Este viernes conocimos la triste noticia de la muerte de la Dra. María Dolores Ortiz, destacada intelectual cubana, Doctora en Ciencias Filológicas, profesora titular de la Universidad de La Habana, profesora de Mérito del Instituto Superior Pedagógico Enrique José Varona y Heroína Nacional del Trabajo de la República de Cuba. Para el pueblo cubano fue un personaje muy popular; durante todos los años fue la única mujer del panel de Escriba y Lea, uno de los programas de más larga historia en la Televisión Cubana. Se desempeñó como asesora del Ministro de Educación Superior y fue presidenta del Movimiento Amigos del Libro. A modo de homenaje, compartimos esta entrevista en la que dialoga sobre su vida y su obra y que fuera parte del programa Con dos 2 se quieran producido por Amaury Pérez Vidal.
Amaury. Muy buenas noches. Estamos en Con 2 que se quieran, ahora aquí en 5ta. Avenida y calle 32, en el barrio de Miramar, en los maravillosos Estudios Abdala. Hoy nos acompaña y es otro de esos privilegios que trae este programa. Me acompaña, y nuevamente —porque ya estuvimos juntos hace unos años en una entrevista— una gran mujer, una gran comunicóloga, como se llama ahora también. Una gran comunicadora, una gran profesora, una licenciada, una doctora. Una de las mujeres más dulces que ha salido jamás en la televisión cubana. Mi admirada y muy querida, la doctora María Dolores Ortiz.
María Dolores. Muchas gracias, Amaury, estoy muy contenta de estar aquí contigo.
Amaury. Es un gusto que haya aceptado, porque la doctora me ha dicho —usted me dirá por qué— que es tímida para la televisión.
María Dolores. Sí, sobre todo para determinados tipos de preguntas.
Amaury. Intentaremos no tocar esas preguntas que la conviertan en una persona tímida. En estos días, que la he estado estudiando y la he estado investigando, encontré una entrevista que alguien le hizo en algún momento, donde usted decía que cuando niña le gustaba encaramarse en los techos, en los tejados de su casa, y claro, eso me llamó la atención y la pregunta entonces sería: ¿Para estar cerca de las estrellas, para estar cerca de las nubes o para estar cerca del sol?
María Dolores. No sabría decirlo, Amaury. Mira, la primera vez que hice una travesura de ese tipo yo tenía escasamente dos años, según cuentan, brinqué una baranda y andaba caminando por un techo inclinado, de tejas, además, así que te puedes imaginar el corre, corre que se formó de amigos, vecinos, familia y todo eso. Yo no sabría decirte por qué hice eso.
Amaury. ¿Por qué subía?
María Dolores. ¿Por qué subía? Tal vez es un instinto que yo creo que además no es mío solamente, yo creo que es de cualquier persona, de cualquier ser humano porque creo que ninguna persona debe conformarse con estar donde está, sino que tiene que superarse, estudiar y tratar de escalar un peldaño más alto en la escala social, yo creo que eso es muy importante. Pero según contaba mi mamá, todas esas travesuras —después eran de otro tipo, las travesuras, por supuesto— pero esa travesura de tipo de trepar lugares y eso, se me quitó, sencillamente, cuando aprendí a leer, cuando yo descubrí lo que era un libro.
Amaury. Que también es una forma de ascender.
María Dolores. Indudablemente.
Amaury. Claro. ¿Y usted?, ya sabemos que nació en Holguín y, además, yo sé que usted es una holguinera que anda pregonándolo, o sea, usted se siente muy orgullosa.
María Dolores. Exactamente.
Amaury. ¿En qué parte de Holguín usted nació?
María Dolores. En el mismo centro de Holguín. Más o menos en el barrio del parque San José o Parque Céspedes.
Amaury. Ah, bueno.
María Dolores. No sé si tú…
Amaury. Sí, cómo no, yo conozco.
María Dolores. En el parque que tiene una iglesia dentro del parque.
Amaury. Sí, sí, sí.
María Dolores. Ese es mi barrio de mi infancia y de mi primera juventud.
Amaury. ¿Y la casa cómo era? Descríbame la casa.
María Colores. Era una casa, déjame decirte, que cada vez que voy a Holguín, voy hasta la esquina de mi casa. Yo le sigo diciendo mi casa.
Amaury. Claro, siempre es su casa, siempre será.
María Dolores. Me paro allí en la esquina, miro para todas partes, pero nunca he vuelto a entrar a la casa. Después que mis padres vinieron para La Habana, en los años sesenta y pico, nunca más he vuelto a entrar a la casa. Porque prefiero recordarla como era entonces.
Amaury. ¿Cuántas personas vivían en su casa, con usted, doctora?
María Dolores. Éramos mi mamá, mi papá, mi hermana y yo.
