana fue para mi como una toma de contacto con el suelo de América, y meterme en sus selvas conocer el cuarto día de la Creación. Realicé un viaje al Alto Orinoco y allí conviví un mes con las tribus más elementales del Nuevo Mundo. Entonces surgió en mí la primera idea de Los Pasos Perdidos. América es el único continente donde distintas edades coexisten, donde un hombre del siglo XX puede darse la mano con otro del Cuaternario o con otro de poblados sin periódicos ni comunicaciones que se asemeja al de la Edad Media o existir contemporáneamente con otro de provincia más cerca del romanticismo de 1850 que de esta época. Remontar el Orinoco es como remontar el tiempo. Mi personaje de Los Pasos… viaja por él hasta las raíces de la vida, pero cuando quiere reencontrala ya no puede, pues ha perdido la puerta de su existencia auténtica. Esta es la tesis de la novela, que me costó no poco esfuerzo escribir. Tres veces la reescribí completamente.[x]
¿Tuvieron qué ver estas reescrituras con cada viaje? Porque hubo un tercer viaje en 1950 hacia Colombia romontando Los Andes. Esta vez Carpentier viajó con su cónyuge Lilia Esteban, Hilario González y su esposa Haydeé, y la escritora Antonia Palacios.
Carpentier y sus acompañantes disfrutan las maravillas de Los Andes: «el Páramo de la Negra, Apartaderos, Tovar, Bailadores, Mesa de Esnujaque y el Páramo de Mucuchíes»,[xi] donde está el Monumento del Águila que señala el paso de Bolívar por Los Andes con su tropa de famélicos guerreros, para combatir al ejército español.
Cada uno de estos viajes aporta escenarios, acciones y personajes a la novela, montaje artístico de la realidad intertextualizada sabiamente en función de explicar la alienación en la gran ciudad y su engañosa realidad porque cuando el hombre de ciudad se enfrenta a lo que considera primitivo se percata que los primitivos saben vivir en su medio, y los perdidos son los citadinos.
Durante su viaje al Orinoco Carpentier tuvo la sensación, de la vigencia de todos los estadios de la vida humana.
Se llegaba, por un proceso de revertibilidad a pensar en lo civilizado que resultaban nuestros salvajes ante el hombre tipo de la civilización actual, y viceversa. De ahí la importancia del tiempo. El tiempo desempeña un papel capital en Los Pasos Perdidos. Hay un contrapunto de ambientes y realidades de nuestro continente. La acción transcurre entre una ciudad que bien puede ser New York y las formas de vida más primitivas que subsisten en nuestro planeta; entre las creaciones más abstractas de la época y las vegetaciones que fueron anteriores al hombre.[xii]
Carpentier en su cuento «Viaje a la semilla» (La Habana, 1944) revierte el tiempo en un personaje determinado mientras que en esta novela lo hace con el Hombre como ente abstracto.[xiii] En la nota final que cierra el tomo de Los Pasos… Carpentier da al «río» su nombre de Orinoco y ubica «La Capital de las Formas» en el Monte Autana.
Remontar el Orinoco le permitió materializar el tiempo y reconocer que América es uno de los pocos lugares del mundo donde el hombre del siglo XX podía convivir con el hombre del Paleolítico o del Neolítico.
El Orinoco era una materialización del tiempo en las tres categorías agustinianas: tiempo pasado (el tiempo del recuerdo), tiempo presente (el tiempo de la intuición) y tiempo futuro (el tiempo de la espera).
Recuerdo que una tarde, en la confluencia del Orinoco y del Vichada, había una luz extraordinaria, tuve algo así como una iluminación. Y esta novela nació en pocos segundos completamente hecha, estructurada, construída. No tenía más que volver a Caracas y escribirla.[xiv]
Los personajes de Los Pasos… son personas reales, o mezcla de personas conocidas por Carpentier. En entrevista concedida a Salvador Bueno[xv] nuestro cubano universal declara que la acción ocurre en América, en el tiempo presente, que narra una infancia cubana vivida en la Calzada del Cerro y que los personajes son tan reales que por un momento pensó en publicar los retratos de algunos de ellos, al final, a modo de apéndice.
