Ser la primera biógrafa del poeta tuvo su precio: la llamaron «la dueña de Neruda» y «la biógrafa oficial».
Vinieron más biógrafos: Teitelboim, Edwards, Rodríguez Monegal, Shidlowsky, Olivares, Amorós, Concha y otros. Sus trabajos son valiosísimos, en algunos casos monumentales. Pero la de Margarita sigue siendo una biografía esencial porque en ella se siente esa presencia humana y cercana del poeta, que solo una amiga de toda la vida pudo evocar.
Ella es, hasta hoy, tal vez la única mujer que ha hecho la biografía total de Neruda.
Navidad de 1933. Sócrates Aguirre, jefe en el consulado de Chile en Buenos Aire, había eximido a su subordinado Pablo Neruda de toda función que no se relacionara con la cultura. Pero ahora le pide que haga el papel de viejo pascuero en la fiesta familiar. En sus memorias el poeta dice que en su vida hizo mal muchas cosas, pero ninguna peor que esa:
Se me caían los algodones del bigote y me equivoqué muchísimo en la distribución de los juguetes. Y ¿cómo disfrazar mi voz, que la naturaleza del sur de Chile me la convirtió en gangosa, nasal e inconfundible, desde mi más tierna edad? Recurrí a un truco; me dirigía a los niños en el idioma inglés, pero los niños me clavaban varios pares de ojos negros y azules y mostraban más desconfianza de la que conviene a una infancia bien educada.
Entre aquellos niños estaba la que sería una de sus amigas predilectas, escritora notable y autora de la primera de sus biografías: Margarita Aguirre. Aunque ninguno de los dos podía adivinarlo, esa fiesta de pascua fue «el comienzo de una bella amistad», como le dice Bogart al policía francés que mata al oficial nazi, al final de la película Casablanca.
Aspiraciones desmedidas
En sus apuntes Margarita también recuerda a Neruda «vestido con una vieja bata de baño y las clásicas barbas de algodón, oficiando de Santa Claus» ante «los suspicaces ojos de mis hermanos y los míos»:
Todavía lo veo, envueltos los juguetes en una sábana que cargaba a sus espaldas (…) Tú eres Pablo Neruda le decíamos regocijados y él nos explicaba muy seriamente que a ese señor lo había visto bajar a comprar cigarrillos. Tal vez nos quedó la sombra de una duda porque recuerdo algo así como un miedo metafísico ante esa presencia que andaba lentamente por el corredor…
Como era la mayor de sus hermanos y ya escribía, a veces la dejaban ir a saludar a las visitas que llegaban con frecuencia a su casa, entre las que se contaba a Neruda, a María Luisa Bombal y a otros escritores. Quería llegar a ser igual a Pablo Neruda. Por años sus familiares se encargaron de hacerle presente la imposibilidad de esa aspiración. Tanto se lo dijeron que como afirma ella misma, en la vida no volvió a tener aspiraciones desmedidas. Aún así llegó a ser una notable novelista.
Rojitas y Neruda
Otra de las imágenes que Margarita guardó de esos años es la de Neruda en su oficina del Consulado de Buenos Aires «leyendo distraídamente un libro, mientras Rojitas, el otro funcionario, atendía a la gente». Cuando la veía entrar, el poeta dejaba sus lecturas, le mostraba lápices de colores, o su fotografía, vestido de marinero:
Recuerdo que con su mano afelpada acariciaba mi pelo lacio y negro. Yo me sentía protegida junto a él, situación que ha perdurado a lo largo del tiempo. Rojitas, chileno gordo y autoritario, me inspiraba desconfianza. Siempre lo vi tratar muy mal a sus compatriotas pobres. Después he comprendido lo difícil que es lidiar con los chilenos que recurren al cónsul con la exigencia de ver atendidos hasta sus más menudos problemas personales. Rojitas se defendía a su manera.
¿Quién era ese Rojitas? José Miguel Varas lo describe como «uno de esos funcionarios serios, serviciales y callados, que son —o eran— la espina dorsal de la República, en él descansaba la mayor parte de los asuntos administrativos y comerciales del Consulado General».
Cuando Neruda llegó a hacerse cargo de su trabajo don Sócrates Aguirre le dijo que se dedicara «a establecer relaciones amistosas con los escritores y la intelectualidad». Y agregó: «Su tarea es la cultura. De lo demás nos preocupamos Rojitas y yo».
Neruda tomó muy en serio esta función: junto con García Lorca, que había llegado a Buenos Aires a preparar el estreno para América latina de sus Bodas de sangre, el poeta chileno se convirtió en una figura central de la vida cultural de la capital argentina en 1933 y 1934.