Amaury. Ya, ¿Y los abuelos?
María Dolores. Vivían aparte.
Amaury. ¿En el mismo Holguín?
María Dolores. Bueno, mis abuelos paternos habían fallecido ya cuando yo era niña, o sea, cuando mis padres se casaron incluso. Mi familia por parte de padre, Amaury, es puertorriqueña, o sea, mi abuelo vino para Cuba cuando enviudó de mi abuela, que murió de parto. Y vino, —según la leyenda familiar— él había estado preso en dos ocasiones porque había escrito artículos en la prensa puertorriqueña, criticando la administración colonial de Puerto Rico.
Mi familia materna, yo sí tuve la suerte de conocer a mis abuelos. Mi abuelo murió cuando ya yo era estudiante universitaria y mi abuela murió ya en los años 70, con mis hijas ya grandes que la recuerdan perfectamente.
Amaury. Ah, bueno, entonces llegó a ser bisabuela.
María Dolores. ¿Mi abuela?, sí, cómo no, bisabuela. Mi mamá también fue bisabuela.
Amaury. ¿Cuánto puede importar, doctora…? Usted hablaba de que empezó a leer, de que cuando empezó a leer empezó a ascender en otro sentido, pero el hábito de la lectura es un hábito que se tiene que crear desde niño. ¿Quién impulsó ese hábito de lectura?
María Dolores. Bueno, yo diría que la familia completa. No solamente mis padres, que eran unos grandes lectores, sino en general la familia. Incluso yo conservo un libro, una novela de esas góticas, que era de mi abuela y lo conservo con un cariño tremendo, porque ella siempre estaba leyendo.
Mira, te voy a contar una cosa: Cuando yo aprendí a leer, ya yo tendría 7 u 8 años, más o menos, estaría en tercero o cuarto grado, ya era una niña que sabía leer bien, porque no es lo mismo un niño de primer grado, que un niño ya de cuarto grado.
Amaury. Tercero o cuarto.
María Dolores. En la esquina de la casa de nosotros, vivía una familia: era la familia Elósegui de Holguín y el padre de los Elósegui, o sea, el tronco familiar, era un inspector escolar y una persona muy simpática, y él se encariñó mucho conmigo. Vivíamos prácticamente al lado, solamente con una casa por el medio. Yo me pasaba la vida dando viajes de mi casa para la casa de él, porque yo era la niña linda, malcriada de esa casa. Malcriada hasta tal punto de que ese maestro, Elósegui, que tenía la colección completa del Tesoro de la Juventud, que fue una colección importantísima en la formación de generaciones…
Amaury. Y de la mía también.
María Dolores. Me dejaba hacer con esa colección lo que yo quisiera. Como los libros pesaban mucho, yo era chiquita y los tiraba en el suelo y yo me tiraba boca abajo en el suelo, horas enteras a leer esos libros, porque la colección es grande. Por eso yo te decía, al principio de esta conversación, que yo hice muchas travesuras de ese tipo de trepar cosas y eso, hasta que aprendí a leer, porque cuando aprendí a leer, ya yo trataba de aprovechar todos los momentos libres que tuviera para leer.
Amaury. Y tenía, porque ocurre, por lo menos, a mí me ocurría, me imagino que a usted también, empezó a vivir vidas paralelas, la vida de los libros y la vida real.
María Dolores. ¡Sí, sí, cómo no!
Amaury. Porque esa es la parte hermosísima de leer.
María Dolores. ¡Cómo no, sí!
Amaury. Uno empieza a tener otras vidas.
María Dolores. Yo recuerdo que lo leí una vez, no sé si fue algo de…, referido a Julio Verne, o algo que dijo Julio Verne, no estoy segura ahora. Tú sabes que él fue, este escritor, Julio Verne, todo el mundo lo conoce, fue una persona que prácticamente no viajó. Él vivía en un pueblo de Francia y no fue a ninguna parte. Entonces tú dices: bueno, ¿cómo escribió tanta cosa? ¿Qué información tenía?
Amaury. Ah, claro.
María Dolores. Lo mismo hablaba de los mares, que de las selvas tropicales.
Amaury. Que del centro de la tierra.
María Dolores. Que el centro de la tierra, exactamente, y no cosas descabelladas, sino cosas que de acuerdo con el desarrollo científico.
Amaury. De la luna.
María Dolores. Que de acuerdo con el desarrollo científico de la época eran correctas ¿no?
Amaury. Sí, sí.
