La gran dama de las letras austríacas en el siglo XIX, la baronesa Marie von Ebner-Eschenbach, nació el 13 de septiembre de 1830 en el palacio de Zdislawitz, en Moravia, entonces parte del Imperio Austrohúngaro, hoy de la República Checa. El padre de Marie, Franz Dubský von Třebomyslice, pertenecía a la alta nobleza morava, y su hija recibió una esmerada educación. Desde la infancia Marie mostró interés por la literatura, y en su incipiente vocación de escritora recibió apoyo y estímulo de su madrastra, la condesa Xaverine Kolowrat-Krakowsky. A los once años Marie fue encargada de organizar los libros de su abuela en la biblioteca del palacio, y allí leyó todo lo que le resultó interesante, sin prohibiciones y sin que nadie interviniera para aconsejarla: a esas lecturas tempranas se atribuye la libertad de pensamiento y el caudal de saber que la futura autora mostraría en sus obras.
Cumplidos los dieciocho años, Marie contrajo matrimonio con el oficial austríaco Moritz von Ebner-Eschenbach, cuyos apellidos llevaría en lo adelante. Moritz era un hombre culto y apoyó las aspiraciones literarias de su esposa. Por las obligaciones militares del cónyuge, Marie lo acompañó primero a Klosterbruck y luego a Viena, donde en 1879 concluyó un aprendizaje como relojera.
En Viena, Marie entró en contacto con escritores como Ferdinand von Saar y Franz Grillparzer, sobre quien escribiría Mis recuerdos de Grillparzer (Meine Erinnerungen an Grillparzer, 1916). Durante varios años publicó dramas y comedias que no llamaron la atención, hasta que en 1873 se estrenó en el Burgtheater su pieza teatral La señorita del bosque (Das Waldfräulein), la cual provocó un escándalo por sus críticas a la nobleza.
Estas contingencias hicieron que la autora derivase hacia la narrativa; su noveleta Bozena (1876) tuvo un discreto éxito, y en 1880 la revista Deutsche Rundschau publicó por entregas Lotti, la relojera, novela en la que se reflejan vivencias de la autora. Le siguieron Aforismos (Aphorismen, 1880) y Cuentos de la aldea y el palacio (Dorf- und Schloßgeschichten, 1883), colección en la que se incluye su noveleta más conocida, Krambambuli, relato sobre un perro que se debate entre la lealtad a su antiguo amo y al nuevo. Entre las novelas de Ebner-Eschenbach cabe destacar Das Gemeindekind (El hijo de la comunidad, 1887). En ella se cuenta la historia de Pavel, un niño cuyo padre es ahorcado por asesinato mientras la madre es enviada a la cárcel. El muchacho se sobrepone a esa y otras desgracias y contrariedades, y se convierte en un hombre de bien, contradiciendo así la teoría determinista sostenida por la ciencia de la época, que suponía un carácter hereditario de las malformaciones sociales.
A partir de 1890, con las que llamó «novelas dialogadas», Ebner-Eschenbach logró su estilo dramático propio. Dos de esas obras, Sin amor (Ohne Liebe, 1888) y Al final (Am Ende, 1895) fueron representadas con éxito en Berlín. La autora pudo presenciar los aplausos que cosechó el estreno de Sin amor en Viena, en 1898, el mismo año en que el Imperio Austrohúngaro le concedió la Cruz de Honor por el Arte y la Literatura. En 1900, fue la primera mujer a quien la Universidad de Viena otorgó un doctorado honoris causa.
El 12 de marzo de 1916 falleció Marie von Ebner-Eschenbach en Viena, a los 85 años. En su testamento dispuso que el dinero que había ganado con sus libros fuera dedicado a la promoción de jóvenes escritores. Fue enterrada en la cripta familiar de los condes de Dubský, en Zdislawitz.
Ebner-Eschenbach incursionó en diversos géneros literarios: teatro, novela, cuento, memorias, aforismos y poesía. La Residenz Verlag de Salzburgo publicó una amplia selección de sus escritos bajo el título Marie von Ebner-Eschenbach. Edición para la lectura en cuatro tomos (2014-2015). Muchas de sus obras han sido adaptadas como radiodramas y publicadas como audiolibros, y la noveleta Krambambuli fue llevada al cine en varias ocasiones.
Comparto con nuestros lectores dos poemas de Ebner-Eschenbach que he traducido para la ocasión.
Un segundo
La vida en lo que dura mido, estimo por años el tiempo, los días y horas no cuento, pero en un segundo he vivido toda una eternidad. Muchos años han transcurrido y mi alma vacía dejaron; de ninguno memoria guardo. Pero aquel único segundo, no lo olvidaré jamás.
Una breve canción
¡Una breve canción! ¿Cómo es posible
que tanto nos llegue a agradar?
Dime, ¿qué hay en ella?
Un poco de sonoridad,
algo de canto y de armonía
y un alma entera.
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