La niña Margarita siguió en contacto con el poeta cuando este dejó el Consulado en Buenos Aires y se fue a servir uno similar en España. Ella comenzó a recibir cartas, fotos de Barcelona y Madrid, y luego el anuncio del nacimiento de Malva Marina: «Su nombre me pareció precioso, lamenté que no estuvieran ya en Buenos Aires para conocerla y cuidarla. Tiempo después supe que se trataba de una niñita enferma y sentí verdadera pena por ella y por los Neruda».
Reencuentro en Santiago
Margarita estaba todavía en el colegio, ya en Santiago, cuando su madre la llevó a dos conferencias que dio Neruda, en el auditorio de Radio Minería. Recuerda que al finalizar una de ellas, el poeta hizo volar a una paloma por la sala, liberándola de su jaula.
Fueron a saludarlo. Margarita recuerda:
Me emocionó profundamente que me reconociera al verme (iba con mi madre y se saludaron muy cariñosamente). Nos convidó a su casa y volvió a acariciar mi pelo. Sin embargo, no lo visitamos. Por aquel entonces leí su obra poética por primera vez (…) Mis 15 años se conmovieron hasta sus raíces y mi adhesión tomó la forma devota de una admiración que no tiene muros.
José Miguel Varas aclara que Neruda las había invitado a visitarlo a su casa, llamada Michoacán, donde vivía con Delia, la Hormiguita. A doña Sofía, madre de Margarita, no ha de haberle parecido bien ir a esa casa, porque aun cuando el poeta estaba separado de María Antonieta Hagenaar, ella seguía siendo su esposa legítima. Pero la personalidad independiente ya despuntaba en la quinceañera Margarita, que se escapó a participar en las fiestas de los amigos de Neruda. Fue así como probó por primera vez un curanto, en casa de Rubén Azócar. Acota Varas: «Es de temer que haya escuchado cosas inconvenientes para su edad y es evidente que se sintió conquistada por el clima fraternal, alegre, báquico, literario y comunista que rodeaba al poeta».
Noviazgo telefónico
Cuando Neruda regresó del exilio, a mediados de 1952, le pidió a Margarita que fuera su secretaria. Ella aceptó y hasta 1954 trabajó en Michoacán recibiendo el dictado de cartas, haciendo de intermediaria con los editores, sacando versiones «en limpio» de poemas, despachando encargos, y llevando la agenda del poeta.
Esto se prolongó hasta que Neruda tuvo que viajar a Moscú porque era jurado del Premio Stalin de la Paz. Como Chile no tenía relaciones diplomáticas con la Unión Soviética, todos los trámites se hacían a través de Buenos Aires, de modo que el poeta contactó a Margarita con su gran amigo, el abogado Rodolfo Araóz Alfaro, quien era Apoderado General del Partido comunista argentino.
Se inició entonces un nutrido contacto telefónico de la secretaria Aguirre con el apoderado Alfaro, que terminó inevitablemente en noviazgo, con la complicidad de Neruda que se autoproclamaba «poeta casamentero». Como anota Volodia Teitelboim:
Es sabido que le gustaba casar a sus amigos y bautizar a los hijos de sus amigos. En su casa de Los Guindos, en Santiago, se realizó el matrimonio de la que era su secretaria y sería su biógrafa, Margarita Aguirre, con su compadre argentino, hidalgo de vieja estampa gauchesca y abogado de los perseguidos políticos, Rodolfo Araoz Alfaro.
Aída Figueroa, abogada, amiga cercana de Neruda, también recuerda ese matrimonio:
Margarita se veía muy primorosa, con un ramo de violetas en la cintura y ahí estuvimos todos festejando. La pareja se fue a Argentina, «vivían en forma bastante modesta en un departamento que estaba en un buen barrio residencial, pero era solo de dos ambientes: el living comedor y el dormitorio» —señala Aída. —Se convino que me alojaría con ellos, así es que yo dormía en el sofá. En verano se iban a la estancia el Totoral, en Córdova.
Aída describe a Margarita como «una mujer frágil, modosa, fina, delgadita, terriblemente afectiva, sensible y muy buscadora de emociones y sensaciones…». A Rodolfo, como: «envejecido, intelectualmente brillante, y que hacía unos riquísimos buñuelos y bollos, porque cocinaba como un dios pero comía como un pájaro».
Neruda y Matilde llegaron más de una vez al departamento del matrimonio Aguirre Araoz. Ahí estaba el poeta enfermo, en 1957, cuando lo detuvo la policía argentina. El episodio quedó registrado en el poema «La prensa libre», de Canción de gesta, y en las memorias del poeta.
Soy subterránea
En 1960, Margarita y Neruda coincidieron en París. El 8 de septiembre de 1960, en carta a Volodia Teitelboim, Neruda contaba que ella estaba viviendo a una cuadra de él «con su marido, héroe de Turguenev», y agregaba:
Margarita sostiene que, acosada por el pecado subjetivo y por el deber realista, no trabaja. Yo le dije: trabaja y después averigua a qué escuela correspondes. Esto la dejó muy decepcionada, pues ella ama los grandes debates del alma y especialmente los literarios. En el fondo es una subterránea en un mundo que corre hacia la astronáutica.