María Dolores. Y él decía que todo eso lo había hecho con la imaginación. A mí eso me pareció de una importancia tremenda. Porque muchas veces uno no puede viajar, pero uno con la imaginación puede saber todo lo que uno quiera saber. Y no solamente con la imaginación, sino con la lectura, que lo puede llevar a uno lo mismo al País de las Sombras Largas, o ver el Támesis, por ejemplo, o la Acrópolis de Atenas y hablo de lugares, la mayoría de los cuales yo no he visto. Se me han quedado por ver y ya…
Amaury. Sí, pero hay muchos de esos lugares, por ejemplo, que yo te tenido la oportunidad, no voy a decir que no la he tenido. He tenido la oportunidad de ir alguna vez en la vida, por mi trabajo, porque ya sabemos cómo viaja uno y he llegado a algunos lugares y de tanto leerlos, cuando llego es como si hubiera estado.
María Dolores. Ah, sí, mira, a mí me pasó cuando estuve en París. Me acordaba mucho de mi profesora de Historia del Arte, esa inolvidable maestra que fue Rosario Novoa.
Amaury. La gran maestra.
María Dolores. Que cuando me dio clases a mí en los años 50, ella siempre nos decía: Cuando ustedes vayan al Louvre y empiecen a subir la escalinata, lo primero que se van a encontrar es la Victoria de Samotracia.
Amaury. Sí, la Victoria de Samotracia.
María Dolores. Yo sabía que me la iba a encontrar ahí, por supuesto, pero cuando la encontré… Mira, Amaury, yo me tuve que sentar en uno de los escalones de ahí, del Louvre, porque la emoción fue tan grande que me temblaron las piernas. Me puse a llorar, en plena escalera del Louvre.
Amaury. Lo puedo comprender.
María Dolores. Y por supuesto, el primer pensamiento fue para la Dra. Novoa. Me parecía estar viéndola en la clase y eso te da una idea también y lo voy a decir incidentalmente, de la importancia de un maestro y de una buena clase, que siembra cosas que nunca se olvidan.
Amaury. Yo también tuve buenos maestros, pero el tema de los maestros, lo vamos a tocar. Vamos a seguir con los libros que me parece muy interesante el tema. Tengo un amigo que lee mucho, es un gran lector, pero él me dijo un día: me voy a leer todos los libros que me alcance la vida, pero hay libros que no me voy a leer nunca, porque son lecturas obligatorias y no me da la gana de leerlos. Y ahí mismo arrancó y dijo: La Biblia, no me la voy a leer, no me voy a leer el Quijote y por ahí arrancó con una cantidad tremenda de libros. ¿Usted cree que hay libros que son fundamentales que las personas debieran leerlos de todas maneras?
María Dolores. Sí creo que sí, creo que hay que leérselos. Por ejemplo, uno de los que tú mencionaste, la Biblia. La Biblia hay que leérsela, independientemente de la creencia religiosa o no que pueda tener una persona. Por un problema cultural hay que leerse la Biblia.
Amaury. Además que es entretenida, porque dicen…
María Dolores. Porque mira, yo te voy a poner nada más un ejemplo. Si cualquier persona de una cultura mediana, por supuesto, le interesa el arte, y cuando ve, por ejemplo, los grandes cuadros de los grandes maestros del Renacimiento, ¿cómo entiende el descendimiento de la cruz, el juicio final que está en La Capilla Sixtina?
Amaury. Claro.
María Dolores. ¿Cómo tú entiendes eso si tú no tienes el conocimiento previo porque te lo has leído en la Biblia? Yo creo que para poder tener una interpretación adecuada, incluso del arte, y de muchas cosas de la literatura, hay que haberse leído la Biblia, con determinado detenimiento incluso.
Amaury. Sí, eso no se puede leer de pasada, no se puede leer de corrido.
María Dolores. No, no, tal vez hay libros que son un poco más… Vamos a decir, novelescos, ¿no? Lo digo con el mayor respeto y con el mayor cariño, pero hay otros que requieren una lectura más cuidadosa.
Amaury. Doctora, ¿A qué usted le atribuye —estoy empezando con las preguntas más complejas, primero, y después nos vamos a soñar— la pobreza de lenguaje que tiene el cubano, hoy?
María Dolores. Es una cuestión complicada. Yo creo que tal vez hace falta leer más. Tal vez haría falta que muchos de los libros que leen nuestros jóvenes, no traten de reproducir tanto el lenguaje cotidiano, sino que eleven un poco el nivel en que se comunican los personajes. Tal vez la propia escuela y las propias universidades, no estamos propiciando un mayor desarrollo en este sentido. Yo creo que hay que dedicarle, sobre todo en las edades tempranas, quiero decir, primaria, secundaria básica, incluyendo el Pre universitario, que son etapas formadoras, esencialmente del ser humano, de la personalidad y de todo eso, habría que darle más énfasis a la asignatura Español en estos niveles.
Yo recuerdo cuando yo era niña, y estoy ahora como los viejos que dicen: En mis tiempos no era igual.
