
María Luisa Enriqueta del Carmen Milanés fue una santiaguera, instruida con una educación burguesa, poeta que siempre estaba escribiendo en unas libretas, vecina de un pueblo pequeño, amante de la repostería, de hacer flores artificiales.
Situada en la vanguardia de la lírica de su época, no asistió a grandes tertulias literarias, ni se codeaba con los ilustres intelectuales de la época, sino que estuvo casi enclaustrada en su casa, con apenas unos cuantos escogidos como allegados de su estancia pueblerina. Su padre, Luis A. Milanés, general de la Guerra de Independencia del 95, tenía una moral rígida, con valores dogmáticos patriarcales, en él la escritora encontró el símbolo de una sociedad y una época.
Como Sor Juana Inés de la Cruz, encontró en el convento el universo de las letras y el saber: álgebra, latín, pintura, artes manuales, piano, bordados, la literatura clásica, eclesiástica, tres idiomas, que hicieron de ella una mujer de ojos abiertos para admirar la belleza, la espiritualidad elevada y sobre todo detectar la hipocresía y la mediocridad del mundo.
Quiso casarse muy temprano para salir de la casa de su severo padre, y contra su voluntad se casó con Ramón Fajardo Gamboa, pero solo fue de una jaula a otra, porque por su esposo fue constantemente humillada a través de sus infidelidades, su vida voluble y carente de espiritualidad; le prohibió, incluso, tener en casa una máquina de escribir, pues consideraba la literatura una pérdida de tiempo.
Contrario a esto su vida literaria se tornó intensa, porque en la literatura encontraba su sosiego y su única paz, su ansia de emancipación.
Enmascarada bajo el seudónimo de Liana de Lux tradujo al inglés y francés y publicó varios versos. Desde que comprobó que las mujeres en el mundo estaban marginadas y destinadas solo a la casa, su angustia por saber se convirtió en ansiedad, en contradicción, pues mientras más sabía más le era irresistible la realidad, pero no podía escapar de ella. María lloraba a veces todas las noches, sin saber por qué.
Rebelde, con un carácter indomable parecido al padre, su poesía lírica se volvió muy emocional, con sensibilidad trágica, cuyo tema recurrente era la muerte. Su fuerte temperamento absorbió su escritura y su estilo: escribía, rompía, quemaba su creación literaria, un proceso de autodestrucción: 7 obras fueron posibles pastos de las llamas. Lo soñado era inalcanzable.
Después de 7 años de casamiento decidió separarse, pero el esposo le impuso volver a su otra jaula, la casa de su padre. Ella, sin embargo, quiso ir a México para encontrar conocimiento literario, pero no fue apoyada por el padre al responderle en una carta que si volvía ya no tendría ni su cariño, ni su respeto. Angustiada hace realidad la principal plegaria de sus versos: el 9 de octubre de 1919, a los 26 años, en su casa de Bayamo, se pega un tiro en el pecho.
El revólver, un treinta y ocho de cañón largo, descendió un poco y no dio en el corazón, sino más abajo. Vino la hemorragia interior, la peritonitis… Muere agonizante, con la sola compañía de su madre, el día 12 en el hospital de Santiago de Cuba. Sus restos descansan en el cementerio de Santa Ifigenia y en su tumba hay una roca ríspida y una lápida sin cruz, como ella quería, pues no deseaba cargar con otra en su muerte.
Ya yo me voy consciente
(Frangmento)
Colocad sobre mí las campanillas azules de la vega, las sencillas florecitas del campo, sin cultivo, que tanto quiero mientras tanto vivo. Y colocad debajo mi cabeza unos versos de Nervo, con terneza, para que mullan mi tranquilo sueño y recojan así mi último empeño. Que nadie me acompañe ni me llore, ni turbe mi silencio, ni profane mi soledad final; nadie me llame, nadie mi sollozar jamás añore, que yo me voy, consciente y abstraída en el silencio intenso de la noche, y alumbrarán los astros el derroche postrero de ilusión que haré en mi vida.
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los restos de liana de lux (maría luisa milanés) reposan en el cementerio de bayamo.