Él dice más o menos así:
La poesía es un método de conocimiento, un modelo de anticipación y un servicio de espiritualidad; ¡por eso es útil! Hay una poesía en lo artístico y una Poesía antropológica —esa que pertenece también a las mujeres y a los hombres que no escriben—. El que tiene conductas bellas está en la Poesía.
Habla a sus casi 75 años Roberto Manzano (Ciego de Ávila, 1949), con la hondura y la humildad de los filósofos. La sabiduría que ha adquirido y sistematizado la expresa con claridad tal que pareciera dibujar las palabras en el aire. El auditorio enmudece, pero vibra.
Al poeta y ensayista, autor de libros tan influyentes en el panorama literario nacional como Canto a la Sabana, Tablillas de barro II, Synergos y Pensamientos libres, están dedicados la Feria Provincial del Libro de La Habana y el XIII Encuentro de Jóvenes Escritores de Iberoamérica; una feliz coincidencia, pues si bien él ha conquistado lauros tan significativos como el Premio Nicolás Guillén, las crudezas de la vida y su vocación de artesano del verbo lo han mantenido lejos de los estruendos de la fama literaria.
No obstante, la solidez de su obra y pensamiento poético, así como la generosidad con quienes aman la palabra, lo convierten en maestro, y esa cualidad —quizá a su pesar— le gana muchas veneraciones. Como dijo la escritora Yanelys Encinosa en el panel que le rindió homenaje dentro del XIII Encuentro, se trata de saldar una deuda de gratitud.
Al respecto, la narradora Ana Núñez apuntó que Manzano es mentor y profesor, y desarrolla un trabajo holístico con la obra de los demás; «nunca abandona a sus estudiantes y es un ejemplo, porque trabaja incansablemente».
El autor de La piedra de Sísifo ha logrado «construir un edificio», aseguró el escritor y crítico Jesús David Curbelo; es un poeta que tiene bien digeridas muchas de las grandes escuelas literarias y deja por escrito su pensamiento poético. Por eso, las entrevistas que le hacen son ensayos conversados.
El creador Rigoberto Rodríguez Entenza añadió:
La densidad simbólica de su poesía es tal que cuando une dos palabras nos «mata», es un poeta que siempre está venciendo; se dio cuenta desde muy temprano de que la poesía lo creaba a él y no al revés. Huye del coloquialismo y a veces lo acaricia, con esa sutileza que necesita el arte de la palabra.
Asimismo, aseguró que la complejidad de la poesía de Manzano es tan aguda que no es visible; su obra toda es un canto a la naturaleza humana, al hombre como componente del universo. «Es uno de los grandes poetas de la lengua y un hombre que ha sabido dejarse construir por la poesía».
De aquel que escribió en Diario lírico:« Detrás de cada verso escrito está la lengua / cantando clandestina, como un danzante preso» dijo, el también poeta, Jesús Lozada que «es un constructor de discursos clásicos». «Tiene —reflexionó— una estructura del pensamiento que nace de la oralidad, una manera de hilvanar el tejido poético desde la palabra dicha, a la manera de los libros sagrados».
Él nos ha enseñado a no tenerle miedo a ser grandes, buenos y virtuosos, recalcó Lozada; y el escritor Josué Pérez insistió en que Manzano no tiene fronteras, ni territoriales ni generacionales: «Es más que una poética, es un faro, un confluente; un maestro del verso y del camino». Es de los grandes artistas que ha dado Cuba y está escribiendo para todos los tiempos, opinó.
La narradora Liset Prego ilustró, al final del panel, la naturalidad con que él introduce el lirismo en el ensayo, y la generosidad en el trabajo con sus editores, aunque sean inexpertos.
Minutos después, uno de los portales del Centro Cultural Dulce María Loynaz se llenaría de jóvenes queriendo absorber la palabra de Roberto Manzano, para darle la razón:
¡He apostado: la vida se me ha ido hacia la página
y un día, de la página, me alzaré resurrecto!
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Tomado de Granma.
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