Amaury. (risas) No, no.
María Dolores. No, esa no es mi intención, es poner un ejemplo.
Amaury. Claro.
María Dolores. Lo que era la clase de Lenguaje, era diaria. La caligrafía se daba aparte. La ortografía se daba sola. Entonces, naturalmente, cuando tú venías a ver, del horario o del plan del currículum de la primaria, había un montón de asignaturas relacionadas con el lenguaje. No quiero decir que se tenga que hacer igual ahora porque los tiempos cambian, las técnicas cambian, todo cambia, ¿no?
Amaury. Sí, pero hay cosas de antes que siguen siendo buenas todavía.
María Dolores. Lo que yo quiero decir es que en esos niveles, precedentes a la universidad o a los niveles superiores de estudio, hay que dedicarle más tiempo a esas asignaturas que tienen que ver con la lengua materna del muchacho.
Amaury. Pero, hay una cosa que a mí me llama la atención y eso quizás me toca muy de cerca. En algunas especialidades vinculadas con el arte, y por eso es la pregunta —puede ser el caso del ballet, puede ser el caso de la música— los muchachos empiezan desde muy temprano en las escuelas y terminan su instrumento, en el caso de los violinistas, los pianistas, los bailarines igual, terminan su carrera, se gradúan, pero su escolaridad no va al paso de la carrera, porque te encuentras las lagunas culturales, la pobreza del lenguaje, que no pueden sacar una cuenta. ¿Qué usted piensa de eso, en el caso de las artes, de las Escuelas de Arte?
María Dolores. Amaury, yo tengo poca vivencia real de las Escuelas de Arte porque nunca he tenido que trabajar con ellas, pero no tengo esa impresión tan absoluta que tú tienes con relación a los bailarines, los músicos.
Amaury. Bueno, me detuve en eso un minuto, porque a mí me preocupa y me imagino que…
María Dolores. …Claro, yo creo que en general nos tiene que preocupar a todos el problema de esa pobreza de vocabulario a la que tú te referías.
Amaury. Total.
María Dolores. A veces me pongo a mirar la televisión, todas esas entrevistas que se les hacen a personas que están recibiendo los beneficios de las distintas misiones de la salud, culturales, deportivas, etc., que Cuba está enviando a otros países latinoamericanos como pueden ser Nicaragua, Venezuela, Ecuador, Bolivia y cuando entrevistas a esas personas, tú ves que hablan con mucha mayor fluidez, que con la que hablan nuestros estudiantes. A todo eso, en este momento, se le está dando una importancia muy grande, la que realmente tiene y entonces es de esperar que en los próximos años pues haya un cambio en esta cuestión.
Amaury. Ahora, usted me dijo, en la otra entrevista, hace muchos años, hace 14, y fue una acción valiente de su parte, que este era un pueblo instruido, pero no culto. ¿Mantiene esa afirmación todavía?
María Dolores. Bueno, yo creo que en cierto modo todavía lo seguimos siendo. Pero, yo creo que en lo que nos falta mucho, Amaury, yo diría que es en la cultura del comportamiento y cuando digo esto, lo digo en el sentido del saludo, de dar las gracias, de pedir las cosas por favor. Observo, por ejemplo, yo a veces voy caminando por una calle, hay un grupo de personas hablando en la acera, y yo tengo que atravesar por el medio de ese grupo y digo: con permiso. Nadie contesta, es como si tú no dijeras nada, como si fuera un soplo de aire que pasara por el medio de las personas. O sea, son cuestiones elementales de la educación, del comportamiento, de la urbanidad (risas), como diría aquel famoso Manual de urbanidades, de Carreño, famosísimo a finales del XIX principios del XX, que no estaría de más que muchas personas lo leyeran. Porque yo creo que la cuestión de la comunicación, yo creo que eso tiene mucho que ver con esto que estamos hablando.
Amaury. Claro.
María Dolores. Esas cosas que nos faltan, Amaury, hablar bajito, cuidar nuestro vocabulario porque el problema no es solamente la pobreza de vocabulario. A mí me duele mucho ver, a veces, a las jovencitas, muchas veces vestidas con uniforme de secundaria, de preuniversitario, caminando por la calle, hablando a grito pelado, utilizando palabras que no hay por qué utilizar, de esas llamadas malas palabras. Que no son palabras vacías de significación.
Amaury. No, tienen tremenda significación.
María Dolores. Todas tienen tremenda significación y yo me imagino que el que la usa sabe lo que quiere decir, el que usa esa palabra sabe lo que quiere decir.
Amaury. A veces no, a veces no. Ahora, vamos otra vez para su infancia. Hay una cosa preciosa que es una costumbre, que estamos perdiendo también apresuradamente. Su abuela usaba aquella tradición mambisa de poner en la ventana una bandera cubana.