Entre los personajes episódicos aparecen el pintor indio y el pintor negro que discuten sobre arte y vanguardia en la Casa de Los Altos, propiedad de una pintora canadiense, cuando ya han salido de «la gran ciudad latinoamericana».
El joven pintor negro es el cubano Diago[xvi] y el pintor indio es Mateo Manaure.[xvii] La dueña de la casa es otra persona real, y las conversaciones fueron discutidas por Carpentier, en Caracas y La Habana, porque «la gran capital latinoamericana» es Caracas y es La Habana, aunque las generaliza para que pueda ser cualquier capital latinoamericana.
El golpe de estado narrado es también tomado de la realidad, es el de Pérez Jiménez, pero pudo haber sido el de Fulgencio Batista en Cuba. El ballet atrapado en el hotel es otro hecho real: se refiere al Ballet de Alicia Alonso en el hotel Majestic, de Caracas.
Otros personajes que parecen imaginarios son también extraídos de la realidad. Así el Adelantado es un personaje de la estirpe de los colonizadores; parece ser el inca Garcilaso, Oviedo, o cualquiera de los cronistas. Pero el Adelantado es Lucas Fernández Peña a quien Carpentier conoce en su primer viaje cuando visita Santa Elena de Uairén. Lucas es el fundador de este poblado, y Carpentier lo convierte en el Adelantado, el fundador de Santa Mónica de los Venados.
Otro personaje enteramente real es el Griego Yannes (Yannis Metakos) a quien Carpentier conoce en Santa María de Ipíres, era un europeo culto buscador de oro[xviii] en la Gran Sabana que viajaba con la Anábasis de Jenofonte bajo el brazo. Después Carpentier haría amistad con él en Ciudad Bolívar. El ambiente que se percibe en la narración durante el encuentro con el Griego es exactamente el de Ciudad Bolívar.
Sin embargo un personaje inventado es Mouche ya que todo lo que la rodea forma parte de la realidad de París y de New York.
Los protagonistas Rosario y el músico están construidos con rasgos de varias personas. Rosario es una india que Carpentier fotografió en el primer viaje; es María de las Nieves, una maestra aindiada que conoce en el segundo viaje; y es una mujer india que recogió en Los Andes durante el tercer viaje, exactamente en el Páramo de La Negra.
El músico, el protagonista, lo construye con el comportamiento, las acciones, los sucesos, y las experiencias de él mismo y de los músicos que le acompañaron en el segundo viaje Tony De Blois Carreño e Hilario González.
Y según testimonio de este último él no sabía que el protagonista en la novela terminaba componiendo un treno mientras él componía, después del viaje, una cantata basada en el Llanto por Ignacio Sánchez Mejía. Carpentier tampoco conocía de esta composición cuando dio fin a su novela.
Otras experiencias del musicólogo cubano contadas a Carpentier, fueron incorporadas a esta prodigiosa novela surgida de la apreciación y del conocimiento del novelista, logrados a través de estos viajes. Viajes a la naturaleza venezolana, a la naturaleza americana innegable protagonista, también en Los Pasos… No obstante el músico viaja de la Era nuclear hasta la protohistoria y el Génesis, recorre la trayectoria de la evolución, retrocede 150 mil años atrás, siente la diferencia entre su tiempo y el tiempo de los habitantes de Santa Mónica, y cuando quiere volver se percata que ya no pertenece ni a su mundo, ni al mundo de los orígenes, pierde sus pasos entre la inocencia de los primeros tiempos y la mentira de su época.
