Decir Lucía es decir poesía. Pocos adjetivos, sustantivos, epítetos la calificarían tan acertadamente, a la mujer que ha hecho de los versos libres o rimados, el eje de su mundo creativo, aunque también hay poesía cuando teje, borda o cose las ropas de sus nietas, las muñecas con las que juegan las niñas bayamesas y en las que va más que una obra de arte hecha a mano: va la historia de cientos de mujeres artesanas, la historia de las Muñoz Maceo.
Este dos de septiembre Lucía Esther Muñoz Maceo llega a las siete décadas de vida. Sigue en su natal Bayamo, y la siguen llamando La novia de la Ciudad Monumento. En el mismo barrio bullanguero, calles de pregones y verduleros de pequeños comercios familiares, allí ancló el barco, en el astillero de sus antepasados y erigió su propio muelle junto al poeta y pedagogo Luis Carlos Suárez, con el que construyó una hermosa familia que ha dado inmensos y jugosos frutos.
Diversas instituciones organizan homenajes a la poetisa. El Centro Provincial del Libro convida a los bardos y homólogas para leer en público, la UNEAC reúne a los artistas, la Casa de Cultura prepara una gala homenaje. Lucía es el centro de programas, reconocimientos, de espacios que se intensifican justo con la fecha, pero que no han dejado de estar, como ella misma, que aun desde el hogar y la jubilación, sigue activa, viva en la Cultura local, como si el tributo fuera consustancial a la propia existencia.
Y es comprensible esa actitud de seguir produciendo, escribiendo, bordando y siendo parte del Proyecto artístico de artesanas Juana Moreno de Bayamo. Lucía es un símbolo para la mujer del territorio, con sus propias manos ayudó a edificar el inmueble donde vive, sin dejar de escribir, de criar a sus hijos y de liderar procesos y la asociación de escritores y artistas por más de tres lustros, algo tan complejo.
De las propias vivencias cotidianas nutre su lirismo, un vuelo poético local e intimo a la vez que universal, en el que pueden verse retratadas las mujeres del mundo, porque aborda temáticas muy femeninas y habituales, pasando además por la geografía, los accidentes que como el río Bayamo le pertenecen.
Las mujeres han sido reflejadas en su obra de maneja particular, una obra donde se juntan ya cerca de una veintena de títulos, algunos reconocidos en Europa, premiados dentro y fuera de Cuba, traducidos a otros idiomas, lo que ha permitido la difusión de la poesía femenina cubana.
La manera de reflejar Lucía a la mujer y su entorno es muy particular, en ella no hay discrepancias con el género, el hombre aparece como un complemento de vida, como el compañero que dialoga y camina, otro ejemplo que nos lega en medio de mensajes dicotómicos y de pretendida exclusión de los géneros.
También su obra se precia de estar desprendida de la autocensura. A menudo adoptada como refugio como escudo para las poetisas mujeres, maltratadas a lo largo de la historia de la literatura universal, escondidas o minimizadas en un mundo que también ha sido para los hombres y donde las mujeres a fuerza de talento se han abierto paso.
Sin temor a los temas escribe Lucía: de la insularidad, el amor, las pérdidas. No hay falsa candidez cuando aborda el erotismo, del que también es eco, ese erotismo femenino tan cuestionado en décadas, donde elude sin máscaras a su objeto de deseo y deja fluir las emociones hasta estremecer.
Refleja los más diversos conflictos humanos, sobre todo aquellos que le han tocado de cerca, ya sea vivencial personal o referidos, nada le es ajeno a los ojos y el corazón de quien comparte sudores, saberes y temores con las coterráneas de a pie.
Preñados de lucidez, de análisis sugerentes y sutiles está la obra de Lucía, considerada una de las voces liricas más importantes de la ultima mitad del siglo por los estudiosos y críticos que han podido incluso conocer a la persona. Sesgado este nombramiento quizá por la ubicación geográfica al oriente de la mayor isla del archipiélago, pero ahí está la obra profunda y valiosa para refutar cualquier equívoco.
Ella camina y la ciudad le saluda, la abraza con ese calor de gente, de árboles que ha defendido con los rifles de sus palabras agudas, con la sinceridad de una madre, con el amor de una guerrera.
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