
Con motivo del onomástico setenta de Luis Rogelio Nogueras (La Habana 1944-1985), su viuda, Neyda Izquierdo Ramos, Premio Nacional de Edición, preparó, a petición de la Editorial Letras Cubanas, una breve compilación de sus poemas. La tituló con la respuesta que le diera el poeta a una pregunta del periodista Orlando Castellanos: «Si tuvieras que escoger entre todos tus oficios, ¿con cuál te quedarías?».
—Me quedaría con la poesía.
Por razones diversas Me quedaría con la poesía[1] se tardó un par de años en aparecerse por las librerías. De cualquier modo, la poesía de Luis Rogelio Nogueras es siempre bienvenida y consigue la complicidad de una lectura que está antes de la evaluación literaria: la del lector común. Así lo destaca, por ejemplo, Guillermo Rodríguez Rivera, en un ensayo en el que ubica las claves de su poética en el contexto generacional y, sobre todo, en su relación con una inmediatez cambiante y contradictoria.[2] Usa muy acertadamente Guillermo el término de Mario Benedetti de «los poetas comunicantes».
Esta compilación reúne un total de ochenta poemas, divididos en tres secciones: «Cumpleaños», «Arte poética» y «Poesía». La primera contiene solo tres poemas, por lo que el volumen se expande entre dos de las principales obsesiones de Nogueras: cómo hacer la poesía y qué es en realidad la poesía, más allá de la escritura. En su arte poética cabían numerosos recursos, desde el desenfado más llano de la herencia del coloquialismo, hasta el ingenio más astuto y dependiente de referentes culteranos que no suelen aparecer en la perspectiva de ese amplio lector que su obra ha conseguido. Esto último, pone en solfa el tópico de lo comunicativo como fundamento, pues la ironía que destilan sus textos no se hace efectiva si no se poseen los referentes de los cuales se burla, o a los cuales alude en homenaje.
La poesía, como suceso en la vida, contrasta constantemente con el modo de escribirla y, sobre todo, con las normas de valoración que la subliman. Es un tópico que aparece ya en su primer libro, del que se han escogido ejemplos como este:
Arte poética
Ahora sé
que el poema, antes de ser las líneas trazadas
con prisa,
es la conversación en el Café,
la sonrisa azul de Blanca Luz,
la muerte de este hombre,
el apretón de manos o la vida entre dos.
Ahora sé
que trazar estas líneas
no es
sino la forma última de hacer la poesía,
el último acto del poema,
la función de trasplantar la vida a la hoja.
La poesía empieza en todas partes
y termina siempre en los papeles.
Para Nogueras, el poema se presentaba como una criatura, con vida propia y capacidad de sentir y padecer, y de reír y divertirse. La retórica reconoce este ejercicio como prosopopeya, aunque en su particular empleo el desarrollo se atiene más a lo biográfico que a la propia capacidad que la figura asume. Es un elemento que no debe dejar de tenerse en cuenta para explicarnos ciertas claves de la perdurabilidad de su poética. De ahí que tantas veces encontremos referencias concretas de la inmediatez vivida que juegan un papel importante en el sentido de lo dicho. Y que hallemos, incluso, guiños anecdóticos que llenan de misterio el pasado del poema. Llama la atención como esa abundante circunstancialidad no compromete, al cabo del tiempo, la comunicación y el propio sentido de lo dicho.
Constante además entre sus obsesiones tópicas es el futuro de la humanidad, visto desde el prisma del individuo antes que desde las colectividades. No aísla a la persona, sino que la deja ser protagonista del enfoque elegido en medio de grandes sucesos colectivos, como las guerras mundiales o las revoluciones. Así hallamos poemas como «¡Desarme!» o el imprescindible «Eternoretornógrafo».
La última y siempre latente obsesión de Nogueras fue la muerte. Desde tempranos textos la abordó, sin renunciar a los descubrimientos del oficio que fue experimentando. De Imitación de la vida,[3] con el cual ganara el Premio Casa de las Américas en 1981, es este ejemplo que otorga a la prosopopeya del poema categoría de trascendente:
Hay un poema
Hay un poema que me busca desde hace tiempo.
Sospecho que hemos estado, sin vernos, en los mismos sitios,
y no es improbable que hayamos amado alguna vez a la misma mujer,
que juntos hayamos reído a lo grande las pequeñas dichas,
o que hayamos encanecido de los mismos sufrimientos.
Hay un poema que me busca desde hace tiempo,
y no se cansa,
y esto dura ya 34 años.
Una dificultad fundamental a la hora de recopilar la obra poética de Nogueras se halla en el uso de la llamada poesía apócrifa, o sea, en los poemas que escribió a partir de biografías que él mismo creaba. El último caso del inspector reúne esta vertiente que se ha manifestado desde su primer poemario, Cabeza de zanahoria y demuestra cómo insertaba cambios en determinados aspectos e, incluso, en algún que otro texto. Los diecisiete poemas de este cuaderno, aunque independientes por sí mismos, se relacionan notablemente con la historia de vida de sus supuestos autores, lo cual trae a primer plano juicios y valoraciones del propio Nogueras acerca de la historia de la poesía. Para este caso, Neyda Izquierdo Ramos ha seleccionado aquellos que mejor adquieren vida propia y que, por ello mismo, más han quedado en la memoria de sus lectores, apenas cuatro.
Hasta su muerte, Nogueras publicó Cabeza de zanahoria, Premio David 1967, del cual se incluyen siete poemas; Las quince mil vidas del caminante, Unión 1977, que aporta dieciséis; Imitación de la vida, del cual se escogen dieciocho, y El último caso del inspector (4). Póstumos aparecieron Nada del otro mundo, del cual se incluyen tres, Las palabras vuelven, al que pertenecen diecinueve, y La forma de las cosas que vendrán, que tributa catorce.
Me quedaría con la poesía añade además un par de poemas que no aparecían en la voluminosa antología Hay muchos modos de jugar, 2005, y agrega a su valor la manualidad y belleza del objeto libro que la editorial Letras Cubanas supo conservar en el proyecto de conmemoración de los setenta años de un poeta cuya obra se renueva con el paso del tiempo. De ahí que fuese el oficio elegido, de entre los tantos que ejerció Nogueras y que, por suerte, no se equivocara.
***
Tomado de Ogunguerrero.
Leer también: http://www.cubaliteraria.cu/wichi-nogueras-la-poesia-empieza-en-todas-partes/
[1] Luis Rogelio Nogueras: Me quedaría con la poesía, Letras Cubanas, La Habana 2014, 119 pp. ISBN: 978-959-10-2021-5
[2] Guillermo Rodríguez Rivera: «La poesía de Luis Rogelio Nogueras», en Luis Rogelio Nogueras. Hay muchos modos de jugar, Letras Cubanas, La Habana 2005, 462 pp. ISBN: 959-10-1092-3
[3] Luis Rogelio Nogueras: Imitación de la vida, Casa de las Américas, La Habana 1981, 108 pp.
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