El pasado 21 de septiembre se cumplieron cien años del nacimiento de Maria Judite de Carvalho, una de las voces más significativas de la narrativa portuguesa en el siglo XX. Reconocida por sus extraordinarias dotes de cuentista y sus acertadas crónicas, Maria Judite vino al mundo en 1921 en Lisboa.
Estudió Filología Germánica en la Facultad de Letras de esa ciudad. Allí conoció al que sería su esposo, el también escritor Urbano Tavares Rodrigues, a quien acompañó en un largo exilio que los llevó a residir en Francia y Bélgica desde 1949 hasta 1955. Fue Urbano quien descubrió el talento narrativo de Maria Judite: ella le dio a leer algunos cuentos y él la animó a reunirlos y publicarlos. Así surgió Tanta gente, Mariana, el primer libro de esta autora cuyo quehacer se caracteriza por abordar la soledad y alienación de los seres humanos, especialmente las mujeres, en las grandes ciudades.
Maria Judite de Carvalho escribió novelas, crónicas y sobre todo cuentos, el género literario que más cultivó en sus casi treinta años de carrera como escritora. También fue traductora y periodista; trabajó en la revista Eva, donde comenzó a publicar cuentos y crónicas. Posteriormente fue redactora en el Diario de Lisboa, y colaboró como cronista en el semanario O Jornal.
Entre sus libros se destacan Tanta Gente, Mariana (cuentos, Lisboa, Arcádia, 1959); As Palavras Poupadas (Las palabras ahorradas, cuentos, Lisboa, Arcádia, 1961); Paisagem sem Barcos (Paisaje sin barcos, cuentos, Lisboa, Arcádia, 1963); Além do Quadro (Más allá del cuadro, cuentos, Lisboa, O Jornal, 1983) y Este Tempo (Este tiempo, crónicas, Lisboa, Caminho, 1991).
Maria Judite recibió en 1961 el Gran Premio de Cuento Camilo Castelo Branco por el libro As palavras poupadas, y en 1995 volvió a ganar este premio por Seta Despedida (Saeta lanzada), que mereció también el Premio Vergílio Ferreira de la Universidad de Évora, el Premio Máxima y el de la Asociación Internacional de Críticos Literarios. También obtuvo en 1991 el Premio de Crónica de la Asociación Portuguesa de Escritores, por el libro Este Tempo. El 10 de junio de 1992 fue nombrada Gran Oficial de la Orden del Infante Don Henrique.
Según se afirma en el ensayo Mulheres Portuguesas do século XX:
Maria Judite de Carvalho sigue siendo una escritora de actualidad renovada, difícil de catalogar en el estilo al que generalmente se le asocia (heredero del existencialismo y de la llamada «nueva novela»), hábil exploradora de la desesperación y de la soledad cotidiana en la gran ciudad. [1]
Maria Judite falleció en Lisboa el 18 de enero de 1998. Al cumplirse veinte años de su muerte, en 2018, la editorial portuguesa Almedina inició la publicación de sus obras completas en seis tomos. Para las cubiertas de los libros se emplearon cuadros de la autora, que también pintaba, y al hacerlo ponía énfasis en las figuras femeninas. Inés Fraga, la nieta de Maria Judite, señaló en conversación con la edición digital del periódico Diario de Notícias:
Las mujeres en sus cuadros son otro abordaje de los personajes femeninos y su inmovilidad. Consecuentemente, en la literatura de mi abuela Maria Judite de Carvalho, las mujeres surgen encerradas en aquellos rectángulos de las ventanas que las protegen del exterior, en sus casas, en esas redomas, en sus pequeños castillos que son sus casas, y aquí aparecen también pautadas por la inmovilidad, estáticas, dentro de aquellos rectángulos que son los marcos de los cuadros o hasta la misma hoja de papel.[2]
Comparto con los lectores dos fragmentos tomados de Tanta gente, Mariana, que he traducido para la ocasión.
Falta de tiempo
¡Hay tantas cosas en las que nunca pensamos por falta de tiempo! En la esperanza, por ejemplo. ¿Quién va a perder cinco o diez minutos pensando en la esperanza, cuando puede usarlos mucho más provechosamente leyendo una novela o hablando por teléfono con una amiga; yendo al cine o realizando actividades en el trabajo? ¡Pensar en la esperanza, qué cosa tan estúpida! ¡Hasta da ganas de reír! En la esperanza… Siempre hay gente… Y ella metida como arena en los pliegues y rendijas del alma. Pasan años, pasan vidas, ahí viene el último dia y la última hora y el último minuto y entonces ella aparece para tornar inesperado aquello por lo que esperábamos, para hacer todavía más amargo lo que ya era amargo. Para hacer más difíciles las cosas.
Estoy sola
Una noche, a los quince años, me puse a llorar. No sé cuál fue el camino que me condujo a las lágrimas; todo está tan lejos, perdido en la cinta blanca del pasado. Solo recuerdo que mi padre me oyó y se levantó. Se sentó al borde de mi cama, se puso a acariciarme los cabellos, quiso saber qué me pasaba.
–Estoy sola, padre. No pasa nada más. Me puse a llorar porque estaba sola y eso me pareció… Qué niñería, ¿no es cierto? ¡Estoy sola ahora! ¿Y tú, entonces?
Intenté reír para disimular, ya arrepentida de la franqueza, pero él no se sumó, y eso lo salvó de la rabia que yo iba a sentir por él a la mañana siguiente. No se rio, y su voz, cuando apareció, era muy dulce, casi triste.
–También lloraste por eso –dijo suavemente–. También lloraste por eso. Hay gente que vive setenta y ochenta años, incluso más, sin darse cuenta nunca. Tú a los quince… Todos estamos solos, Mariana. Solos aunque haya mucha gente a nuestro alrededor. ¡Tanta gente, Mariana! Y nadie va a hacer nada por nosotros. Nadie puede. Nadie querría si pudiese. Ni una esperanza.
–Pero tú, padre…
–Yo… Las personas que llenan tu mundo son distintas a las del mío… En el fondo es muy probable que algunas de ellas sean las mismas, pero ahí está: si fuera posible que se encontraran, no se reconocerían ni siquiera físicamente… ¿Cómo hemos de ayudarnos? Nadie puede, hija, nadie puede…
Nadie puede.
Notas
[1] Disponible en http://www.mulheres-ps20.ipp.pt/Maria-Judite-de-Carvalho.htm
[2] https://www.dn.pt/artes/obra-completa-de-maria-judite-de-carvalho-publicada-nos-20-anos-da-sua-morte-9386594.html
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