Margarita vino a conocer esta carta treinta años después de escrita. Tardíamente comentó: «Es toda una respuesta a mis actuales dudas. Soy, pues, una subterránea que escribió un libro fervoroso, como lo tildara algún crítico. Libro que pasó de moda apenas se publicaron las memorias de Neruda, Confieso que he vivido».
El «libro fervoroso» al que ella se refiere es Genio y figura de Pablo Neruda. Un académico hizo notar que «en estricto rigor histórico» el primer biógrafo del Vate fue Oreste Plath, quien en 1939, cuando Neruda tenía solo 25 años, escribió su biografía en «poco más de diez páginas». Sin desmerecer los méritos de este trabajo habría que llamar la atención sobre su carácter necesariamente provisorio. Si aspiraba a convertirlo en una biografía, el autor debió ir agregándole información a medida que transcurría la vida y crecía la obra del poeta. (Fue lo que hizo Margarita en su biografía). Pero al parecer esta no era la intención de Plath, que dejó este trabajo como el estudio biográfico de un poeta que a la sazón solo había escrito y publicado una de sus obras capitales.
Aquella biografía
Los méritos de Genio y figura de Pablo Neruda, van mucho más allá de la calificación irrelevante de «primera biografía». José Miguel Varas comenta que «en él se siente al poeta como una presencia humana más cálida, más cercana y porque nos hace transparente la relación tan estrecha entre los poemas y la vida de Neruda».
Fue su amigo José Bianco, quien le pidió a Margarita esa biografía. Dentro de la editorial Eudeba, Bianco dirigía la colección Genio y figura que retrató a autores hispanoamericanos como Mistral, Darío, Borges, Storni, etc. El libro de Margarita fue un éxito. Ella misma recuerda:
Tuve tres ediciones, creo que de 30.000 ejemplares (…) Hasta que vinieron los militares y Eudeba, como editorial estatal, paso a pertenecer al gobierno de facto. Resolví dar por terminada mi conexión con ella (…) Resolví publicarlo en Chile, en Zig Zag, la editorial que había publicado algunas de mis novelas. Entonces se llamó «Las vidas del poeta» (…) volví a ampliarla después para la editorial Grijalbo, de España…
Pero entonces vino el golpe militar chileno, luego la muerte de Pablo Neruda, y el libro fue prohibido en el país. La imprenta de Torres Agüero, en Buenos Aires, donde se hacía la edición de Grijalbo para Argentina, interrumpió el trabajo para que Margarita incluyera unas páginas adicionales con el nombre de «Voy a vivir» «porque fue una nueva vida de Pablo la que entonces comenzó con su muerte».
Margarita llevó un diario de su libro sobre Pablo Neruda. En él registra observaciones como esta, que hace a propósito de Residencia en la tierra: «Neruda nunca ha sido esotérico. Reside en la tierra donde el hombre tiene que arreglar sus asuntos».
También anota ciertos rasgos del carácter del poeta: «No le gustan los elogios, los escucha con cierta rigidez y como apurándolos para que terminen pronto. Tiene claro está, un sentido de su valer que atribuye a su pueblo».
Invente, comadre, invente
Es posible que su biografía de Neruda haya ocultado a la otra Margarita, la narradora, autora de La culpa, Huésped, Cuaderno de una mujer muda y El residente, de la que José Miguel Varas escribió: «La obra de Margarita, escrita y publicada en su mayor parte en Argentina, tuvo escasa circulación en Chile, fue elogiada por la crítica de los dos países, tuvo lectores devotos, pero inmerecidamente pocos».
Su escritura merece ser conocida, sigue siendo moderna, innovadora, y tiene mucho que decir a la gente de este tiempo. La «comadre» era cosa seria cuando de veras inventaba.
En esta última frase hay una alusión a la respuesta que le daba Neruda, cuando ella insistía en preguntarle sobre diversos asuntos que le interesaban para su biografía: «invente, comadre, invente», contestaba el poeta. En un artículo titulado «¿Biógrafa yo?», ella aclara que no inventó nada. Pero sí, inventó su propio mundo narrativo.
Dos Totorales
Ella pasó sus últimos años en Chile. Aún cuando tenía que cargar con una pesada caja de oxígeno, a causa de su enfisema pulmonar, asistía con frecuencia a los actos culturales de La Chascona. Después se fue a una casa de reposo. Murió en 2003, como recuerda Varas, que había sido su amigo desde 1945, «su cuerpo, muy liviano,» fue trasladado al cementerio de Totoral, «a pocos kilómetros de la casas de su compadre Pablo Neruda en Isla Negra», después de haber pasado muchos años de su vida en aquel otro Totoral, la estancia de su esposo, Rodolfo Araos en Argentina.
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Tomado del Portal Cultura de Fundación Pablo Neruda
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