Se conoce como Siglo de Oro a un periodo histórico en el que se vivió un florecimiento de la cultura y las artes españolas. La dinastía de los Austrias estaba en su mayor momento de esplendor, con todos sus dominios por Europa y el Nuevo Mundo, y eso provocó una estabilidad económica y política que ayudaría a que se fomentasen la literatura, el teatro, la poesía o la pintura, influenciada por las corrientes que llegaban del exterior y plasmada a través de grandes mentes de su tiempo. Entre los muchos artistas que surgieron, Luis de Góngora destacó como poeta y dramaturgo.
Luis de Góngora y Argote nació en Córdoba en julio de 1561. Su padre, Francisco de Argote, había perdido gran parte de la riqueza de su familia en favor de su hermano mayor pero su amistad con el secretario de Carlos I, Francisco de Eraso, le permitió tener un buen nivel económico y una amplia y valiosa biblioteca con la que sacaba a relucir su lado más erudito. Buscando esta vida para el joven Luis, fue convertido en clérigo a la edad de 14 años y enviado a estudiar en la Universidad de Salamanca, aunque su ingenio no cuajó con ese mundo.
Sería precisamente en esta época cuando descubrirá su vocación literaria y comenzaría a escribir poesía, destacando enseguida como uno de los grandes autores de su tiempo. Su estilo satírico, ingenioso y brillante conquistó a las clases cultas del país y le llevó hasta la corte real. Con el paso del tiempo, se vería influido por las tendencias barrocas y sus versos se volverían mucho más retorcidos y complejos, haciendo su obra difícil de comprender para un público general. Este acabaría por dar lugar al llamado estilo gongorino.
De su época de mayor fama y producción literaria destaca la rivalidad que tuvo con otro gran poeta. Si las enemistades entre Lope de Vega y Cervantes o Miguel Ángel y Leonardo da Vinci dieron mucho de qué hablar en los siglos XV y XVI, estas podrían considerarse discretas si se comparan con el toma y daca que protagonizaron Luis de Góngora y Francisco de Quevedo. Los dos artistas no se soportaban y utilizaban su poesía para atacarse el uno al otro, siendo especialmente conocido el soneto «A un hombre de gran nariz» que Quevedo dedicó al cordobés por su aguileña napia.
Entre las obras más conocidas del autor encontramos su poemario Soledades o Fábula de Polifemo y Galatea. Aunque su figura quedó en un parcial olvido durante un tiempo, el homenaje que un grupo de artistas e intelectuales le dedicaron en el tricentenario de su muerte devolvió a Góngora al lugar que le correspondía dentro de la historia artística del país. Ese grupo de jóvenes que homenajearon a Góngora en un parque de Sevilla sería conocido como Generación del 27.
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Tomado de Muy interesante.
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