Unos años antes de terminar la novela Capentier confiesa a Diego Ussi [xix] que pensaba titularla Las vacaciones de Sísifo[xx] por el papel que dentro de ella desempeña la naturaleza americana con sus mitos, sus caminos secretos y sus constantes, todo lo cual es consustancial de una acción que tiene por eje una crisis de conciencia, una evasión posible a través del tiempo. El personaje principal encuentra dentro de esta evasión las razones que le harán desandar lo andado, y al tratar de regresar al punto de partida pierde «los pasos» en sentido literal y figurado.
Y sobre todo porque «he tratado de determinar, en este libro, una serie de constantes americanas, independientemente de cualquier idea de país o nacionalidad».[xxi]
Notas:
[i] González, Hilario. «Viaje al interior de Los Pasos Perdidos». Revolución y Cultura, La Habana, 25 de diciembre, 1989.
[ii] Cada Tepuy con una personalidad inconfundible. Kusari-Tepuy, Topochi-Tepuy, Ororaima-Tepuy, Ptari-Tepuy, A kopán-Tepuy, Cerro del Venado, Cerro del Trueno. Cerros con nombres de animales, y cerros con nombres de fuerzas. En su: «La Gran Sabana: mundo del Génesis». véase al final la Bibliografía Activa (Complementaria) año 1947.
[iii] Véase a continuación en la Bibliografía Activa (Complementaria) las descripciones bibliográficas correspondientes a los años 1947-1948 (Visión de América 1-5)
[iv] Los originales de este libro forman parte de la Colección Alejo Carpentier depositada en la Biblioteca Nacional de Cuba por su propio autor.
[v] Artículos, entrevistas, y capítulos sueltos de novela, completan esta bibliografía intertextualizada en Los Pasos… y que aparece descrita a continuación como Bibliografía Activa (complementaria)
[vi] Allí comieron mañoco con los indios.
[vii] Donde se observan incisiones en un árbol en forma de v.
[viii] Carpentier donó a la Biblioteca Nacional José Martí fotos de estos dos viajes. Al verlas posteriormente montadas en un álbum le dio el título de «Escenario de Los Pasos Perdidos».
[ix] Las versiones alemanas de Los Pasos Perdidos publicadas en la otrora República Democrática Alemana por Verlag Volk und Welt (1958 y 1979) se titulan Die Flucht nach Manoa.
[x] Carpentier, Alejo. «Confesiones sencillas de un escritor barroco». Cuba, La Habana, abril, 1964.
[xi] En su Visión de América. La Habana, Ed. Letras Cubanas, 1998. p. 64-67.
[xii] Carpentier, Alejo. «Contrapunto entre selva y ciudad establece la nueva novela de Alejo Carpentier». Carlos Dorante. El Nacional. Caracas, 18 de diciembre, 1953.
[xiii] Márquez Rodríguez, Alexis. Lo barroco y lo real maravilloso en la obra de Alejo Carpentier. México, Siglo Veintiuno Editores, S. A., 1982. p. 405.
[xiv] Chao, Ramón. Palabras en el tiempo de Alejo Carpentier. La Habana, Editorial Arte y Literatura, 1985. p. 118-119.
[xv] Carpentier, Alejo. En charla con Alejo Carpentier. Ent. Salvador Bueno. en Carteles, La Habana, 26 de abril, 1953.
[xvi] Roberto Diago. La Habana: 1920-Madrid: 1955)
[xvii] Pintor venezolano cuyo apellido está tomado de una tribu india.
[xviii] Yannis había sido estudiante de bachillerato cuando la invasión nazi a Europa. Estuvo en las guerrillas de Tito, en Yugoslavia. Un tío lo trae a América y se establecen como comerciantes en Puerto Cabello.
[xix] Carpentier, Alejo. «El hombre y su huellla». Ent. Diego Ussi. El Nacional, Caracas, 27 de noviembre, 1950.
[xx] Sísifo. Hijo de Eolo y rey de Corinto, muerto a manos de Teseo y condenado por sus crueldades a arrastrar hasta lo alto de una colina del Tártaro enorme peñasco que al punto volvía a caer.
[xxi] Ibídem
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