El escritor de las mil facetas, el de los múltiples talentos, el de las innumerables anécdotas, el destinado a permanecer siempre en la memoria. Tal fue Luis Rogelio Nogueras, Wichi, para los suyos.
Sus inicios fueron en el ICAIC, y vale la pena recordarlo porque el poeta y el narrador llevan a olvidar al cineasta, al guionista cinematográfico, dentro de una personalidad de multifacético talento, abarcadora y carismática como pocas de la intelectualidad cubana de la segunda mitad del siglo XX.
Nogueras vivió 40 años. Pero, ¡qué manera de escribir! Le escaseó el tiempo vital, que supo aprovechar para legarnos una obra extensa y variada. Nacido en el barrio de El Vedado, tiene ocho años cuando la familia se muda para el de la Víbora; viaja a Estados Unidos y realiza sus pinitos narrativos. Con los años, incorpora inquietudes: la de la actuación, la de hacer cine, la de dibujar y pintar, la de escribir guiones…
En 1964 (olvidamos decir que nació en 1944, el 17 de noviembre), matricula en la Escuela de Letras de la Universidad de La Habana, en tanto trabaja en la revista Cuba Internacional como redactor de mesa y da a conocer sus primeros trabajos periodísticos.
Cuanto hace en adelante —apenas veinte años de vida— es sorprendente, solo posible en quien disfruta del trabajo. Hoy es autor de culto entre jóvenes y contemporáneos suyos. Tuvo que haber sido además de un intelectual dotado, un ente carismático. No por azar tantos amigos guardan recuerdos gratos y ensalzan su personalidad con tal vehemencia.
En 1978 se publica su novela de contraespionaje, Y si muero mañana, ganadora del Premio Cirilo Villaverde de la UNEAC 1977, que alcanza extraordinario éxito editorial. Por cierto, es la primera vez que una obra de este género gana tal premio, entonces el más importante a nivel nacional. El libro se ha traducido y editado en varios idiomas: checo, búlgaro, noruego, finlandés…
«Tiene burbujas de sangre en la nariz y un collar de espuma rojiza alrededor de los labios. No le hace falta palparse el abdomen para saber que el terrible golpe del chino lo ha herido de muerte: el hígado quizá. Se frota la cara con la manga de la camisa, haciendo un esfuerzo por sostenerse erguido con el otro brazo…» (fragmento de la introducción de la novela citada)
Diez años antes, en 1967, ya Nogueras había ganado con el poemario Cabeza de zanahoria, la primera convocatoria del Premio David, de la UNEAC. El tiempo que transcurre entre uno y otro premio lo da a conocer como uno de los escritores más sorprendentes de su generación: es secretario primero, y jefe de redacción después, en El Caimán Barbudo, la revista Casa de las Américas le publica dos poemas, trabaja para el Instituto Cubano del Libro, sufre los embates resultantes de la aplicación de una política cultural nefasta (el tristemente célebre «quinquenio gris») y va a dar al Taller 04 Urselia Díaz Báez de la Imprenta Nacional de Cuba como auxiliar de linotipista por más de dos años hasta que se le reabre un poco el horizonte y pasa a la Editorial Pueblo y Educación como corrector y después editor.
Mas no deja de crear. Se vuelca en la redacción de guiones (entre otros, el de El brigadista, película estrenada en 1976, dirigida por Octavio Cortázar, con quien escribe además el guion de la cinta Guardafronteras) y ve la luz su poemario Las quince mil vidas del caminante, así como su novela El cuarto círculo, Premio del Concurso Aniversario del Triunfo de la Revolución, del MININT, escrita en coautoría con Guillermo Rodríguez Rivera.
De nuevo se le premia en grande como poeta, esta vez con el Casa de las Américas de 1981 por el texto Imitación de la vida. En verdad, Luis Rogelio Nogueras alcanza en su relativamente breve tránsito por la vida los más importantes galardones literarios por entonces conferidos.
Qué importan los versos que escribiré después ahora cierra los ojos y bésame carne de madrigal deja que palpe el relámpago de tus piernas para cuando tenga que evocarlas en el papel cruza entera por mi garganta entrégame tus gritos voraces tus sueños carniceros.
(«Materia de poesía», fragmento)
Escribió una tercera novela, Nosotros los sobrevivientes, de 1982, basada en el guion (por supuesto, también suyo) de la película Leyenda; el poemario El último caso del inspector, 1983; Silvio: que levante la mano la guitarra, conselección, compilación y prólogo suyos y de Víctor Casaus, 1984…
De él ofreció Silvio Rodríguez la siguiente valoración: «Toda la obra de Luis Rogelio Nogueras está signada por la lucidez y el compromiso. Él escogió y ordenó sus palabras no sé si para eso, pero al menos es una de las impresiones que dejó. Él se las ingenió para inventar lo que no tuvo a mano. Lo que necesitó rehacer lo rehízo y de esos reciclajes alumbró realidades alternativas. Creo que a propósito, uno de sus libros se llama Imitación de la vida.»
Wichy, el Rojo, Luis Rogelio Nogueras, el fenómeno (así bien pudo habérsele llamado también de ser un futbolista), murió en La Habana el 6 de julio de 1985. Con carácter post mórtem la UNEAC le entregó su Placa Conmemorativa. Dejó una cuantiosa papelería en apuntes, artículos aparecidos en revistas especializadas, nacionales y extranjeras.
Hoy recordamos el aniversario número 37 de su muerte, pero le auguramos una larga, muy larga vida, en la memoria agradecida de sus lectores.
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