María Dolores. Ah, no, esa era mi tatarabuela.
Amaury. ¡La tatarabuela era!
María Dolores. Mi tatarabuela.
Amaury. De poner una bandera cubana.
María Dolores. A ver, ¿era mi tatarabuela? Era mi bisabuela.
Mi bisabuela. Una de mis bisabuelas maternas. Esa bisabuela fue un caso, es un caso muy novelesco. Ella fue una mujer, yo diría de las relativamente pocas mujeres letradas, o sea, mujeres que sabían leer y escribir en la época de preparación de la Guerra de Independencia. Y ella, según contaba mi mamá, tenía la costumbre de poner una bandera grandísima, que la había hecho ella con sus propias manos, como era, como la hacían las mambisas para la guerra. La ponía en una reja de esas grandísimas, que había en casa de mi abuela en Holguín y formaba a todos los nietos, que eran ya como 13 ó 12 en aquella época, después hubo más, y los hacía cantar el Himno Nacional, los días de las grandes fechas patrióticas: 10 de Octubre, 20 de Mayo, 24 de Febrero.
Amaury. Es que esa fue una costumbre. Yo recuerdo que en los primeros años de la Revolución, en que cada fecha patriótica la gente sacaba su bandera cubana y la ponía.
María Dolores. Cómo no, cómo no.
Amaury. Pero ahora es imposible conseguir la bandera.
María Dolores. No, el problema es que ahora no hay banderas, yo no sé por qué. Porque yo recuerdo que en aquellos años se compraba tranquilamente en las tiendas en la moneda normal.
Amaury. En la moneda normal, no, ahora no, es complicado eso. Pero usted era deportista, doctora. Yo me quedé frío con eso. ¿Cuénteme, qué deporte practicaba?
María Dolores. Mira, en general en esa época en Holguín, te hablo de finales de los años cuarenta, los principios de los cincuenta, se practicaba bastante deporte. No solamente en mi colegio, sino en los colegios de Holguín y en el Instituto de Segunda Enseñanza, y generalmente, lo que más se jugaba, ya en mi época de Bachillerato, era básquet, o sea, baloncesto, como se dice ahora, y voleibol. Yo lo que jugaba era voleibol.
Amaury. ¿Y le sigue gustando, doctora, el voleibol? Es que ese es el deporte mío.
María Dolores. Me gusta. En general a mí me gustan todos los deportes.
Amaury. ¿Verdad?
María Dolores. Pero indudablemente el voleibol es un deporte al que yo sigo particularmente. Me pongo brava cuando juegan mal y se desconcentran y todas esas cosas.
Amaury. ¿Cuándo se funda Escriba y Lea? ¿Y por qué se funda Escriba y Lea?
María Dolores. Bueno, Escriba y Lea se funda, o sea, sale al aire, por primera vez, en los primeros días de diciembre del 69, o sea, que ya cumplimos 40 años en diciembre del año antes pasado.
Amaury. ¡Cuarenta!
María Dolores.. Ahora, ¿por qué?, eso sí que yo no lo sé. Recuerdo que uno de los principales impulsores de Escriba y Lea, fue el doctor Humberto Galis Menéndez. Que tal vez tú lo recuerdes.
Amaury. Yo lo recuerdo bien.
María Dolores. Que fue uno de los primeros panelistas.
Amaury. De los primeros.
María Dolores. Du Bouchet.
Amaury. Du Bouchet, usted y Galis Menéndez.
María Dolores. Sí, sí, además era una persona increíble. Yo siempre lo pongo como un ejemplo de persona de que no hay que ser un humanista, quiero decir, universitario, para que le guste a una persona y se cultive también en el campo de las humanidades. Galis Menéndez era veterinario, pero le gustaban las letras, le gustaba la historia, le gustaba el arte. Y mira, después, durante muchísimos años, cuando no se contestaba una pregunta en Escriba y Lea; Sosa, generalmente era el que decía: Si Galis Menéndez hubiera estado aquí, esa pregunta se hubiera contestado, porque era una persona que sabía las cosas más increíbles del mundo, las podía saber Galis Menéndez. Realmente su ausencia se sintió en el programa. Pero a lo que íbamos. Yo tengo entendido que él había trabajado, en aquel programa de la radio que se llamó La bolsa del saber y él habló con personas que conocía en la televisión con la idea de hacer este programa nuestro, ¿no? y ahí fue cuando me llamaron a mí para que lo hiciera, y yo, por poco me caigo muerta, de cómo yo iba a salir en la televisión, por nada del mundo. Yo dije que no, dije que no.(risas)
Porque yo jamás en mi vida pensé que iba a estar frente a una cámara de televisión.
