En su introducción a La novela Cervantina, Dámaso Alonso, refiriéndose a la obra de uno de los autores más universales, confesaría:
Quiero sencillamente traer ante ustedes mis reacciones personales frente a la novela cervantina. He dicho mis reacciones personales, y debo en seguida rectificar. Mis reacciones se han producido dentro de una tradición y dentro de una evolución general del la Humanidad culta. Las llamo «personales» porque dentro de esa gran tradición yo soy un lector más, una sensibilidad puesta enfrente de esa gran vibración, de ese gran destello que es la obra
cervantina.
El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha ha sido la obra más divulgada y traducida de Miguel de Cervantes, y la «gran vibración», el destello iridiscente de esta novela ha opacado otras zonas de su labor literaria, como la poesía, que aunque modestas, merecen ser revisitadas. Proponemos, entonces, cinco sonetos que permiten una mirada otra del escritor español más prominente.
Obra poética
Soneto de Miguel de Cervantes a la reina Doña Isabel 2ª
Serenísima reina, en quien se halla lo que Dios pudo dar a un ser humano; amparo universal del ser cristiano, de quien la santa fama nunca calla; arma feliz, de cuya fina malla se viste el gran Felipe soberano, ínclito rey del ancho suelo hispano a quien Fortuna y Mundo se avasalla: ¿cuál ingenio podría aventurarse a pregonar el bien que estás mostrando, si ya en divino viese convertirse? Que, en ser mortal, habrá de acobardarse, y así, le va mejor sentir callando aquello que es difícil de decirse.
Epitafio
Aquí el valor de la española tierra, aquí la flor de la francesa gente, aquí quien concordó lo diferente, de oliva coronando aquella guerra; aquí en pequeño espacio veis se encierra nuestro claro lucero de occidente; aquí yace enterrada la excelente causa que nuestro bien todo destierra. Mirad quién es el mundo y su pujanza, y cómo, de la más alegre vida, la muerte lleva siempre la victoria; también mirad la bienaventuranza que goza nuestra reina esclarescida en el eterno reino de la gloria.
Soneto de Miguel de Cervantes al autor
Ya que del ciego dios habéis cantado el bien y el mal, la dulce fuerza y arte, en la primera y la segunda parte, donde está de amor el todo señalado, ahora, con aliento descansado y con nueva virtud que en vos reparte el cielo, nos cantáis del duro Marte las fieras armas y el valor sobrado. Nuevos ricos mineros se descubren de vuestro ingenio en la famosa mina que al más alto deseo satisfacen; y, con dar menos de lo más que encubren, a este menos lo que es más se inclina del bien que Apolo y que Minerva hacen.
De Miguel de Cervantes, soneto
Cual vemos del rosado y rico oriente la blanca y dura piedra señalarse y en todo, aunque pequeña, aventajarse a la mayor del Cáucaso eminente, tal este (humilde al parecer) presente puede y debe mirarse y admirarse, no por la cantidad, mas por mostrarse ser en su calidad tan excelente. El que navega por el golfo insano del mar de pretensiones verá al punto del cortesano laberinto el hilo. ¡Felice ingenio y venturosa mano qu'el deleite y provecho puso junto en juego alegre, en dulce y claro estilo!
De Miguel de Cervantes Saavedra, soneto
No ha menester el que tus hechos canta, ¡oh gran marqués!, el artificio humano, que a la más sutil pluma y docta mano ellos le ofrecen al que al orbe espanta; y éste que sobre el cielo se levanta, llevado de tu nombre soberano, a par del griego y escritor toscano, sus sienes ciñe con la verde planta; y fue muy justa prevención del cielo que a un tiempo ejercitases tú la espada y él su prudente y verdadera pluma, porque, rompiendo de la invidia el velo, tu fama, en sus escritos dilatada, ni olvido o tiempo o muerte la consuma.
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