Louisa May Alcott (29 de noviembre 1832- 6 de marzo de 1888) fue de las escritoras que optó por usar seudónimo para tratar temas tabúes como el incesto y el adulterio en la época que le tocó vivir. La libertad creativa que experimentó bajo la firma de A. M. Barnard le permitió escribir una colección de novelas y relatos sobre estos temas silenciados.
Siendo muy joven y de manera casual, Louisa comenzó a trabajar como maestra, costurera e institutriz. Al mismo tiempo se mostró muy activa en la lucha contra la esclavitud y apoyó el derecho de las mujeres a ejercer el voto. Tras la muerte de su madre, se hizo cargo de su hogar. Durante la Guerra de Secesión no lo dudó y se incorporó como enfermera en el Hospital de la Unión, en Georgetown.
La autora de la célebre Mujercitas se implicó, además, en luchas y cuestiones sociales asociadas a los derechos de la mujer. Colaboró con el periódico feminista The Woman’s Journal y asistió al Congreso de la Mujer en Syracuse (Nueva York) en 1857. Sus huellas en la lucha por los derechos de la mujer marcaron el camino para posteriores conquistas femeninas que aún hoy continúan.
La vida fue muy corta para Louisa May Alcott, aunque fructífera en el ejemplo legado a la sociedad y en la literatura. A los 55 años fallece en Boston a causa de tifus, enfermedad que por entonces se trataba con mercurio, sustancia que le produjo un envenenamiento y muerte prematura.
Louisa May Alcott: Versátil escritora
Recurriendo, otra vez, al seudónimo, en 1851 publicó en la revista Peterson’s Magazine su primer texto, usó en esa ocasión el nombre de Flora Fairfield. Luego vendría su primer libro Fábulas de flores (1854), su novela Estados de ánimo (1864), así como el conjunto de relatos y novelas que escribió como A. M. Barnard que incluyen los títulos Cacería de amor larga y fatal y El crimen y castigo de Pauline.
Con un agudo poder de observación y crónica, además del uso del humor y la construcción de personajes implacables y obstinados en la búsqueda de sus objetivos, la autora supo conquistar gran éxito comercial entre los lectores. Entre esos títulos de vertiginoso reconocimiento están Mujercitas y la segunda parte Aquellas mujercitas. El primero, se inspira en la niñez de Louisa May Alcott junto a sus hermanas en Massachusetts. La segunda, publicada en 1869 describe el tránsito de las protagonistas hacia la vida adulta. Siguiendo similar fórmula May Alcott escribió Hombrecitos (1971), tomando como referentes a sus sobrinos y Los muchachos de Jo (1886) para completar una saga que el público seguidor no se aburrió de leer.
Louis escribió, igualmente, una copiosa lista de cuentos para niños entre los que se encuentran De guardia y otros cuentos, Cuentos de la tía Jo (1872-1882), Historias proverbiales (1882), entre otros.
Mujercitas: el arte de la empatía
Es muy fácil empatizar con Meg, verse representada en la rebeldía de Jo, la dulzura de Beth o en las caprichos de Amy, las protagonistas de la novela Mujercitas. La autora no se fue lejos y decidió recrear su propia familia, transformándola en la literaria familia March. La obra, escrita por encargo de su editor, ha marcado a varias generaciones de lectores y representaba mujeres que viajaban, luchaban por sus aspiraciones y se alejaban de los convencionalismos intentando ser, siempre, ellas mismas.
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