Amaury. No estaba en su proyecto de vida tampoco.
María Dolores. No, no, en absoluto. Pero bueno, tanto insistieron que me convencieron y decidí ir a probar. Yo dije, bueno, si me sale bien, sigo, porque, óyeme, es muy difícil estar en las cámaras delante de todo el mundo.
Amaury. Es muy difícil.
María Dolores. A que te pregunten cosas, que tú no sabes lo que te van a preguntar.
Amaury. Claro, yo lo sé.
María Dolores. Y a lo mejor tú las contestas y a lo mejor no las contestas.
Amaury. Bueno, esto es como un Escriba y Lea, porque yo no me puse de acuerdo con usted para las preguntas.
María Dolores. Esto es peor que Escriba y Lea. (risas)
Amaury. (risas) No, no, no me diga eso.
María Dolores. Entonces en el programa, cuando uno no contestaba una pregunta era una cosa muy desagradable, bueno, lo sigue siendo porque uno siempre quiere contestar, ¿no?, incluso, a veces, yo llegaba a la Universidad al otro día, y si no había contestado ninguna, los mismos alumnos me decían: profesora, ayer no puso una. Entonces tú sabes que el alumno es…
Amaury. Y además, era en vivo antes, ahora lo graban, ¿no?
María Dolores. Sí, ahora lo grabamos. Los primeros años fue en vivo.
Amaury. En vivo, claro. Ahora, siempre tuvo esa posición, usted en el centro, —yo de cara al televisor— Galis Menéndez estaba a la izquierda y Du Bouchet a la derecha y estaba Cepero Brito.
María Dolores. Anjá.
Amaury. Pero ¿Cómo termina Cepero ahí?
María Dolores. No, cómo empieza.
Amaury. ¿O como empieza?, ¿porque él estaba primero que ustedes? Ah, ya.
María Dolores. Sí, cómo no. La Universidad organizó una serie de cursos para locutores de radio y televisión, que eran personas de determinado nivel cultural y profesional que no tenían tiempo ni posibilidades de cursar una carrera universitaria, pero que sí podían tomar cursos en la universidad. Y muchos locutores, muy conocidos incluso, en aquellos tiempos, y siempre recordados como Cepero Brito, como Enrique Goizueta, Franco Carbón y como esos otros muchos. No quiero decir muchos nombres para que no se me vayan a olvidar. Algunos han fallecido ya, otros están todavía entre nosotros, afortunadamente. Y Cepero, que siempre me había bromas en el aula, diciéndome que yo debía trabajar en la televisión, fue el que habló para que me llamaran y cuando me llamaron, fue cuando dije redondamente que no. Y después yo hacía bromas con él, y le decía: Cepero, usted es mi descubridor, como se dice de las estrellas de Hollywood, ¿no?. (risas)
Amaury. ¡Su descubridor! (risas)
María Dolores. Yo le decía: usted es mi descubridor.
Amaury. ¿Y cuán duro ha sido para usted, durante todos estos años, ver que cambió el moderador y que cambia cada uno de los compañeros y vuelven a cambiar y vuelven a cambiar?
María Dolores. Yo, a veces, me llamo a mí misma la sobreviviente. Creo que he tenido la suerte de estar todos estos años en Escriba y Lea, no sé hasta cuando.
Amaury. Usted es joven, le queda tiempo, mientras no pierda el bolígrafo.
María Dolores. Esto no es un problema de juventud física.
Amaury. Claro, claro.
María Dolores. Es un problema también de juventud espiritual.
Amaury. Espiritual y mental.
María Dolores. Mental, indudablemente.
Amaury. Ahora, ¿cómo se ejercita la memoria?
María Dolores. Esa es una pregunta complicada porque a mí me la han hecho muchas veces. No creo que haya una receta para cada persona. Para todo el mundo. Yo creo que en mi caso particular, tal vez haya una cuestión genética también, no sé, no quiero meterme en ese campo del que yo no sé absolutamente nada.
Amaury. ¡Y se podrá imaginar que yo menos!.
María Dolores. Pero en mi familia todo el mundo ha sido de muy buena memoria.
Amaury. ¿Cuándo dejó de ser maestra en un aula?
María Dolores. Bueno, hace algunos años tuve un problema de un nódulo en las cuerdas vocales, me tuvieron que operar y el médico me recomendó… cuando me preguntó cuántos años yo llevaba en la docencia y se lo dije, me dijo: ¡Ya está bueno! ¡Ya está bueno! Usted, deje de dar clases porque ya tiene la garganta resentida. Esto un problema de la profesión y muchísimos maestros tienen que dejar, incluso, la profesión, el aula, por ronquera, por esos trastornos.
