Solo 35 años vivió Manuel de la Cruz y 160 se cumplen ahora de su natalicio en La Habana el 17 de septiembre de 1861. Difícilmente encontraremos otro autor de los que escribieron sobre la Guerra de los Diez Años que alcance el grado de intensidad emotiva de Manuel de la Cruz, quien recogió por igual el heroísmo del soldado de filas, del oficial subalterno, del asistente anónimo, en cada caso con un estilo de penetración tal en el lector que José Martí apuntaría: «Hay veces en que se desea besar el libro».
Raúl Roa García le sobrenombró «el mambí de las letras». Y es que Manuel de la Cruz realizó su campaña libertadora con la pluma y no por ello su función cedió en importancia a la de otros. Dotado de una bien labrada preparación cultural, joven aún, deambuló, incierto el camino, por las filas del autonomismo, que pronto abandonó para enfilar, definitiva y apasionadamente, hacia las del independentismo.
Un libro de él, el más conocido, leído y asombrosamente cautivador, aún nos sobrecoge. Se titula Episodios de la Revolución Cubana, «redactados sobre auténticos datos de actores y abonadísimos testigos, utilizando además, las noticias depuradas de la tradición oral», según esclareció el propio autor, y que tiene el singular acierto de reunir momentos vívidos, trazados en tonos impresionistas, no solo del quehacer de los grandes protagonistas de la campaña del 68.
Periodista, escritor y crítico literario, sus servicios a la causa independentista los valora Martí de esta manera en carta que dirigió al autor:
¿Cómo empezaré a decirle el cariño, la agitación, la reverencia, el júbilo, con que leí de una vez, por sobre todo lo que tenía entonces entre manos, sus Episodios de la Revolución de Cuba? (…) Es historia lo que usted ha escrito; y con pocos cortes, así para que perdurase y valiese, para que inspirase y fortaleciese, se debía escribir la historia.
Las dotes literarias de Manuel de la Cruz se expresaron en una obra, la suya, que incluye trabajos suficientes como para medir su fibra narrativa. En los inicios de la década del 80 del siglo XIX viajó por Francia y España, se detuvo en la región de Cataluña y de ese paso por Europa enriqueció su cultura y formación autodidáctica. Enviaba colaboraciones a la prensa cubana y escribió sus impresiones después reunidas en el título En la Madre Patria. Pero no se engañe por el título: el viaje ahondó en su espíritu exaltado los criterios de cubanidad y rebeldía que aparecerán en su producción literaria.
Si en 1892 se publican sus Episodios de la Revolución Cubana, en 1893 ven la luz sus Cromitos cubanos, colección de semblanzas de personalidades del intelecto en la que, sin embargo, no consigue los picos de emotividad de sus Episodios…, pero que trazados con mano de orfebre merecieron general aquiescencia con la aprobación general y convirtieron a Manuel de la Cruz en un escritor no solo exitoso, también útil por el contenido y juicio de sus textos.
Tal vez no muy divulgado es el dato aportado por el erudito y crítico Max Henríquez Ureña que transcribimos a continuación:
Una gran figura de la Revolución del 68, el mayor general Ignacio Agramonte y Loynaz, sedujo siempre a Manuel de la Cruz, que abrigaba el propósito de escribir la biografía del héroe y empezó a acumular datos y a trazar el plan de la misma. Parece que llegó a escribir algunos capítulos de esa obra en proyecto, pero esos papeles no se encontraron entre los que dejó su autor.
De la Cruz cumplió funciones de relieve al servicio de Cuba libre. La de mayor, cuando en 1894 se le encargó aunar voluntades entre los jefes ‒en especial por su acercamiento al general Guillermón Moncada para que aceptara sin vacilaciones el mando de las tropas blancas orientales‒ y ofició de enlace entre los grupos conspirativos. Encaminó sus esfuerzos hacia un punto vital: el de minar los intentos autonomistas por neutralizar el movimiento y enfriar el espíritu guerrero requerido antes del rompimiento de las hostilidades.
Con el estallido de la guerra del 95, De la Cruz retornó a Estados Unidos porque su salud no le permitía afrontar el rigor de la vida en campaña. En Nueva York trabajó subordinado a Tomás Estrada Palma, como secretario de la Delegación del Partido Revolucionario. Murió inesperadamente el 19 de febrero de 1896 en Norteamérica.
Manuel de la Cruz se distinguió en el periodismo; sus artículos se publicaron en Sudamérica a través del diario La Nación, del que fue corresponsal. Colaboró también en El Fígaro, Revista Cubana y en Patria, el periódico fundado por Martí.
Entre los que militaron en las filas emancipadoras se le reconoció como uno de los más hábiles periodistas en la lucha política contra el colonialismo. Los 160 años del natalicio de Manuel de la Cruz constituyen buena «justificación» para recordar al patriota y al escritor, uno y otro insignes.
Foto tomada de Portal José Martí
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