Mariana. Raíz del alma cubana, de los historiadores e investigadores Adys Cupull y Froilán González, es el título del libro publicado por la Editora Política para beneplácito de los amantes de la vida y la obra patriótica de la madre de los Maceo-Grajales, y de la Historia de Cuba, que —según el doctor Eusebio Leal Spengler «debe enseñarse como es; no como quisiéramos que fuera; ni siquiera como debiera ser».
Con apoyo en los hallazgos de una exhaustiva investigación histórica, bibliográfica y periodística los también escritores y periodistas arrojan un haz de luz sobre la fecha de nacimiento de doña Mariana Grajales Cuello (1815-1893), y la nacionalidad de su esposo, Marcos Maceo (1808-1869), quien nació en Santiago de Cuba, y no en Venezuela, como erróneamente se ha divulgado.
En ese texto, los autores nos acercan a la figura histórica de Mariana, multiplicada en su patria libre, y horcón mayor de la familia Maceo-Grajales, a la vez que hacen un retrato psicológico-espiritual de la noble matrona, que recoge la infancia, la juventud, las tertulias hogareñas que contribuían —de manera decisiva— a la formación de la personalidad de los vástagos de una familia de patriotas con los relatos de Marcos y Mariana; narraciones que signaban las noches de ese núcleo familiar en un encanto de aventuras y hazañas, así como las vicisitudes que enfrentara, en compañía de sus seres queridos, en la manigua redentora, donde hizo un valioso aporte a la causa independentista insular.
Mariana y Marcos eran los mejores ejemplos para sus hijos, quienes descubrieron en sus progenitores los valores ético-morales, patrióticos, humanos y espirituales que caracterizarían la leyenda personal escrita por cada uno de sus vástagos en la defensa de la patria, avasallada por el yugo colonial hispano, y ensombrecida por la esclavitud, ese flagelo de la humanidad.
La prosa poética de José Martí describe a Mariana con elocuentes palabras:
De la madre más que del padre, viene el hijo (…). [El mayor general Antonio] Maceo fue feliz, porque vino de león y leona. Ya está yéndosele la madre, cayéndosele está ya la viejecita gloriosa en el indiferente rincón extranjero, y todavía tiene manos de niña para acariciar a quien le habla de la patria (…) Levanta la cabeza arrugada, con un pañuelo que parece corona. Y no se sabe por qué, pero se le besa la mano.
A la muerte de doña Mariana Grajales Coello, el Apóstol sentenció:
Por el decoro de la grandeza más bella en el silencio, sujetaremos aquí el elogio de la admirable mujer, hasta que el corazón, turbado hoy en la servidumbre, pueda, en la patria que ella no vio libre, dar con el relato de su vida, una página nueva a la epopeya.
Estoy seguro de que la lectura de Mariana. Raíz del alma cubana, acariciará el intelecto y el espíritu de quienes decidan incursionar en sus páginas.
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