Amaury. Y también está la tiza, el borrador.
María Dolores. Claro, el polvo, todo eso. Entonces me recomendó el médico que dejara de dar clases y lo he hecho. Lo que no quiere decir que yo me haya desvinculado de la docencia, porque uno siempre tiene tareas que cumplir en la Universidad o en el propio Ministerio de Educación Superior. Como tú sabes.
Amaury. Claro. Pero usted, además, fumaba, yo recuerdo que fumaba.
María Dolores. Sí, yo fumaba. Fue una de las razones por la que tuve ese problema en la garganta, o sea, que dejé el cigarro, por supuesto, nunca más lo he…
Amaury. ¿Hace cuántos años ya?
María Dolores. Van a ser cinco años ya.
Amaury. En eso estamos luchando. Yo ya estoy metido a budista a ver si baja Buda y me quita el tabaco (risas).
María Dolores. No, yo creo que eso es, Amaury, proponérselo. Mira, cuando yo tuve que dejar de fumar, yo, tranquilamente apagué el cigarro y dije: este es el último. Nunca más en la vida he vuelto a tomar un cigarro en mis manos. Además, no me dieron ni nerviosismo, ni…
Amaury. ¿Ni hambre, ni nada?.
María Dolores. Ni ataques, ni nada de eso. Sencillamente es como esas cosas que uno tiene que hacer obligatoriamente y no queda más remedio.
Amaury. A ver, doctora, usted lo dijo al principio de la entrevista y yo por supuesto que la voy a respetar y cómo no hacerlo. Usted me dijo que en cosas personales usted quería ser discreta, pero usted tiene una linda familia con la cual se pasa, mientras puede, todos los fines de semana.
María Dolores. Anja.
Amaury. Entonces, hasta dónde usted quiera, hábleme de sus hijas amantísimas.
María Dolores. No, yo decía eso, Amaury, porque yo creo que uno tiene que ser muy celoso su privacidad. Que no quiere decir que uno no hable de la familia o de determinadas cuestiones. Sobre todo cuestiones de las que uno se siente satisfecho y orgulloso. Yo creo que, efectivamente, tengo una linda familia. Lamentablemente en este momento no totalmente unida, porque tengo la mitad de la familia fuera de Cuba, pero con los que estamos aquí, nos seguimos reuniendo los domingos. Ese es un día prácticamente…
Amaury. …¡Sagrado!.
María Dolores. …Sacrosanto para todo el mundo, incluso, hasta, ahora, los jóvenes de la familia se han mantenido en el núcleo familiar en este sentido. Que muchas veces los jóvenes, pues bueno, tienen otros intereses. Cosa que es muy natural, además.
Amaury. Lógico, legítimo, además.
María dolores. Y se desligan un poco. También la familia, cuando crece, muchas veces tiende a disgregarse. Y yo creo que hay que mantener ese sentido tan familiar, ese sentido de unidad de la familia, a mí me parece que eso es muy importante.
Amaury. Y además, usted lo señalaba también, cuando uno tiene una parte de la familia fuera de Cuba por distintos motivos, también hay que buscar la forma de no perder ese vínculo en Cuba.
María Dolores. No, por supuesto que no, por supuesto que no.
Amaury. Ahora, usted me decía en aquella entrevista, y después me lo decía mi mamá, que mi mamá…
María Dolores. Yo quise mucho a tu mamá, tú lo sabes.
Amaury. Yo lo sé. Ella a usted y a su marido también. Sí, mi mamá la quería mucho y mi mamá cuando la doctora se estaba maquillando, hablábamos de esto. Pero yo recuerdo que en el otro programa, usted me dejó una imagen que a mí no se me ha olvidado: Que es: usted con su esposo tomándose un traguito y la tarde cayendo, el crepúsculo, así, el sol posándose sobre el horizonte. ¿Lo sigue haciendo?
María Dolores. Bueno, en este momento no podemos mirar el mar, porque donde vivimos últimamente, no se ve el mar.
Amaury. Hace unos años lo hacían.
María Dolores. Pero el traguito de la tardecita sí se mantiene.
Amaury. ¡Qué maravilla, doctora!
María Dolores. Yo creo que ese es un momento de relajamiento de las tensiones del día. Ya eso lo prepara a uno, para no sé…, comer, ya es como el cierre de la jornada laboral o de las obligaciones que uno pueda tener.
Amaury. Pero es precioso.
María Dolores. Yo creo que ese es un momento que vale la pena mantener, y que yo recomiendo, además, que se mantenga.
Amaury. Sí, lo que pasa que hay gente…
María Dolores. …No siempre hay ron o bebida, porque la bebida está cara y no siempre hay posibilidad de comprarla, o no hay limones para echarle al ron, pero un cafecito, un tecito, siempre viene bien algo que sirva de pretexto para estar juntos.
Amaury. ¿Ustedes viven solos?
María Dolores. Solos, sí.
Amaury. ¡Qué bueno, qué maravilla! Dios bendiga esa casa pasa siempre. Ahora, yo quiero terminar la entrevista con dos preguntas. La primera es: ¿Cómo debe ser el maestro en el aula, hoy?
María Dolores. Mira. Yo creo que el maestro está formado de dos etapas, de dos partes, vamos a decirlo, que no quiere decir que están separadas, sino dos facetas, vamos a decir:
Una es su imagen, su imagen física, la imagen con la que él se presenta en el aula. Y otra es la imagen de lo que él tiene que transmitir para enseñar. Yo creo que las dos cosas tienen que ir muy unidas. Yo creo que el maestro tiene que cultivar su personalidad de tal manera que él llegue a tener esa autoridad que no está dada por el cargo, sino está dada porque él ha sido capaz de ganársela frente a sus alumnos. Yo creo que el maestro tiene que ser una persona de determinada educación formal. Que sea capaz, en primer lugar, de vestirse correctamente, porque no se puede olvidar que con la juventud de nuestros maestros, el alumno es prácticamente de la misma edad del maestro. Y si se establecen entre ellos relaciones que no son las de maestro-alumno, eso crea un ruido en el sistema —como se dice vulgarmente—. Yo empecé a trabajar muy joven también, yo tenía 19 ó 20 años cuando empecé a trabajar. Pero el maestro tiene que ser capaz de llegar al aula, pararse en la puerta, y solamente con su presencia, controlar el aula. Cuando el maestro logra eso, que eso, por el reloj, no demora ni dos minutos. Es como si fuera, como un aguacero cuando va disminuyendo la intensidad, y llega un momento que no está lloviendo, así mismo. Los muchachos se callan, se tranquilizan. Ah, si tú llegas al aula gritando, perdiste en cuanto entraste, porque te pusiste a la misma altura del muchacho adolescente. Es muy complicado realmente.
Amaury. Sí, bueno, era una pregunta complicada, pero no podía sustraerme a la idea de que usted estuviera aquí, y yo no se lo preguntara.
Y ahora voy a hacer la pregunta que me quitó el sueño desde el año 96, con eso voy a terminar.
María Dolores. ¡Qué cargo de conciencia!
Amaury. No, el cargo de conciencia ha sido mío, porque yo le hice una pregunta en aquel programa que se llamaba Muy personal. La pregunta yo se la preparé, se la dije y usted me dio la oportunidad, en bandeja, para que yo volviera a preguntar y mi ignorancia de entonces, un poquito mayor que la de ahora, no me permitió agarrar la insinuación.
La pregunta mía de aquel momento fue: ¿Usted sueña? Y usted me dijo: ¿Cuando duermo? Y yo debí haberle dicho: ¿Y despierta? o sea, ¿cuándo sueña usted realmente? Por tanto no le voy a preguntar si sueña dormida, porque ya eso me lo respondió.
María Dolores. Sueño dormida y sigo soñando despierta.
Amaury. Cuándo sueña despierta, ¿en qué sueña?
María Dolores. Bueno, sueño con muchas cosas distintas, Amaury. Sueño con mi país, este país al que amamos tanto, porque vivamos en paz, en medio de un mundo que también esté viviendo en paz. Yo creo que esto es muy importante, yo creo que es un sueño, no solamente mío, yo creo que es un sueño de una parte muy importante de la humanidad entera.
Yo sueño con que mi familia se mantenga unida, ya llevándolo al plano más cercano, ¿no?. Con que mis nietos estudien, que se conviertan en personas honradas y personas de bien, que sean capaces de vivir de su trabajo sin necesitar determinadas cosas que otras gentes necesitan.
Que aprendan, no sé, lo mismo a disfrutar una puesta de sol, que un buen libro que, que estar en familia. Yo creo que todas esas cosas son muy importantes y es lo que yo quisiera para mis nietos. Y no solamente para mis nietos, lo quisiera para todos mis alumnos, para todos los que han sido alumnos míos, para toda la juventud que yo pueda conocer o en la que pueda influir de una forma u otra.
Amaury. Para todos sus televidentes y para mí. Le agradezco, doctora, yo sé que usted tiene una vida verdaderamente ocupada y compleja, que haya tenido la gentileza de venir. Y quiero despedirla con un beso, si me lo permite.
María Dolores. ¡Cómo no!
Amaury. Muchas gracias, doctora.
María Dolores. Tú sabes que siempre te hemos querido mucho a ti y a toda tu familia.
Amaury. Yo lo sé, doctora, igualmente a usted, gracias.
Visitas: 35
Deja un comentario